Historia Ilustrada de la Revolución de Octubre: Mayo de 1917.
Mayo de 1917: Por el poder absoluto de los Soviets
Los titulares de los periódicos gubernamentales eran alarmantes: “Llamamiento del Gobierno Provisional a la población…”, “Carta del ministro-presidente al presidente del Soviet de Petrogrado…”, “Dimisión del ministro de Guerra y Marina…”, “Declaración del ministro de Asuntos Exteriores”.
El Gobierno Provisional, convencido de su aislamiento político total, publicó el 26 de abril el llamamiento Sobre el Gobierno de coalición, en el que prometía reanudar con insistencia los esfuerzos encaminados a ampliar su composición atrayendo a las “fuerzas creadoras activas del país”. La burguesía rusa consideraba entre estas fuerzas “creadoras” anónimas a los dirigentes eseristas y mencheviques de los Soviets, dando así una alta apreciación a la política conciliadora en los primeros meses después de la Revolución de Febrero.
En la carta de G. Lvov, ministro-presidente, a Chjeidze, presidente del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, publicada el 27 de abril, se planteó de manera abierta crear un Gobierno de coalición con la participación de los líderes del Soviet.
El 28 de abril, este punto se discutió en la sesión del Comité Ejecutivo y se rechazó por mayoría de un voto (22 a favor, 23 en contra y 2 abstenciones). No obstante, la cuestión se planteó de nuevo el 1 de mayo, y esta vez fue aprobada: 44 votos a favor (mencheviques, eseristas y otros), 19 en contra (bolcheviques y mencheviques internacionalistas) y 2 abstenciones de eseristas. La circunstancia decisiva que cambió de manera tan radical la actitud de la mayoría eserista y menchevique en los Soviets, fue la dimisión de Guchkov y Miliukov; pero en realidad, la entrada de los socialistas conciliadores en el Gobierno Provisional fue determinada por su conducta, y por su capitulación ante la burguesía rusa, que había conducido al establecimiento de la dualidad de poderes. Así se explica la diferencia tan asombrosa en el número de los votantes a favor de formar el Gobierno de coalición. La votación del 1 de mayo reflejaba la verdadera posición de los mencheviques y eseristas.
Comunicado del periódico Izvestia Petrográdskogo Sovieta Rabóchij y Soldatskij Deputatov (“Noticias del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado”) sobre la decisión del Comité Ejecutivo de los Soviets de incluir a sus representantes en el Gobierno Provisional
2 de mayo de 1917
El 1 de mayo desde la tarde hasta la noche se celebró una sesión extraordinaria del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros y Soldados, dedicada a analizar la crisis gubernamental, originada por los acontecimientos de los últimos días.
Para aclarar la situación, fue invitado a la sesión A. F. Kerenski, vicepresidente del Soviet de Diputados Obreros y Soldados y ministro de Justicia.
De su informe y de los comunicados de otros miembros del Comité Ejecutivo, se dedujo que la situación en el país era muy grave, que sólo con la participación activa de la democracia revolucionaria podría crearse un poder nuevo, capaz de terminar con el desbarajuste económico, organizar la defensa del frente y acelerar la conclusión de la paz a nivel internacional.

Después de discutir de manera exhaustiva el tema, se anunció un receso para que se reunieran los distintos grupos que integran el Comité Ejecutivo. Todos los grupos populistas y los mencheviques socialdemócratas se expresaron a favor de la entrada de representantes de la democracia en el Gobierno. En contra se manifestaron sólo los bolcheviques.
El 5 de mayo se formó el primer Gobierno de coalición. Sobre la base de la decisión del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado y con la autorización de los comités centrales de los respectivos partidos, ingresaron en él los mencheviques I. Tsereteli, ministro de Correos y Telégrafos ; M. Skóbelev, ministro del Trabajo; los socialistas revolucionarios V. Chernov, ministro de Agricultura; Kerenski, ministro de Guerra y Marina ; el trudovique P. Perevérzev, ministro de Justicia ; el líder del partido de los socialistas populares A. Peshejónov, ministro de Abastos. Con esto se cumplían las condiciones del Congreso de la II Internacional en Amsterdam, que permitió la participación de los socialistas en el Gobierno burgués en casos excepcionales, bajo el control del partido y sobre la base de un programa. Sin embargo, el ejemplo del socialista francés Millerand, quien en 1899 entró en el Gobierno burgués, cuando el movimiento revolucionario estaba en su apogeo en el país, había demostrado que ni las “condiciones preliminares” ni el “control partidario” podían reemplazar una apreciación precisa y clara de la situación existente cuando se adopta cierta decisión, pues la entrada de Millerand en el Gobierno condujo de hecho al apoyo a la contrarrevolución y al descenso de la actividad revolucionaria de las masas.
