Situación de Rusia en 1917 y lucha de los bolcheviques para pasar de la revolución democrático-burguesa de Febrero a la revolución socialista de Octubre

Situación de Rusia en 1917 y lucha de los bolcheviques para pasar de la revolución democrático-burguesa de Febrero a la revolución socialista de Octubre

Resumiendo los artículos anteriores de esta serie, desde el punto de vista económico-social, la Rusia de 1917 se caracteriza por los siguientes rasgos:

  • En el campo, se mantiene el dominio del terrateniente que, unido al Estado, saquea al campesino. De ahí, el atraso de la agricultura en cuanto a productividad y en cuanto a la persistencia de relaciones de producción de tipo feudal. Sobre todo tras la reforma de Stolypin, se ha injertado en esta realidad el explotador capitalista (kulak), nueva fuente de miseria no sólo para el proletario agrícola, sino también para el pequeño campesino que es, generalmente, un semiproletario. Todo esto convierte al campesinado (el desarrollo de diferencias de clase en su seno es todavía escaso) en una fuerza revolucionaria de masas, que abarca a la gran mayoría de la población.
  • En la ciudad, la industria está generalmente atrasada, localizada en escasos puntos de la geografía rusa, con gran concentración de obreros y de medios de producción en esos puntos y dependencia del capital extranjero (tanto la industria en sí como la banca, es decir, todo el capital financiero; dependencia en suministros de maquinaria y tecnología, en la salida de sus productos que es frecuentemente el mercado mundial y en las participaciones en el capital colectivo de las sociedades industriales y bancarias rusas). El proletariado industrial es de reciente formación (veinte y pocos años), está todavía muy unido al campo, viene siendo sometido a una explotación salvaje, teniendo que conquistar mejoras en sus condiciones de vida y derechos sindicales y políticos en medio de la mayor opresión, la cual va quebrando con un movimiento huelguístico desigual pero muy fuerte que llega a convertirse en revolución en 1905 y en 1917. Forzado por este curso de los acontecimientos, su aprendizaje político-revolucionario es muy rápido y concentrado; así, el marxismo se convierte pronto en la teoría revolucionaria más influyente dentro del movimiento obrero ruso, que, por ello, consigue generar el partido más avanzado de los que, hasta entonces, habían existido en el mundo: el Partido bolchevique.
  • El Estado es de tipo absolutista, ejerciendo un control estrecho sobre la burguesía, asimilándola o, en ocasiones, formando una fracción de la burguesía con sus propios componentes (burguesía burocrática). Conjuga los caracteres propios del Estado absolutista con los del Estado imperialista: el afán de conquista de territorios y la opresión nacional. Por todo ello, es fácil comprender que la lucha económica se transforme rápidamente en una lucha política.
  • La burguesía rusa es relativamente débil, mal organizada e inexperta políticamente, comparada con la de Europa occidental.
  • La Primera Guerra Mundial agudiza las contradicciones sociales que acabamos de esbozar y, a la vez, la participación de Rusia en ella es consecuencia inevitable de dichas contradicciones: Rusia no puede abandonar esta guerra sin transformar las relaciones sociales que la dominaban, sin revolución. Al mismo tiempo, las condiciones exteriores favorecen la victoria de la revolución por cuanto los principales Estados burgueses se hallaban escindidos en dos campos enemigos, guerreando entre sí y debilitándose mutuamente, lo que les impide acudir en ayuda de las clases explotadoras rusas.

Sobre esta base objetiva y en un ambiente relativamente favorable gracias a la pujanza del movimiento obrero y campesino y gracias al reconocimiento formal del marxismo por parte del proletariado militante de Europa, remata su desarrollo el Partido bolchevique de Rusia, como partido consecuentemente revolucionario que dirigirá a la clase obrera y a las masas campesinas por la senda de la revolución socialista.

La Revolución democrático-burguesa de Febrero de 1917 no pudo realizar cabalmente sus tareas porque las masas de obreros y campesinos entregaron el poder a la burguesía (Gobierno Provisional) y a la pequeña burguesía conciliadora (dirección de los Soviets por parte de mencheviques y socialrevolucionarios).

Mientras los obreros y los campesinos, llevando a cabo la revolución y derramando su sangre, esperaban que se pusiese fin a la guerra, luchaban por el pan y la tierra y reclamaban medidas resueltas en la lucha contra el desastre económico, el gobierno provisional permanecía sordo a estas reivindica­ciones vitales del pueblo, pues sus intereses de clase eran diametralmente opuestos. La confianza popular en las instituciones burguesas y en los partidos pequeñoburgueses iba a quebrarse necesariamente.

