Historia Ilustrada de la Revolución. Septiembre de 1917
Septiembre de 1917: la crisis ha madurado
12-14 de septiembre: en la carta enviada al Comité Central y a los comités de Petrogrado y Moscú del POSD(b)R, V. I. Lenin plantea en el “orden del día… la insurrección armada… conquistar el poder, derribar al Gobierno”.
Al fin, el viernes 1 de septiembre, medio año después de haber sido derrocada la autocracia, Rusia fue proclamada oficialmente república. Este comunicado apareció en todos los periódicos junto con la noticia de que “para restablecer el orden estatal quebrantado”, el Gobierno Provisional decidió formar un Directorio (Consejo de los Cinco), integrado por A. Kerenski, Primer Ministro; A. Verjovski, ministro de Guerra; D. Verderevski, ministro de Marina; A. Nikitin, ministro de Correos y Telégrafos; M. Teréschenko, ministro de Asuntos Exteriores. En el país se estableció, de hecho, el poder unipersonal de Kerenski, quien trataba por todos los medios de conservar la dominación burguesa.
Una de las causas por la que se creó el Directorio se debió a que los mencheviques y eseristas se negaron a formar parte del Gobierno en el que participaban demócratas constitucionalistas. Los líderes de los partidos conciliadores temían perder por completo la confianza de las masas, tambaleante después de las jornadas de julio, la Asamblea de Estado y la conspiración de Kornílov.

En los primeros días después de ser aplastada la sublevación de Kornílov, los bolcheviques, tanto en el centro como en las provincias, comenzaron a desempeñar el papel fundamental en las organizaciones proletarias de masas. “Entre el proletariado —escribió Lenin el 1 de septiembre de 1917—, un descenso evidente de la influencia eserista y menchevique y un crecimiento patente de la influencia bolchevique”.
Los acontecimientos de las postrimerías de agosto y de las primeras fechas de septiembre mostraron que el partido en su VI Congreso había determinado con acierto el desarrollo general del movimiento revolucionario en el país, la dirección del golpe principal y las formas de lucha.
Pero la lucha contra los kornilovianos había avivado a los Soviets; comenzó su renovación, su bolchevización en masa. “…Bastó la ‘fresca brisa’ de la korniloviada —señaló Lenin—, que anunciaba una buena tormenta, para que el aire viciado del Soviet se purificara por algún tiempo y la iniciativa de las masas revolucionarias empezara a manifestarse como algo grandioso, potente e invencible.”
El 31 de agosto, los mencheviques y eseristas se encontraron en minoría —por primera vez desde el surgimiento de los Soviets— al votar por una de las cuestiones más importantes de la revolución: el problema del poder. En la sesión plenaria del Soviet de Petrogrado, celebrada en la noche del 1 de septiembre, se aprobó la resolución (279 votos a favor, 115 en contra y 50 abstenciones) propuesta por el partido de los bolcheviques, que condenaba la política de coalición, invocaba a transmitir todo el poder a los Soviets y trazaba un programa de transformaciones revolucionarias en el país.
Por primera vez —después del VI Congreso— el partido leninista volvía a plantear el asunto del poder de los Soviets. El cambio de la composición y la política de la aplastante mayoría de los Soviets del país, así como su transformación en un órgano combativo de las masas, crearon las premisas objetivas para promover de nuevo la consigna de “¡Todo el poder a los Soviets!”. Fue precisamente así como los bolcheviques de la segunda capital —Moscú— interpretaron la posición del Soviet de Petrogrado. En la resolución aprobada el 5 de septiembre por el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Moscú (por mayoría de 355 votos), los bolcheviques apoyaron esta solución sobre el poder.
El 9 de septiembre dimitió el presídium menchevique-eserista de la Sección Obrera del Soviet de Petrogrado. El 13 de ese mismo mes fue reelegido el Comité Ejecutivo de la Sección de Soldados. El 25 de septiembre, los bolcheviques encabezaron el nuevo Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado: votaron por ellos 230 diputados de los 400 presentes. Los eseristas obtuvieron 102 votos y los mencheviques, 54. El periódico Petrogradski Listok (“La Hoja Petrogradense”), del 26 de septiembre, escribió: “El Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado entra en un período nuevo: el período bolchevique. La mayoría en el Soviet pertenece ahora a los bolcheviques…”
De la resolución del Soviet de Petrogrado sobre el poder, 1 de septiembre de 1917
… El Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado declara: nosotros, los obreros y la guarnición de Petrogrado, no prestaremos ningún apoyo al Gobierno de la burguesía, la omnipotencia y la violencia contrarrevolucionaria. Expresamos nuestra firme seguridad de que la noticia acerca del nuevo poder encontrará una sola respuesta por parte de la democracia revolucionaria: “Dimisión”.