Resolución de la asamblea de los obreros de la fábrica Chesher, y su protesta contra la formación del Gobierno coalicionista
3 de mayo de 1917
Los obreros de la fábrica Chesher consideramos que la entrada de elementos socialistas en el Gobierno de coalición perjudica al proletariado y al campesinado, pues dicha participación difumina nuestra política clasista y reforzará al campo de la burguesía al transferirle al proletariado parte de la responsabilidad que dimana de la política interior y exterior burguesa.
Aprobada por unanimidad en la asamblea general.
Presidente A. Eloguin
Resolución adoptada por los miembros del Club de Presnia del POSD(b)R (Moscú) sobre su desacuerdo con el Gobierno de coalición
3 de mayo de 1917
El Gobierno de coalición, instituido por iniciativa del Gobierno Provisional para mantener ante la democracia revolucionaria su confianza y prestigio tambaleantes, por su esencia será, como antes, contrarrevolucionario en la política interna y usurpador en la externa…
Resolución de la asamblea de obreros y empleados de “Unión de Fábricas de Cables”, de Petrogrado, contra la formación del Gobierno de coalición y la exigencia de entregar el poder a los Soviets de Diputados Obreros y Soldados
5 de mayo de 1917
Nosotros, obreros y empleados de “Unión de Fábricas de Cables”, reunidos el 3 de mayo en asamblea general, con la presencia de 2.500 personas, escuchamos a representantes del Soviet Central de Diputados Obreros y Soldados quienes hablaron sobre el proyecto del Gobierno Provisional y de la mayoría del Soviet de formar un Gobierno de coalición con el fin de atraerse la confianza del pueblo, y dispusimos expresar nuestra actitud negativa respecto a tal Gobierno, que será una cobertura para la acción del Gobierno burgués; exigimos la entrega de todo el poder al Soviet de Diputados Obreros y Soldados.
De la resolución del Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Cosacos de Krasnoyarsk contra la entrada de los socialistas en el Gobierno de coalición y con el llamamiento a cohesionarse en torno a los Soviets
9 de mayo de 1917
…Consideramos que con la entrada en el Gobierno de coalición, los socialistas endosan a sus partidos y al Soviet de Diputados Obreros y Soldados toda la responsabilidad por el poder, sin posibilidad alguna de ejercerlo.
El Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Cosacos de Krasnoyarsk exhorta a la más estrecha cohesión de todas las fuerzas socialistas y democráticas revolucionarias en torno a los Soviets para defender por vía organizada los intereses del proletariado y la democracia en la política interior y exterior.
El Comité Ejecutivo conciliador del Soviet de Petrogrado, a partir de su apreciación errónea de las fuerzas motrices y las perspectivas de la revolución democrática burguesa, no podía hacer un análisis objetivo de la situación nacional, y por ello se encubría con su “programa” de entrar en el Gobierno de coalición, en cuya base yacían cuatro puntos: 1) trabajo activo en favor de la paz, en base al manifiesto del Soviet del 14 de marzo; 2) regulación de la industria y reformas financieras; 3) medidas preparatorias para solucionar los problemas agrario y obrero; 4) aceleración de la convocatoria de la Asamblea Constituyente.
Ninguno de estos compromisos se cumplió.
¿De qué trabajo activo en favor de la paz podía hablarse, cuando los representantes de las llamadas “fuerzas creadoras activas del país”, que al fin habían entrado en el Gobierno, hicieron todo lo posible para que las masas no se enteraran del telegrama que Mijaíl Teréschenko, nuevo ministro de Asuntos Exteriores, envió el 7 de mayo a París, Londres, Roma, Washington, Tokio, Lisboa, Bucarest, Bruselas y Belgrado? En ese documento comunicaba a los ministros de Asuntos Exteriores de los Estados aliados la disposición del Gobierno Provisional de continuar la guerra. Su contenido se mantuvo en secreto, aunque se habló reiteradas veces respecto a la actitud adoptada frente a la guerra. Sobre ello se habló también en la declaración del nuevo Gobierno, fechada el 5 de mayo: “…la derrota de Rusia y sus aliados… sería la fuente de las más grandes calamidades para los pueblos”. Teréschenko en su llamamiento A los ciudadanos de Rusia se refirió a lo mismo: “La Rusia libre debe demostrar que cumple fielmente el principal compromiso asumido por ella ante los aliados, el compromiso de la lucha conjunta y la ayuda mutua”. Al parecer a esto ya no se podía añadir nada nuevo, pero ahí precisamente residía la causa de que se silenciara el mencionado telegrama, en el que se decía con demasiada franqueza: “La democracia rusa (léase: los conciliadores que entraron en el Gobierno coalicionista. — A. N.) considera que esta guerra es necesaria e inevitable para defender la libertad de la nación”.