La Revolución de Febrero permitió al Partido bolchevique salir de la clandestinidad y desarrollar su labor abiertamente. Sus miembros condenados al exilio o al destierro fueron regresando y la organización tuvo que enfrentarse a la compleja situación política. Hubo un intenso debate en su seno y prevaleció la posición defendida por Lenin en sus “Tesis de Abril” que consistía en pasar a luchar por la revolución socialista. Ya en 1905, durante la primera revolución rusa, su folleto titulado “Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”, sostenía que la revolución debía, primero, de­rrocar al zarismo e instaurar la dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y el campesinado y, después, el proletariado pasaría a la realización de la revolución socialista y a la instauración de su dictadura. Entonces combatió, en un extremo, la tesis derechista de los mencheviques que cedía la dirección de la primera fase de la revolución a la burguesía y, en el otro extremo, la tesis “izquierdista” de Trotski que negaba el papel revolucionario que podían jugar los campesinos y sólo consideraba viable la lucha directa por la revolución socialista, por la instauración de un gobierno obrero.

En Febrero de 1917, el pueblo compuesto mayoritariamente por obreros y soldados campesinos había realizado la revolución burguesa, refutando de ese modo en la práctica la teoría trotskista de la «revolución permanente». Pero no había sido por el camino más favorable al proletariado y a los campesinos defendido por los bolcheviques, sino más bien por el camino menchevique de entregar el poder político a la burguesía. La conciencia y la organización del proletariado y de las masas campesinas estaban debilitadas por el patriotismo reaccionario de los años previos. La burguesía conseguiría una hegemonía pasajera sobre estas clases al mostrarse contraria al zar Nicolás II. Pero no era por convicción republicana,sino para acabar con las vacilaciones de la Corona en la guerra imperialista y así continuarla con más firmeza hasta conquistar nuevos territorios y mercados. Por tanto, peligraba la realización de las reivindicaciones democráticas exigidas por el pueblo y que se resumían en la consigna: “Paz, Tierra y Libertad”. El Gobierno Provisional elegido por la Duma estaba formado por capitalistas y terratenientes contrarios a concertar la paz y a entregar las tierras a los campesinos. En cuanto a la libertad, la concedería (menos a las nacionalidades no rusas) mientras no existiese una fuerza social capaz de hacer caer dicho gobierno, es decir, hasta julio en que las grandes masas empiezan a pasarse a las posiciones del bolchevismo. No obstante, el resultado de Febrero no era una simple revolución burguesa: se había hecho presente la dictadura conjunta de las clases populares a través de los Soviets. Sólo hacía falta que éstos asumiesen todo el poder y que el pueblo revocara de la dirección de los mismos a los elementos conciliadores con la burguesía. Pero ya no se trataba entonces únicamente de neutralizar a esta clase que ya se había hecho con el poder político, sino de expulsarla de él. Se trataba, por lo tanto, de pasar a la revolución socialista.

La guerra mundial imperialista que era el producto de los antagonismos de la sociedad capitalista se había convertido, a su vez, en un factor que aproximaba la solución de esos antagonismos por medio de la revolución socialista, la cual completaría las tareas democrático-burguesas pendientes en Rusia.

Para ello, en el terreno económico, las medidas de transición que propugnaban los bolcheviques pueden resumirse así: nacionalización de toda la tierra del país, con­fiscándose las fincas de los terratenientes sin indemnización y sin esperar a que se reúna la Asamblea Constituyente, entregando su explotación –preferentemente colectiva- al campesinado; organizar con autonomía a los obreros agrícolas y a los campesinos pobres con respecto a los soviets generales de diputados campesinos; contra la desorganización económica y el hambre que avanzaban a causa de la guerra imperialista, fusión de todos los bancos en un solo Banco Nacional, sometido al control del Soviet de diputados obreros; implantación del control obrero y estatal sobre la producción social y la distribución de los productos. En definitiva, sin defender la implantación inmediata del socialismo, se trataba de dar una serie de pasos prácticos hacia él como única salida a la desastrosa situación económica.

En el terreno político, el Partido bolchevique defendía el paso de la República parlamentaria a la República de los Soviets como la forma mejor y menos dolorosa de transición a la revolución socialista, cuando el movimiento de masas ya ha generado dichos Soviets. También sostenía la necesidad de arrancar a los campesinos de la influencia de la burguesía para así derrocarla, poner fin a la guerra y conseguir una paz verdaderamente democrática. Además de negar el menor apoyo al Gobierno provisional sin incitar todavía a la insurrección contra él y de reclamar “¡Todo el poder para los Soviets!”, desarrolló una labor de crítica y esclarecimiento de los errores de los oportunistas que dirigían esos Soviets hasta conquistar la mayoría en dichos órganos. Se procuraba así el desarrollo más pacífico posible de la revolución. Frente a la opresión nacional del zarismo y del imperialismo, propugnaba una solución basada en el internacionalismo proletario: igualdad de derechos de todas las naciones y lenguas en el marco de una república democrática; derecho de todas las naciones de Rusia a separarse y a formar Estados independientes, defendiendo el Partido en cada caso la opción más beneficiosa para el desarrollo social y los intereses de la lucha de clases del proletariado por el socialismo; amplia autonomía regional; y fusión de los obreros de todas las nacionalidades en organizaciones proletarias únicas. Por último, hacía un llamamiento al proletariado revolucionario del mundo a la fundación de una nueva Internacional, la Tercera Internacional o Internacional Comunista, libre de oportunismo y de socialchovinismo.