Aumentaba con rapidez el número de ciudades en las que los Soviets aprobaban las resoluciones propuestas por los bolcheviques. Sólo en septiembre, más de 80 Soviets apoyaron las disposiciones de los Soviets de Petrogrado y Moscú sobre la entrega del poder a los obreros y campesinos pobres.
Muestra de la creciente influencia de los bolcheviques entre las masas fueron también las elecciones a las dumas urbanas y distritales, celebradas en septiembre. En el sufragio a la Duma urbana de Petrogrado obtuvieron el 33% de los votos. Entre los diez grupos que competían en las elecciones a las dumas distritales de Moscú, el Partido Bolchevique consiguió el 47% de los votos.
Una mujer, miembro de la municipalidad urbana de Petrogrado Gazeta-kopeika (“El periódico de un Kopek”), del 24 de septiembre de 1917
En el palco municipal de la Duma de Petrogrado apareció por primera vez una figura femenina. Es el nuevo “consejero municipal”. Una morena de unos 23 años, con vestido negro. Durante la sesión subió dos veces al estrado.
Se porta con desenvoltura. Es la señora Smith-Falkner, protegida de los bolcheviques. Al nuevo “consejero municipal”, que pertenece al bello sexo, se le ha concedido una de las seis carteras de la alimentación.
El paso de los Soviets a las posiciones de los bolcheviques y la reelección de los diputados a las dumas urbanas y distritales concedieron nuevas fuerzas a las masas revolucionarias, fortaleciendo su actividad.
En los primeros días de septiembre se creó en el país una situación muy peculiar, que Lenin caracterizó como “brusco y… original viraje de la revolución rusa”: la contrarrevolución fue visiblemente debilitada, mientras que el campo revolucionario había cobrado vigor, pues la lucha contra los seguidores de Kornílov agrupó en un todo único a distintas fuerzas del movimiento revolucionario del país.
Se creó —según palabras de Lenin— la extremamente rara y valiosa posibilidad de desarrollo pacífico de la revolución. A los Soviets se les presentaba de nuevo la posibilidad de tomar el poder por vía pacífica.
En aras de este desarrollo pacífico de la revolución —indicaba Lenin—, los bolcheviques, “…como partido, podemos proponer un compromiso voluntario, cierto que no a la burguesía —nuestro directo y principal enemigo de clase—, sino a nuestros adversarios más próximos, a los partidos ‘dirigentes’ de la democracia pequeñoburguesa: los eseristas y los mencheviques”.
El compromiso consistía en que los bolcheviques retornarían a la reivindicación de antes de julio: por una parte, todo el poder a los Soviets; por otra, la formación de un Gobierno integrado por mencheviques y eseristas, responsable ante los Soviets. Sin pretender participar en el Gobierno integrado por representantes de los partidos pequeño-burgueses, los bolcheviques no insistirían en exigir el paso inmediato del poder al proletariado y a los campesinos pobres, ni en los métodos revolucionarios de lucha por esa reivindicación, pues el Gobierno de los mencheviques y eseristas, que hubiera renunciado a la coalición directa con los representantes de la burguesía rusa, “podría garantizar, con una probabilidad gigantesca, un movimiento pacífico de avance de toda la revolución en Rusia”.
La máxima condición del compromiso deberían ser la plena libertad de propaganda y la convocatoria —sin nuevas dilaciones— de la Asamblea Constituyente. Precisamente la libertad de propaganda y la aplicación inmediata de principios democráticos garantizarían, según Lenin, la conquista y el avance pacíficos de la mayoría bolchevique a los Soviets.
Esto lo escribió Lenin el viernes, 1 de septiembre. El artículo se titulaba Acerca de los compromisos y estaba destinado para el periódico Rahochi Put (“La Senda Obrera”), uno de los nombres con que aparecía el Pravda en aquellos días. Pero el material no llegó a la redacción ese mismo día “debido a circunstancias casuales”, como explicó Lenin en el post scriptum escrito dos días después. Y, teniendo en cuenta su clandestinidad forzosa, añadió: “…la historia dirá que bajo el gobierno de Kerenski no todos los bolcheviques gozaban del derecho de fijar libremente su residencia”.