El ministro de Asuntos Exteriores, sin afiliación partidaria, comprendía la amenaza que conllevaba para sus colegas socialistas ese comunicado de la “democracia rusa” respecto a la guerra.
Cuando el general Alexéiev, comandante en jefe de las tropas, hizo uso de la palabra en el Congreso de Oficiales del Ejército y la Flota de toda Rusia (en presencia del embajador estadounidense Francis, el ministro socialista belga Vandervelde y representantes de las misiones militares de Francia, Italia, Japón y Servia) y dijo que el programa de paz sin anexiones ni contribuciones era “una frase utópica”, exhortando a establecer un poder fuerte, no es casual que los coalicionistas, quienes en realidad compartían por completo los puntos de vista reaccionarios del general, se vieran obligados a destituirle, designando para este cargo al general Brusílov.

Los “combatientes activos por la paz” aclamaron la intervención del socialchovinista francés A. Thomas,
quien en la sesión del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, celebrada el 29 de mayo, justificaba la política traicionera de los socialistas franceses y exigía que el Soviet contribuyera a fortalecer el ejército para continuar la guerra imperialista detestada por los pueblos.
Para poner en práctica las ambiciones de la burguesía y la “democracia” de continuar la guerra —aunque los primeros se proponían conducirla hasta la victoria definitiva, mientras que los segundos hacían hincapié en la necesidad de defender la patria y la revolución—, el primer Gobierno de coalición designó, en los primeros días de mayo, un comité especial para dirigir los asuntos militares, que integraban, por una parte, el príncipe Lvov, Teréschenko y Nekrásov; y por otra, Kerenski y Tsereteli.
Tratando de reforzar la disciplina en el ejército —inadmisiblemente debilitada, desde su punto de vista— Kerenski ordenó combatir la confraternización en el frente y puso en práctica la Declaración de los derechos del soldado, que limitaba de manera considerable los derechos conquistados por los soldados en las primeras jornadas de la Revolución de Febrero. Los bolcheviques, que levantaban a las masas a luchar contra la guerra imperialista, por la paz, la libertad y los derechos humanos, la denominaban “declaración de la ausencia de derechos de los soldados”.
Por todo el país se convocaban mítines de protesta contra dicha declaración.
Deseando elevar los ánimos ultrapatrióticos, el Gobierno emitió el “empréstito de la libertad”, designado para fines militares.
Cuando el Soviet de Petrogrado votó el 22 de abril a favor del “empréstito de la libertad”, en los círculos próximos al Gobierno se calificó esto como un gran éxito. En primer lugar, la votación confirmaba que eran reales las esperanzas de utilizar el prestigio del Soviet para pregonar la continuación de la guerra. En segundo lugar, el apoyo al “empréstito” era una muestra del respaldo al curso político del Gobierno Provisional.
El grupo bolchevique en el Soviet aprobó una resolución especial respecto al “empréstito”, en la que se expresaba resueltamente por la interpretación clasista y abierta de la guerra, indicando la hipocresía del juego doble de los social-nacionalistas de todos los países, que apoyaban a su burguesía imperialista y pedían ayuda al proletariado internacional para terminar la guerra. Se indicaba además: “Mientras el poder político y económico no haya pasado a manos del proletariado y de los campesinos más pobres; mientras el objetivo de la guerra sea determinado por los intereses del capital, los obreros se opondrán a los nuevos empréstitos, orientados no a favor, sino en contra de la libertad revolucionaria de Rusia”.
Al mismo tiempo, los líderes del Soviet de Petrogrado escribían en su periódico Izvestia: “En aras de salvar la revolución, imploramos con insistencia: ¡ciudadanos, apoyen el empréstito!”