La política imperialista del Gobierno provisional provocó una movilización de masas que forzó la dimisión de dos ministros burgueses y la entrada en el mismo de dos ministros mencheviques y otros dos socialrevolucionarios. Este hecho contribuyó al desenmascaramiento de sus partidos como colaboradores de los capitalistas cuando, en junio, el gobierno ordenó una ofensiva en el frente y reprimió cruentamente las manifestaciones contrarias a la misma (persiguiendo a los bolcheviques y obligándoles a pasar nuevamente a la clandestinidad). Había terminado el período pacífico de la revolución y el Partido comenzó a preparar la insurrección armada. A finales de agosto, la burguesía y los aliados imperialistas intentaron instaurar una dictadura contrarrevolucionaria descarada de la mano del General Kornílov, pero la movilización de obreros y soldados revolucionarios dirigida por los comunistas aplastó la intentona. Esta victoria devolvió la confianza de los obreros en su organización soviética, iniciándose una fase de reanimación y de bolchevización de los Soviets, a la vez que el Partido ganaba prestigio entre los campesinos que veían en él al único apoyo firme a su reivindicación de paz y de tierra. Los partidos menchevique y socialrevolucionario se descompusieron y se formó en ellos un ala izquierda que se inclinaba a la colaboración con los bolcheviques.

Por consiguiente, la Revolución de Octubre no sería en absoluto un putsch, un golpe de un partido minoritario contra la revolución popular de Febrero, como presentan hoy las cosas los historiadores burgueses ebrios de anticomunismo. Al contrario, fue obra de la gran mayoría de las masas revolucionarias de Febrero que, sobre la base de su intensa experiencia de ocho meses, acabaron reconociendo en el Partido Bolchevique a su mejor dirección política y organizativa: era el partido que mejor defendía sus reivindicaciones y el que conseguiría satisfacerlas plenamente.

Así, una vez habían madurado las condiciones imprescindibles, el Partido preparó y dirigió la insurrección armada que derribó el Gobierno provisional burgués e instauró la dictadura del proletariado en forma de Poder Soviético, el 25 de octubre (7 de noviembre, según el calendario actual) de 1917, en las horas previas a la apertura del Segundo Congreso de los Soviets. Había comenzado la revolución socialista en Rusia y, con ella, la era de la revolución proletaria mundial que, por más reflujos y reveses sufra, liberará inevitablemente a la humanidad del capitalismo y la conducirá al Comunismo.

Para ello, hizo falta la firme dirección del Partido Comunista (bolchevique), un partido con una política marxista forjada en la lucha por conquistar a las masas contra la burguesía y sus agentes oportunistas en el movimiento obrero, un partido disciplinado sobre la base de los principios organizativos del centralismo democrático. No obstante, un partido así, capaz de dirigir a las amplias masas porque se hallaba vinculado a ellas por miles de hilos, no podía por menos que experimentar en su seno la influencia de las clases no proletarias y de sus partidos. Ésta se manifestó en la actitud de dirigentes del Partido que, posteriormente y sobre todo tras la muerte de Lenin, defenderían un punto de vista particular y contrario al de la mayoría de la organización, acerca de las perspectivas de la revolución en Rusia.

Kámenev, Zinóviev, Rykov, Piatakov, Bujarin, Preobrazhenski, Trotski –que ingresó en el Partido bolchevique tres meses antes de la insurrección de Octubre- y otros se opusieron a unos u otros aspectos fundamentales de la política leninista, mostrando ya en aquel período preparatorio las siguientes tendencias:

  • al conservadurismo y a la conciliación con democracia pequeñoburguesa (apoyo condicionado al Gobierno provisional, defensa de que Lenin compareciera ante la justicia capitalista, participación en el “Anteparlamento” con el que la burguesía pretendía desviar a las masas del camino de la insurrección cuando la situación se tornó revolucionaria, subordinación del levantamiento armado de los obreros a la apertura formal del II Congreso de los Soviets, delación de los planes insurreccionales bolcheviques al Soviet de Petrogrado e incluso a la prensa menchevique, resistencia a la ruptura con la socialdemocracia mundial para constituir una nueva Internacional);
  • a la desconfianza en que Rusia pudiera avanzar hacia el socialismo si no estallaba al revolución proletaria en Europa occidental;
  • a la desconfianza en que la mayor parte del campesinado se mantuviera unido a la clase obrera contra la burguesía.

Cuanto más crecía la importancia política del Partido Comunista de Rusia como dirigente de la revolución que se estaba realizando, más se desarrollaban en su seno las expresiones de oposición al marxismo-leninismo, resultantes de la influencia de la burguesía y de la pequeña burguesía.

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