“… Después de haber leído los periódicos del sábado y los de hoy, domingo —continuó en su post scriptum—, me digo: quizá sea demasiado tarde para proponer un compromiso… Todo indica que han pasado ya los días de posible vía pacífica de desarrollo… Sólo me resta enviar estas notas a la redacción, rogándole que las encabece así: Pensamientos tardíos… A veces, tal vez pueda tener cierto interés conocer algunos pensamientos tardíos”.

¿Qué sucedió durante esos dos días? En la noche del 2 de septiembre, después de celebrarse durante dos días una reunión extraordinaria del Pleno unificado del Comité Ejecutivo Central de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados y el Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Campesinos de toda Rusia, la dirección eserista-menchevique, que aún conservaba la mayoría en el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, logró que éste aprobara una resolución de apoyo al Directorio, concediendo nuevamente de ese modo a Kerenski facultades para formar un Gobierno a su antojo. Así pues, los líderes de mencheviques y eseristas, que de palabra declaraban su ruptura con los demócratas constitucionalistas, volvieron a capitular una vez más ante ellos. Los bolcheviques calificaron este acto del Comité Ejecutivo Central como una nueva traición a los intereses revolucionarios, como la renuncia a la posibilidad real de tomar el poder por vía pacífica.
Varios días después, Lenin retornó al tema de que era probable el desarrollo pacífico de la revolución. Una de las motivaciones fue el aumento de las divergencias entre las alas de izquierda y de derecha de los partidos conciliadores. El ala izquierda de los mencheviques se desintegró en varias corrientes. Los mencheviques que se agrupaban en torno a Mártov comenzaron a pronunciarse contra la coalición con la burguesía, y por la formación de un “Gobierno socialista homogéneo”. El grupo Vida Nueva creó, a comienzos de septiembre, su Buró Central, que no se supeditaba al Comité Central menchevique. En septiembre-octubre se escindió de forma definitiva el partido de los eseristas. El ala izquierda del partido tenía su órgano oficial impreso. Todo esto necesariamente repercutía en la labor del Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia.
Respecto a varias cuestiones, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia se pronunció contra las decisiones adoptadas por Kerenski. Así sucedió, por ejemplo, cuando los líderes eseristas y mencheviques criticaron la orden de suprimir los comités para combatir acciones contrarrevolucionarias, creados para aplastar el levantamiento de Kornilov. Así ocurrió cuando Kerenski intentó cerrar varios periódicos y el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia envió destacamentos de marinos para custodiar sus redacciones e imprentas y los periódicos continuaron apareciendo.
Por supuesto, estas decisiones reflejaban, ante todo, el proceso de toma de conciencia revolucionaria de las masas, y no significaban cambios radicales en las apreciaciones y puntos de vista de los conciliadores. Pero creaban la base para alcanzar un compromiso entre los partidos representados en los Soviets, y promover la consigna de lucha: “¡Todo el poder a los Soviets!”
Los mencheviques y eseristas recibieron de uñas la nueva proposición de los bolcheviques sobre el compromiso. Los “socialistas ministeriables” —así los llamó Lenin— tenían mucho de común con el Gobierno Provisional: aletargaban al pueblo dedicándose a “futilidades”, mientras que la burguesía se apoderaba cada vez más del poder. La absurda credulidad pequeñoburguesa en los buenos deseos, adoptada sin crítica alguna del ambiente pancista, les impedía ver —como dijera Lenin— que el poder ya estaba en otras manos, que ya no lo tenía la “democracia revolucionaria”, que el poder ya lo había usurpado y consolidado la burguesía. A partir de los acontecimientos de julio, la reacción avanzaba con lentitud, pero con constancia, obteniendo todos los días “concesiones” y “concesioncitas” de quienes más gritaban acerca del triunfo de la democracia y de la victoria, “¡¡viendo la ‘victoria’ —como se expresara Lenin — en que los Kalédin, los Kornílov y los Kerenski no se los tragasen de un golpe!!”
Al concluir que era imposible el desarrollo pacífico de la revolución, Lenin escribió una carta al Comité Central y a los comités de Petrogrado y Moscú del POSD(b)R.
De la carta de V. I. Lenin Los bolcheviques deben tomar el poder, dirigida al Comité Central y a los comités de Petrogrado y Moscú del POSD(b)R, escrita el 12-14 de septiembre
Después de haber conquistado la mayoría en los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de ambas capitales, los bolcheviques pueden y deben tomar en sus manos el poder del Estado.