“…Abran sus tesoros y apresúrense a entregar su dinero para liberar a Rusia”, les hacía eco el ministro socialista Kerenski. Especulando con el enorme deseo de las masas de vivir en paz, desplegaron una intensa propaganda bajo la consigna: “¡El camino hacia la paz pasa por las trincheras del enemigo!” Esta consigna hablaba por sí misma.
La situación económica del país continuaba siendo extraordinariamente grave.
El 9 de mayo, la Sociedad Petrogradense de Empresarios envió al Gobierno Provisional una nota, indicando que “la catástrofe industrial se aproxima a una velocidad vertiginosa”. Hacia el 30 de mayo, sólo en Petrogrado había cerca de 50.000 desempleados.
La iniciativa de combatir la ruina económica tampoco partía de los ministros socialistas. El primero que propuso adoptar medidas reales fue el Congreso de Comités Militar-Industriales de toda Rusia (16-19 de mayo). Como es natural, la burguesía proponía una solución a costa de la clase obrera. Guchkov, presidente del congreso, declaró en su discurso que los obreros presentaban a los empresarios reivindicaciones demasiado elevadas, y afirmaba que la nacionalización del capital acabaría con la industria.
En la conferencia de comerciantes e industriales, celebrada en Rostov del Don, también se dijo que el Gobierno Provisional no estaba en condiciones de ampararlos ante las resoluciones de los Soviets respecto a la jornada laboral, a los salarios, etc. Los ministros socialistas, que no disponían de su propio programa de desarrollo económico, intentaban maniobrar. De una parte, se dejaban llevar por los capitalistas; de otra, engañaban a las masas prometiendo mejorar muy pronto su situación.
En cuanto al problema agrario, los ministros socialistas no llegaron a tomar ninguna medida real.

A raíz de la Revolución de Febrero, los terratenientes comenzaron una especulación desenfrenada con las tierras. Dividían las parcelas, las vendían a extranjeros, las entregaban a testaferros, dejaban de cultivarlas. El eserista Chernov, ministro de Agricultura en el Gobierno coalicionista de mayo, intentaba prohibir tales transacciones aunque fuese hasta cuando apareciera una disposición especial. A partir del proyecto propuesto por Chernov, Perevérzev, ministro de Justicia, envió el 17 de mayo un telegrama a los notarios sobre la prohibición temporal de las transacciones con las tierras. Pero el 24 del mismo mes, el Consejo de Sociedades Unificadas de la Nobleza se dirigió al Gobierno con una nota en la que afirmaba que tal prohibición era… el retorno al régimen de servidumbre (!), pues al latifundista lo ataban a una tierra que tal vez él quisiera vender. A la protesta de los terratenientes unieron su voz el Comité de Congresos de Representantes de Sociedades Anónimas, los bancos agrarios, el Comité Provisional de la Duma. Los ministros socialistas retrocedieron también en esta cuestión. En las postrimerías de mayo, el ministro de Justicia explicó que la prohibición de las transacciones con las tierras no se extendía al establecimiento y transición de los derechos hipotecarios, lo que anulaba, en realidad, la disposición anterior.
La ausencia de la respuesta precisa a una de las cuestiones fundamentales de la revolución —el problema de la tierra—causaba el crecimiento incesante de las acciones campesinas. Cerrando los ojos ante esta situación, el socialista revolucionario Chernov declaraba que los “excesos” en el sector agrario tenían, supuestamente, un carácter temporal, y exhortó a ponerles fin. Por entonces, A. Jruschev, viceministro de Agricultura, comunicó que el movimiento agrario continuaba en ascenso y amenazaba con el desorden de toda la vida económica del país. Se aprobó otra declaración en la que se volvía a hablar, de manera abstracta, sobre la necesidad de organizar comités agrarios locales y promulgar una ley sobre la “regulación de las relaciones entre los propietarios de las tierras y los campesinos”. En el comité, los representantes de los bolcheviques se pronunciaron a favor de confiscar de inmediato las tierras de los latifundistas.
En Petrogrado, Moscú, Odesa, Járkov, Kazán, y en las demás grandes ciudades industriales, el pueblo bullía, hacía mítines.
En el “favorable” ambiente pequeño-burgués adquiría cada vez más fuerza el bulo de que Lenin había sobornado a los obreros con ayuda del oro alemán y que por eso ahora todos ellos lo apoyaban. Los hilos de la sucia calumnia conducían al servicio de inteligencia inglés. El Estado Mayor General británico entregó a las autoridades rusas unos datos obtenidos de “fuente fidedigna” —en realidad fabricados por él mismo— en el sentido de que Alemania había enviado a Rusia 500 agentes, a título de especialistas, con el fin de provocar un conflicto entre el Gobierno Provisional y el Soviet de Petrogrado e instigar a los campesinos para que se apoderaran de las tierras. Supuestamente, se les encomendaba a ellos mismos volar los barcos de la Flota del Báltico. Tales mentiras se hiperbolizaban, de manera particular, en el ambiente pequeñoburgués.
—Hay que matar a todos esos miserables— decían entre los propietarios de las pequeñas empresas al ver a los manifestantes. Pero ya era imposible eliminarlos, así como tampoco se podía —como sucedía antes— llamar al pueblo al orden por medio de un grito. Y, en la sesión del Gobierno, el ministro de Justicia propuso como necesario implantar temporalmente el arresto extrajudicial, y para los desertores, tribunales en los que las causas “se examinen con la mayor rapidez posible”, aunque sí observando “las reglas generales”.
El 12 de mayo el ministro del Interior envió una circular a los comisarios provinciales en la que exigía adoptar medidas urgentes para luchar contra el movimiento revolucionario en las localidades.

Pero era imposible detener el ascenso de la revolución. Sólo en un día, el 19 de mayo, se convocaron en la capital : una manifestación de la juventud obrera con las consignas “¡Abajo la guerra!” y “¡Todo el poder a los Soviets!”, en la que participaron 8.000 personas; una reunión de los obreros de la fábrica Putilov para protestar contra el traslado de las empresas al sur de Rusia, contra lo que se llamaba “descargar” Petrogrado de obreros revolucionarios; una asamblea general de soldados de los talleres de automóviles del grupo de carros blindados de reserva, en la que se protestó contra la Declaración de los derechos del soldado. En el Regimiento Preobrazhenski se aprobó una resolución de protesta debido a que el 13 de mayo los contrarrevolucionarios quemaron 40.000 ejemplares del periódico Soldátskaia Pravda (“La Verdad del Soldado”) destinados para el frente. Ese mismo día, los obreros de la fábrica de vidrio de Tigot (provincia de Nóvgorod) detuvieron al administrador de la empresa y se adueñaron de los libros de contabilidad y la oficina de seguros; en Ust-Tsilma (provincia de Arjánguelsk) comenzó una huelga; en el pueblo de Annino (distrito de Venevsk, provincia de Tula), los campesinos requisaron la hacienda de la terrateniente Majótina; el general Kornilov, a la sazón jefe del 8º Ejército, comunicaba desde el Frente Sudoeste acerca de la confraternización en el frente, particularmente en la zona de la 79ª División, donde, según sus palabras, “adquirió grandes dimensiones”; en el distrito de Slavianoserbski (provincia de Ekaterinoslav), los campesinos de la aldea de Manúilovka confiscaron en la hacienda de Bunch los terrenos para pastar el ganado; en Odesa, la asamblea de obreros y empleados de la refinería de azúcar de la sociedad Alexándrovskaia exigieron la renuncia del director de la empresa por ignorar los derechos del comité de fábrica y por despedir ilegalmente a obreros, y un largo etcétera.
Resolución del Soviet de Diputados Obreros del distrito Gorodskoi de Moscú sobre la necesidad de transmitir el poder a los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos
24 de mayo de 1917
- La guerra es la causa fundamental de la crisis financiero-económica y alimentaria.
- Para superar la crisis es preciso adoptar medidas revolucionarias radicales: nacionalizar la tierra, los bancos, las ramas más importantes de la gran industria agrupadas en sindicatos (uniones capitalistas), requisar las reservas de trigo a los terratenientes y campesinos ricos (que tengan más de 50 desiatinas), confiscar las riquezas de los monasterios, así como las de la familia de los Románov y todas las ganancias expoliadas por los capitalistas durante la guerra.
El Gobierno de coalición, que es una transacción de los socialistas con la burguesía, no está en condiciones de poner en práctica estas medidas revolucionarias, las cuales socavan las propias bases del régimen burgués.
Sólo la democracia revolucionaria, cuyos representantes son los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos, puede realizar —tomando el poder en sus manos— estas medidas de transición que conducen a la revolución socialista en el mundo entero.