Pueden, pues la mayoría activa de los elementos revolucionarios del pueblo de ambas capitales es suficiente para llevar tras de sí a las masas, vencer la resistencia del enemigo, derrotarlo, conquistar el poder y sostenerse en él; pueden, pues al proponer en el acto la paz democrática, entregar en el acto la tierra a los campesinos y restablecer las instituciones y libertades democráticas, aplastadas por Kerenski, los bolcheviques formarán un Gobierno que nadie podrá derrocar.
La mayoría del pueblo nos apoya. Así lo ha demostrado el largo y difícil camino recorrido desde el 6 de mayo hasta el 31 de agosto y hasta el 12 de septiembre: la mayoría en los Soviets de ambas capitales es el fruto de la evolución del pueblo hacia nosotros. Lo mismo demuestran las vacilaciones de los eseristas y mencheviques y el fortalecimiento de los internacionalistas entre ellos.
Desde mediados de septiembre, la consigna de “¡Todo el poder a los Soviets!” comenzó a ser equivalente al llamamiento a la insurrección armada. No se trataba de la fecha de la acción, en el sentido estricto de la palabra, sino de que la revolución había entrado en una etapa nueva de su desarrollo, la cual requería que en el “orden del día” se planteara con precisión y claridad el asunto de la insurrección armada y la toma del poder por el proletariado en alianza con los campesinos pobres. La crisis nacional se acrecentaba con gran rapidez. El Partido Bolchevique tomó el rumbo firme hacia el derrocamiento armado del poder burgués. Materializando las orientaciones del VI Congreso, se debía no sólo preparar de manera minuciosa y multilateral las fuerzas para la lucha armada, sino también determinar con precisión el momento oportuno, cuando existiesen todas las condiciones.
¿En qué se expresaba concretamente la crisis nacional?

Ante todo, en que la actividad del Gobierno se hallaba paralizada. Unas de sus disposiciones fueron determinadas por la iniciativa de las masas revolucionarias —proclamación de la república en Rusia, la detención de los generales Kornílov, Lukomski y Romanóvski y el coronel Pliushevski-Pliushik, inspiradores y organizadores activos de la sublevación— y otras, orientadas contra estas masas, se ignoraban e incumplían. A pesar de la severa orden de Kerenski (el 30 de agosto fue designado también comandante en jefe), que prohibía a los soldados dedicarse a la política, en Minsk se celebró abiertamente una asamblea de los bolcheviques de la región y del Frente, aclamada con gran entusiasmo por los soldados. Crecían y aumentaban los destacamentos de la Guardia Roja, a pesar de la prohibición gubernamental de organizar “sin autorización” los llamados destacamentos para combatir la contrarrevolución. Hacia comienzos de septiembre, sólo en Petrogrado había entre 13.000 y 15.000 guardias rojos.
No sólo los círculos gubernamentales no podían dirigir como antes: fracasó también la política de conciliación llevada a cabo por los mencheviques y eseristas. Esto se expresó en que después de los sucesos de julio, ambos partidos se convirtieron —como escribió Lenin— “… en cómplices y partícipes del sanguinario terror contrarrevolucionario. La confianza inconsciente de los pequeños burgueses en los capitalistas ha hecho que los primeros… apoyen conscientemente a los contrarrevolucionarios”.
La situación empeoraba debido al debilitamiento de la economía; la ruina de la industria y el transporte adquirió niveles nacionales. La producción industrial se redujo de manera considerable: en 1917 respecto al año anterior disminuyó en el 36,4%. La producción de acero y arrabio menguó a casi la mitad, la extracción de carbón bajó hasta el nivel de 1911. La situación en el transporte ferroviario era catastrófica: faltaban combustible, vagones, locomotoras, se destruían las vías.

El caos económico lo aceleraba la crisis financiera. El alza de los precios condujo al aumento de la emisión de papel moneda, cuyos billetes se conocían con el nombre de “kérenki”. Se emitían en hojas, cada una de ellas contenía 40 ejemplares y se consideraban “pagaderas mientras conserve 3/4 partes de su tamaño y su aspecto exterior”. En septiembre se emitieron un billón 954.400 millones de rublos. La capacidad adquisitiva del rublo apenas llegaba a los 10 kopeks de anteguerra. Rusia marchaba con rapidez hacia la catástrofe económica. La indigencia y las calamidades de las masas trabajadoras llegaron al extremo.
Disturbios a causa del hambre se producían en todo el país. En algunos casos, como sucedió en Zhitómir, se llamaban tropas para apaciguar a la gente que protestaba contra el alza del precio del pan. El 1 de septiembre se efectuó en los Urales una grandiosa huelga política de un día. Los proletarios uralenses exigían, por unanimidad, que se combatiera a la contrarrevolución y se entregara el poder a los Soviets. Esto significaba que había cambiado el carácter de la lucha huelguística, que los obreros se liberaban de los estados de ánimo defensistas y de la influencia de los conciliadores.