La fuerza que organizaba el movimiento de las masas eran los bolcheviques. En las jornadas de mayo de 1917, Lenin intervino en muchos mítines obreros de Petrogrado, donde explicó las consignas fundamentales del Partido Bolchevique: el 12 de mayo, en un mitin multitudinario de obreros de la fábrica y los astilleros Putílov, y en los astilleros del Almirantazgo; el 17 de mayo, en la fábrica de tubos, esclareció la táctica del Partido Bolchevique y denunció la demagogia de los mencheviques y eseristas, su comportamiento de lacayos ante la burguesía.
Lenin tenía que intervenir con bastante frecuencia ante auditorios donde los eseristas y mencheviques trataban de indisponer a los obreros contra los bolcheviques; e incluso a veces interrumpían a los oradores bolcheviques. Así, cuando Lenin hacía uso de la palabra en un mitin multitudinario de la fábrica Obújov, entonces ciudadela de los eseristas, éstos trataron de interrumpirlo dos veces, pero los obreros los llamaron al orden.
He aquí como describe A. Kuchkin, uno de los delegados al I Congreso de Diputados Campesinos de toda Rusia, la intervención de Lenin en este evento el 22 de mayo, ante una gran parte de diputados que no pertenecían a ningún partido y tenían un espíritu antibolchevique: “El ruido en la sala cesó de repente, cuando A. Avxéntiev, uno de los líderes de los eseristas, presidente del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Campesinos de toda Rusia, dijo: “Se concede la palabra al camarada Lenin”.
Tan pronto sonó su voz fuerte, algo gutural, desde la derecha de la sala gritaron:
— ¿Por qué se le concede la palabra a Lenin? Él no es delegado al congreso. ¡Qué se le prive de la palabra!
En la sala se oyó un murmullo. Pero Lenin permanecía tranquilo, ciñendo el pupitre con ambas manos y mirando pensativo a los de la derecha, enfurecidos. Al fin, el murmullo cesó.
He venido aquí —dijo Vladimir Ilich— como miembro del grupo bolchevique, elegido legalmente al presente congreso. Y levantó sobre su cabeza el mandato (Lenin tenía voto consultivo).
Avxéntiev lo confirmó. Lenin comenzó el informe. Al empezar el discurso se oyeron réplicas desde los escaños de la derecha. No duraron mucho tiempo. Luego, Lenin hablaba en medio de un absoluto silencio.
Explicaba la política de los bolcheviques sobre tres cuestiones básicas: la tierra, la guerra, la organización del Estado. Presentó una resolución sobre el problema agrario, en la que se proponía entregar de inmediato al pueblo, sin indemnización alguna, todas las tierras de los latifundistas, de propiedad privada, de la familia real, de la Iglesia y otras. La propiedad privada sobre la tierra —se indicaba en la resolución— debe ser abolida, es decir, el derecho de propiedad sobre la tierra debe pertenecer sólo a todo el pueblo; la tierra deben administrarla las instituciones democráticas locales. En la resolución bolchevique se indicaba que la entrega de las tierras de los latifundistas a los campesinos sin indemnización, no podría efectuarse sin la estrecha alianza de los campesinos con los obreros urbanos, sin el paso de todo el poder estatal a manos de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos.
Los delegados, sobre todo los campesinos, mantenían fijas sus miradas en el rostro de Lenin. Sus palabras eran concisas, claras y comprensibles para todos… Las frases, acertadas y agudas como flechas… suscitaban ovación. ¡El auditorio fue conquistado, cautivado!…”
Cada vez eran más quienes comprendían que Lenin tenía razón al vincular la solución de los problemas más importantes de la revolución con el paso del poder estatal a los Soviets. Sólo esto podría impedir la aventura en la política exterior e interior, hacia la que los círculos gobernantes empujaban al país.
En Rusia —escribió Lenin—, “…los capitalistas no podrán oponer resistencia a los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos”.
Los eseristas y mencheviques calificaron los acontecimientos de mayo en Kronstadt como una ruptura con la democracia revolucionaria y el resultado de que dominaron elementos anarquistas. Declararon que los culpables eran los bolcheviques, aunque todos sabían que la mayoría de los miembros de Soviet de Kronstadt no pertenecían a ningún partido y que la resolución sobre el poder se había aprobado por iniciativa de esa mayoría.