En total, durante el mes de septiembre se registraron en las empresas industriales: 108 huelgas, 18 levantamientos obreros, 33 implantaciones de la autogestión obrera, 21 detenciones y expulsiones de la administración fabril, 8 ocupaciones de empresas, etc. Un gran acontecimiento político fue la huelga nacional de ferroviarios (24-27 de septiembre), uno de los mayores paros económicos de masas registrados en el período anterior a octubre.
Respecto a la huelga de ferroviarios
El Comité Ferroviario Central de Huelga de toda Rusia acordó, por mayoría de votos (19 contra 16), comenzar el paro nacional de ferroviarios a las 12 de la noche del 23 de septiembre.
La huelga en la vía férrea Nikoláevskaia ya ha comenzado.
Golos Soldata, 24 de septiembre
A la resolución del Comité Ejecutivo Central de ferroviarios, que ha decidido declarar la huelga, se unen los comités distritales de ferroviarios de distintas ciudades de Rusia.
Gazeta-kopeika, 26 de septiembre
Tambov, 24 de septiembre. En el ferrocarril comenzó la huelga. Hay un comité de huelga.
Sumi, 24 de septiembre. Ayer, a las 12 de la noche, cesó el movimiento de los trenes de cercanías. Además, se suspendió la venta de billetes para los trenes de larga distancia, la recepción de equipajes y la transmisión de telegramas comerciales privados y cifrados.
Vorónezh, 24 de septiembre. A medianoche de hoy comenzó la huelga de ferroviarios tanto en las líneas de cercanías como en todas las oficinas y talleres.
Nizhni Nóvgorod, 24 de septiembre. En las estaciones de Nizhni Nóvgorod se formaron comités de huelga que rehusaron la propuesta del Gobierno Provisional de desconvocar el paro.
Tsarítsin, 25 de septiembre. El Soviet de Diputados Obreros y Soldados se expresó a favor del paro de ferroviarios y eligió su representante para el comité de huelga.
Petrogradski Listok, 26 de septiembre
Debido al paro que comenzó en la noche del 24 de septiembre en la vía férrea Moscú-Kursk, se suspendieron los trenes a Ekaterinoslav, Elets, Sebastopol, Simferópol, Rostov y Kislovodsk… En la vía férrea Moscú-Nizhni Nóvgorod se suspendieron un par de trenes: los NN ‘ 9 y 10. En el ferrocarril Moscú-Kazán se suspendieron los trenes con destino a Rostov, Kislovodsk, Kozlov. En la vía férrea Nikoláevskaia se suspendieron dos trenes: los NN’ 25 y 26. En la vía férrea del Norte se suspendieron los trenes con destino a Omsk, Tomsk, Viatka y Arjánguelsk.
Moskovskie Védomosti, 26 de septiembre
El Comité Central de partido leninista exhortó a los obreros y campesinos a “rodear a los ferroviarios de un ambiente de plena simpatía”, protegerlos del acoso de la contrarrevolución y ayudarles a alcanzar la victoria. El paro, apoyado por toda la clase obrera, transcurría organizadamente. Los huelguistas custodiaban las estaciones ferroviarias, el material rodante. La huelga de los ferroviarios obligó al Gobierno Provisional a hacer concesiones y a satisfacer de manera parcial las reivindicaciones presentadas..
Con el fin de combatir el creciente movimiento obrero, los empresarios recurrían al cierre de las fábricas. Por ejemplo, hacia el 1 de septiembre, los fabricantes de lvánovo-Voznesensk habían arrojado a la calle a 10.000 tejedores. So pretexto de que no había materias primas, la administración de la fábrica de construcciones mecánicas y de fundición “Vulkán”, de Petrogrado, declaró el cierre de la empresa y el despido de todos los obreros a partir del 7 de septiembre. El 8 de septiembre, la administración de la fábrica de fundición de hierro colado y de construcciones mecánicas “Parviainen” anunció el despido de 1.630 obreros, poniendo como pretexto la falta de combustible.
Los bolcheviques encabezaban la lucha contra los organizadores de los cierres de empresas. Siendo miembros de los comités de fábrica, aclaraban las verdaderas cantidades de las reservas de combustibles y alimentos, explicaban a los obreros las causas reales de las decisiones de los empresarios, levantaban al proletariado a la lucha organizada contra el capital. Por ejemplo, el comité del partido del distrito de Surajani (Bakú), organizó el 6 de septiembre un mitin debido a que la Sociedad Petrolera de Bakú había despedido a algunos obreros. De acuerdo con la resolución de dicho mitin, al día siguiente se declararon en huelga los obreros de todo el distrito de Surajani, y a finales de septiembre el paro se extendió a todas las explotaciones petrolíferas de Bakú.
Respecto a la huelga en las explotaciones de Bakú
Tiflís, 24 de septiembre. Con motivo de la huelga en las explotaciones de Bakú, a Dzhafárov, comisario de Transcaucasia, se le comunica desde dicha ciudad que los empresarios petroleros se negaron a satisfacer las reivindicaciones de los obreros… La huelga comenzará el miércoles por la mañana,
Petrogradski Listok, 26 de septiembre
Se ampliaba y crecía asimismo el movimiento campesino, y el Gobierno adoptaba las medidas más rigurosas para aplastarlo. En la orden firmada por Kerenski el 8 de septiembre se indicaba que las acciones de los campesinos serían castigadas con toda la severidad de tiempo de guerra.
Se enviaban destacamentos punitivos a las zonas donde los campesinos se apoderaban de las tierras, haciendas, aperos de labranza, etc.
No obstante, el movimiento campesino iba en ascenso. Sólo durante septiembre, en 68 provincias y regiones de Rusia se registraron 630 acciones campesinas: 83 destrucciones y 61 apropiaciones de haciendas; 73 ocupaciones de tierras arables; 63, de prados y praderas; 96, de bosques; 28, de aperos de labranza; 57, de cosechas; 26 casos de tala de bosques, etc.
Disturbios agrarios
Moscú, 25 de septiembre. Durante los tres últimos días, los campesinos del pueblo de Arjánguelskoe, subdistrito de Bogoyavlenski, han destruido la hacienda del príncipe Volkonski.
Birzhevíe Védomosti, Publicación vespertina, 25 de septiembre
Kozlov, 24 de septiembre. Los disturbios agrarios se extienden a otros sub-distritos. Se ha detenido a más de 200 instigadores.
Petrogradski Listok. 26 de septiembre
Petrogrudo. Desde el mes de abril, los campesinos asaltaron 20 haciendas en el distrito de Rannenburgo.
Gazeta-kopeika, 28 de septiembre
La lucha de liberación nacional también se agudizó: el movimiento huelguístico y las acciones campesinas en Ucrania, Bielorrusia, Besarabia y regiones del Báltico; la insurrección en las regiones de Semirechie y Turgái; los “desórdenes” en el Cáucaso del Norte. Sonaban cada vez con mayor insistencia las reivindicaciones de conceder la independencia a Finlandia. El movimiento nacional en algunas localidades se convertía en una lucha por el poder de los Soviets.

A mediados de septiembre, el recién reelegido Soviet de Tashkent creó el Comité Provisional Revolucionario que destituyó del poder a la administración local, estableció su control en correos y telégrafos y en la estación telefónica. Se desarmó a la escuela de alféreces. Kerenski declaró que los acontecimientos en Tashkent eran un “motín contrarrevolucionario” y por su indicación fue enviada una expedición punitiva.
Del telegrama de Kerenski, del 19 de septiembre, al Comité Turquestano del Gobierno Provisional sobre la adopción de medidas punitivas contra el Soviet de Tashkent
… No mantener ninguna negociación con los amotinados; las vacilaciones son intolerables; se requieren medidas más resueltas. El Gobierno no puede permitir la impunidad de los delitos que ponen en peligro la existencia de la población en regiones enteras. Todos los funcionarios deben cumplir de inmediato sus deberes… No podrá adoptarse ninguna disposición que contradiga las presentes indicaciones. Kerenski, comandante en jefe.
Pero cada vez era más difícil emplear el ejército con fines punitivos. Las masas de soldados se convencían que el Gobierno Provisional aplicaba una política traicionera. En las primeras fechas de septiembre, varias compañías del 74º Regimiento de Infantería de Reserva, acuartelado en la ciudad de Oriol, se negaron a implantar los tribunales disciplinarios e incluso intentaron arrestar al jefe del regimiento que apoyaba estas medidas. Los soldados declararon que ellos no habían elegido al Gobierno Provisional ni a Kerenski y que, por lo tanto, no los reconocían.