Los ministros socialistas Tsereteli y Skóbelev, así como una delegación del Soviet de Petrogrado, encabezada por Chjeidze, fueron a Kronstadt y exigieron el cumplimiento de todas las decisiones del Gobierno Provisional. No obstante, el Soviet de Kronstadt declaró que reconocía el poder del Gobierno Provisional, pero señaló que eso no excluía “la crítica y el deseo de que la democracia revolucionaria cree una organización nueva del poder central entregando todo el poder al Soviet de Diputados Soldados y Obreros”.
Del llamamiento del Soviet de Obreros y Soldados de Kronstadt a la población de Petrogrado y de toda Rusia con motivo de la campaña calumniosa de la burguesía contra el Kronstadt revolucionario
27 de mayo de 1917
De los marineros, soldados y obreros de Kronstadt al pueblo revolucionario de Petrogrado y de toda Rusia.
El nombre de Kronstadt figura en las gloriosas páginas de la historia de la revolución rusa, y ahora se difama y denigra en las planas de todos los periódicos burgueses. Las rabiosas plumas de los calumniadores contrarrevolucionarios escriben que nosotros exhortamos al pueblo a la arbitrariedad, al linchamiento y a la anarquía; que infligimos tormentos a los opresores y servidores del zarismo que hemos detenido; que, por último, nos hemos negado a reconocer el Gobierno Provisional, nos separamos de Rusia y creamos la república independiente de Kronstadt.
¡Qué patraña tan absurda! ¡Qué calumnia tan miserable y vergonzosa! Aquí, en Kronstadt, no hemos implantado la anarquía, sino un orden revolucionario, honesto y firme. Nuestro Soviet de Diputados Obreros y Soldados ha tomado el poder en sus manos en todos los asuntos locales.
Nos oponemos al linchamiento, a todo tipo de venganza indigna respecto a los servidores del zarismo detenidos. Pero sí estamos a favor de un tribunal de la revolución honesto, libre, organizado imparcialmente contra los enemigos del pueblo. Los oficiales, gendarmes y policías que hemos detenido en las jornadas de la revolución, han declarado ellos mismos a los representantes del Gobierno que no pueden quejarse en absoluto del trato que reciben en prisión. Es verdad que los edificios de las cárceles de Kronstadt son espantosos, pero son los mismos que construyó el zarismo para nosotros. No tenemos otras. Y si mantenemos en esas cárceles a enemigos del pueblo, los mantenemos no por venganza, sino por razones de seguridad revolucionaria.
… Acusarnos de perfidia sólo pueden hacerlo los instigadores, a quienes les conviene frustrar el acuerdo alcanzado con los representantes del poder central, para devastar Kronstadt, considerado “nido revolucionario”, y para facilitar el trabajo de la contrarrevolución. Camaradas y hermanos: nadie podrá atreverse a acusarnos de cometer actos indignos. No violamos la palabra dada. Los revolucionarios somos personas honradas. Estamos firmemente convencidos de que este llamamiento dispersará, sin dejar rastro, la mentira, la calumnia y la sospecha, y restituirá entre nosotros el nexo inquebrantable de confianza revolucionaria mutua…
Los de Kronstadt permanecemos en nuestro puesto, en el flanco izquierdo del gran ejército de la revolución rusa. Tenemos esperanzas, tenemos fe, estamos convencidos de que cada día nuevo irá abriendo cada vez más los ojos a las capas más ignorantes y atrasadas del pueblo ruso y de que no está lejos la hora cuando, con las fuerzas unificadas de las masas trabajadoras, toda la plenitud del poder en el país pasará a manos de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. Nosotros, marineros, soldados y obreros de Kronstadt, les extendemos nuestra mano, hermanos de la revolución en Petrogrado y en toda Rusia. Nuestra ligazón es indisoluble. Nuestra unidad es inquebrantable. Nuestra fidelidad es inmutable.
¡Abajo los calumniadores y divisores del pueblo revolucionario!
¡Viva la revolución rusa!
Presidente del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros y Soldados Lamanov
Secretario Priselkov
Las reelecciones efectuadas en muchos Soviets en mayo y junio otorgaron a los bolcheviques la gran mayoría. Los presidentes de comités ejecutivos de los Soviets de los distritos capitalinos de Vasílevski Ostrov, Pervi Gorodskoi y de Petrogradski eran bolcheviques. En el Soviet de Diputados Obreros de Moscú, a partir del 1 de junio, los bolcheviques obtuvieron 205 de los 625 escaños existentes.