Otra muestra de la crisis nacional fue la injerencia activa del imperialismo internacional en los asuntos internos. EE.UU. concedió al Gobierno Provisional un nuevo crédito de 125 millones de dólares y Japón confirió un gran préstamo al país: 105 millones de yenes, aunque, por cierto, 70 millones de ellos se concedían para pagar antiguas deudas. Pero los aliados no sólo ayudaban, también exigían. Durante la audiencia concedida por Kerenski el 26 de septiembre, los embajadores de Francia, Inglaterra e Italia dijeron con bastante insistencia que el Gobierno Provisional “debía demostrar en la práctica su decisión de emplear todos los medios con el fin de restablecer la disciplina y el verdadero espíritu marcial en el ejército, así como de asegurar el funcionamiento adecuado del aparato gubernamental tanto en el frente como en la retaguardia”.
El 29 de septiembre, por exigencia de Buchanan, embajador inglés, el Gobierno Provisional enjuició a V. Soloviov, redactor del periódico bolchevique moscovita Sotsial-democrat, por publicar en el número 150 el artículo Acerca de los agentes del imperialismo extranjero, sobre el apoyo que prestaba el embajador inglés a la contrarrevolución rusa. Las autoridades militares alemanas fusilaron en Riga a seis miembros del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros. Tal era la asombrosa unanimidad de ambas agrupaciones beligerantes de la burguesía internacional respecto a los verdaderos portavoces de los intereses revolucionarios del proletariado de Rusia.

Con el fin de encontrar una salida de la crisis y examinar la cuestión del poder, el Comité Ejecutivo Central eserista-menchevique de los Soviets convocó el 14 de septiembre la llamada Asamblea Democrática de toda Rusia, aplazando de ese modo la convocatoria del Congreso de los Soviets de toda Rusia y, de hecho, sustituyéndolo. Acudieron a la asamblea más de 1.500 personas. A los Soviets, que representaban la inmensa mayoría del pueblo, se les concedieron tan sólo 230 escaños; 300 a las municipalidades; 200 a los zemstvos; 120 a las cooperativas. Esta composición aseguraba, igual que antes, una mayoría dócil a los mencheviques y eseristas. De acuerdo con su proposición, la Asamblea Democrática dispuso instituir el Consejo Provisional de la República Rusa o, como se lo llamaba también, el Anteparlamento, órgano representativo permanente adjunto al Gobierno Provisional. A primera vista parecería que se implantaba en Rusia un régimen parlamentario, pero según el reglamento aprobado por el Gobierno Provisional, el Anteparlamento no era más que un órgano consultivo anexo al Gobierno.
Lenin se expresó resueltamente a favor de boicotear el Anteparlamento, mostrando que su esencia era engañar a los obreros y campesinos con el fin de desviarlos de la revolución, que la táctica de participar en este organismo no concordaba con las relaciones objetivas existentes entre las clases ni con las condiciones del momento.
“La crisis ha madurado —advertía Lenin el 29 de septiembre—. Está en juego todo el porvenir de la revolución rusa”.
Al analizar todo el conjunto de acontecimientos en el país, Lenin llegó a la conclusión sobre la necesidad de materializar inmediatamente las resoluciones del VI Congreso del partido sobre la preparación de la insurrección armada. “Nos sigue la mayoría de la clase que constituye la vanguardia de la revolución, la vanguardia del pueblo capaz de llevar tras sí a las masas —escribió—. Nos sigue la mayoría del pueblo…”
En el apoyo activo y concienciado de las más amplias masas de Rusia a los bolcheviques se encontraba la respuesta precisa a la pregunta de si éstos podrían tomar el poder. Lenin respondía a esta pregunta de manera afirmativa: “… Los bolcheviques pueden y deben tomar en sus manos el poder del Estado”, pues sólo de ese modo salvarán al país de la catástrofe: satisfarán las demandas del campesinado que durante siete meses de revolución no recibió nada de los partidos de la coalición, excepto promesas hueras: prevendrán la eminente entrega del Petrogrado revolucionario a los alemanes; impedirán la paz por separado entre los imperialistas ingleses y alemanes, con cuyos esfuerzos comunes se puede estrangular a la revolución rusa; propondrán una paz verdadera a los pueblos.
Precisamente los bolcheviques deben tomar el poder, pues solo ellos tienen un plan, claro y comprendido por las masas, para sacar al país de la prolongada crisis: establecer un sistema correcto y justo en el empleo de la mano de obra en la producción y la distribución de los productos; eliminar todo gasto innecesario de fuerzas y recursos. “Control, fiscalización, contabilidad: eso es lo principal en la lucha contra la catástrofe y el hambre —subrayaba Lenin—. Eso es algo indiscutible y admitido por todos”.
Sólo el control obrero sobre la producción y la distribución de los productos, la nacionalización de los bancos y de la gran industria, la confiscación de las posesiones de los terratenientes, la nacionalización de toda la tierra en el país y otras medidas revolucionarias podían salvar a Rusia de la ruina y el hambre y, al mismo tiempo, hacerla avanzar hacia el socialismo.
La realización consecuente de todas estas medidas en interés de la democracia revolucionaria significaba aquel paso resuelto hacia el socialismo que de ningún modo se decidían a dar los líderes de los mencheviques y eseristas.
“En la Rusia del siglo XX —señalaba el guía de la revolución rusa—, que ha conquistado la república y la democracia por vía revolucionaria, es imposible avanzar sin marchar hacia el socialismo, sin dar pasos hacia él… Y tener miedo a avanzar significa retroceder, que es precisamente lo que hacen los señores Kerenski, con gran fruición de los Miliukov y los Plejánov y con la estúpida complicidad de los Tsereteli y los Chernov”. Sólo tomando el poder, los bolcheviques podían salvar a Rusia de ese retroceso.
Los bolcheviques deben tomar el poder debido también —señalaba Lenin— a que sólo ellos son el único partido capaz de formar un Gobierno estable, es decir, que se apoye “a ciencia cierta y sin reservas en la mayoría de la población”; firme, es decir, capaz de manifestar una “valentía verdaderamente sublime y resolución en el poder”. El órgano directo e inmediato del poder popular eran los Soviets.
“Concedemos a todo el pueblo —escribió Lenin— una salida justa, mostrando a todo el pueblo el significado de nuestra dirección ‘en las jornadas de la korniloviada’, después proponiendo un compromiso a los miembros del bloque y recibiendo una negativa de ellos”.
Después de largas negociaciones de los miembros del Directorio y la comisión de la Asamblea Democrática con representantes industriales moscovitas, el 25 de septiembre se alcanzó la meta fundamental que perseguían los mencheviques y eseristas al convocar la Asamblea Democrática: ese día terminaba la formación del tercer (y último) Gobierno de coalición.
Ese nuevo Gobierno no salvaba al país de la crisis nacional, que se manifestaba de manera cada vez más amenazadora en la incapacidad del poder, en la ruina económica, en el auge del movimiento revolucionario, en el abandono total del Gobierno por el ejército, en la agudización de la lucha de liberación nacional.
Surgió la situación revolucionaria necesaria para la insurrección victoriosa. Era tal la tensión que los “de arriba” no podían seguir gobernando a la antigua, y los “de abajo” habían tomado conciencia de que era imposible seguir viviendo a la antigua.
Del artículo de V. I. Lenin Un problema fundamental de la revolución, publicado el 27 de septiembre de 1917 en el periódico Rabochi Put
El problema fundamental de toda revolución es, indudablemente, el problema del poder. Lo decisivo es qué clase tiene el poder. Por eso, cuando el periódico del principal partido gubernamental de Rusia, Delo Naroda, se quejaba hace poco (Nº 147) de que las discusiones acerca del poder hacen olvidar el problema de la Asamblea Constituyente y el problema del pan, debería haberse respondido a los eseristas: quejaos de vosotros mismos. Porque son precisamente las vacilaciones y la indecisión de vuestro partido las culpables principales de que siga girando el “carrusel ministerial”, de que se aplace una y otra vez la Asamblea Constituyente y de que los capitalistas hagan fracasar las medidas adoptadas y previstas para el monopolio del trigo y el abastecimiento de pan al país.
No se puede esquivar ni apartar el problema del poder, pues es precisamente el problema fundamental que lo determina todo en el desarrollo de la revolución, en su política exterior e interior. Que nuestra revolución “ha gastado inútilmente” seis meses en vacilaciones respecto a la organización del poder es un hecho indiscutible, originado por la política vacilante de los eseristas y de los mencheviques. Pero, a su vez, la política de estos partidos ha sido determinada, en última instancia, por la posición de clase de la pequeña burguesía, por su inestabilidad económica en la lucha entre el capital y el trabajo.
La cuestión reside ahora en saber si la democracia pequeñoburguesa ha aprendido algo en estos importantísimos seis meses, extraordinariamente ricos de contenido. Si la respuesta es negativa, ello significará que la revolución ha sucumbido y sólo podrá salvarla una insurrección del proletariado.
La renuncia de los partidos conciliadores al compromiso propuesto por los bolcheviques, dejaba sólo una posibilidad para salvar la revolución: la insurrección. “No hay término medio —destacaba Lenin—. No se puede esperar. La revolución se hunde”.