Los bolcheviques conquistaron las secciones obreras en los Soviets de Sarátov, Ekaterinburgo y Sizran.
Los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de Ivánovo-Voznesensk (12 de mayo), de Krasnoyarsk (12 de mayo), de Marienburgo (16 de mayo) y de Tomsk (entre el 19 y el 22 de mayo) expresaron su desconfianza al Gobierno Provisional y declararon que sólo se podría solucionar la situación entregando el poder a los Soviets. Pero la mayoría de los Soviets, que confiaba aún en los conciliadores, apoyaba por doquier al Gobierno Provisional y aprobaba su curso.
La Conferencia nacional de los mencheviques, que sesionó del 7 al 12 de mayo, aprobó la entrada de los mencheviques en el Gobierno Provisional y reconoció necesario prestarle plena ayuda.
El III Congreso del partido de los eseristas, celebrado entre el 25 de mayo y el 4 de junio, aprobó la formación del Gobierno coalicionista, aunque en las filas de este partido ya sonaban críticas contra su directiva. El grupo que presentó su crítica en el congreso declaró la creación del Buró Organizativo y que se reservaba la libertad de acción; ellos mismos frustraron la elección de Kerenski al Comité Central.
El VIII Congreso del partido de los demócratas constitucionalistas (9-11 de mayo) expresó “la esperanza de que la entrada de los socialistas en el Gobierno pondrá fin a la dualidad de poderes”.
Sólo los bolcheviques explicaban que la entrada de representantes de los partidos “socialistas” en el Gobierno de coalición no había cambiado nada. No ha cambiado nada: así se titulaba uno de los artículos de Lenin publicado en el Pravda del 11 de mayo.
“Ahora que han entrado en el Gobierno ministros “socialistas” —escribía—, las cosas marcharán de otra manera: nos han asegurado y siguen asegurándonos los defensistas. Pero han bastado unos cuantos días para que empiece a revelarse la falsedad de tales aseveraciones”.
Promoviendo y apoyando la consigna “¡Todo el poder a los Soviets!”, los bolcheviques, al mismo tiempo, exhortaban a los obreros y soldados a lograr que los Soviets conciliadores cambiaran su política, renunciaran a la política de confiar en el Gobierno Provisional, se reeligieran los delegados a los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. En el Mandato a los diputados a elegir por las fábricas y regimientos para el Soviet de Diputados Obreros y Soldados, escrito por Lenin, se subrayaba:
“1º) Nuestro diputado debe ser un adversario incondicional de la guerra actual, imperialista, de rapiña. Esta guerra la hacen los capitalistas de todos los países —Rusia, Alemania, Inglaterra, etc.— en aras de sus beneficios y para estrangular a los pueblos débiles.
2º) Mientras esté al frente del pueblo ruso un Gobierno de los capitalistas, ¡ningún apoyo, ni un solo kopek para ese Gobierno, que hace una guerra de conquista!
3º) Nuestro diputado debe abogar por la inmediata publicación de los rapaces tratados secretos (sobre la estrangulación de Persia, el reparto de Turquía, de Austria y otros) concertados por el ex zar Nicolás con los capitalistas de Inglaterra, Francia, etc.
4º) Nuestro diputado debe abogar por la inmediata anulación de todos esos tratados. El pueblo ruso, los obreros y los campesinos, no quieren oprimir ni oprimirán a ningún pueblo; no quieren retener ni retendrán por la fuerza dentro de las fronteras de Rusia a ningún pueblo no ruso. ¡Libertad para todos los pueblos, alianza fraternal entre los obreros y campesinos de todas las nacionalidades!
(5) Nuestro diputado debe abogar por que el Gobierno ruso proponga inmediata e incondicionalmente, sin la menor reserva ni la más leve demora, abiertamente, la paz a todos los países beligerantes, sobre la base de la emancipación de todas las naciones oprimidas o privadas de plenitud de derechos, sin ninguna excepción”.
Lenin no terminó de escribir el Mandato, pero los principales preceptos de este esbozo, publicado por primera vez en 1925, fueron la base del Proyecto de mandato al elegir los delegados al Soviet de Diputados Obreros y Soldados, que apareció en el Pravda el 7 de mayo de 1917. Esto era la plataforma oficial del Partido Bolchevique en la campaña para reelegir los Soviets, que reflejaba el estado de ánimo y las aspiraciones de las más amplias masas.