¿Trotskismo o leninismo? El Partido del proletariado (Harpal Brar).
Harpal Brar
El Partido del proletariado:
La concepción de Lenin de un Partido proletario de nuevo tipo y la liquidación del trotskismo. La importancia del Partido.
“El proletariado no dispone, en su lucha por el Poder, de más arma que la organización. El proletariado, desunido por el imperio de la anárquica concurrencia dentro del mundo burgués, aplastado por los trabajos forzados al servicio del capital, lanzado constantemente «al abismo» de la miseria más completa, del embrutecimiento y de la degeneración, sólo puede hacerse y se hará inevitablemente invencible, siempre y cuando que su unión ideológica por medio de los principios del marxismo se afiance mediante la unidad material de la organización, que cohesiona a los millones de trabajadores en el ejército de la clase obrera.”[1]
Debido a la lucha del leninismo contra el individualismo pequeño burgués y «el anarquismo aristocrático», nosotros, los marxistas-leninistas, concluimos de antemano que si tiene que haber revolución proletaria, tiene que haber, igualmente, un Partido proletario que guiará a este proletariado y a millones de masas trabajadoras hasta concluir en una revolución exitosa. Esta verdad, sobre la cual nunca podremos insistir lo suficiente, ha sido confirmada por la historia de las revoluciones proletarias en Rusia, China, etc.
Tomemos el ejemplo de Rusia. Con la gran revolución socialista de Octubre, el conjunto de la humanidad ha dado un paso gigantesco adelante. La Revolución de Octubre llevó a una nueva era, la era de la revolución proletaria y del colapso del capitalismo. En muy poco tiempo, como resultado de esta revolución, la Rusia atrasada, ignorante y bárbara se transformó en un Estado socialista altamente culto y económicamente desarrollado cuya economía planificada y desarrollo económico se convirtieron en temas de estudio para muchos economistas de todo el mundo. Las salvas de la Revolución de Octubre pusieron al proletariado ruso, inicialmente atrasado, a la cabeza del movimiento proletario mundial e hicieron de Rusia, anteriormente «cárcel de las naciones», una fraternidad libre de naciones. ¿Cómo fue posible tal transformación, declarada absurda por la mayoría de los líderes de Europa, incluso los «socialistas»? ¿Cómo es que, en un breve espacio de veinte años, sin la más mínima ayuda externa y a pesar de la hostilidad más rabiosa de los Estados capitalistas y de la oposición trotskista, la U.R.S.S. ha podido progresar apoyándose en sus propios recursos y construir un Estado socialista?
Esto fue posible por las siguientes razones:
(1) La dedicación y las energías creativas de las masas populares en las fábricas, las minas y el campo. Sin la cooperación y la participación de las masas populares, el tipo de transformación social operado con éxito en la U.R.S.S. habría sido imposible. Fue gracias a la cooperación y la participación del pueblo soviético, que la Unión Soviética hizo progresos increíbles en todos los campos -económico, militar, ideológico y cultural-, a pesar de que la revolución no tenía sus propios especialistas, y que tuvo que recurrir a los que le habían dejado el zarismo y el capitalismo, entre los cuales un buen número eran los peores enemigos del bolchevismo y, en consecuencia, de la Revolución de Octubre. Sin el apoyo, la cooperación, el entusiasmo, el heroísmo sin reservas en el trabajo de millones de rusos, los fantásticos progresos realizados por la U.R.S.S. no hubieran sido posible.
(2) El liderazgo asegurado por un Partido revolucionario. No sería una exageración decir que el Estado soviético no habría podido sobrevivir, y mucho menos desarrollarse, bajo tales condiciones, si los trabajadores rusos no hubieran sido dirigidos por un Partido revolucionario, un Partido que, sobre la base de la calidad de su dirección, su sacrificio y su heroísmo se había ganado su confianza, un Partido que estaban dispuestos a seguir en cada etapa de la lucha, antes, durante y después de la revolución.
Sin el Partido, el proletariado no puede alcanzar la dictadura del proletariado ni mantener, consolidar, ni desarrollar esta dictadura para garantizar la creación de las condiciones materiales y espirituales de la victoria completa del socialismo, la creación de las condiciones de transición de la sociedad desde la fase inferior del comunismo (socialismo) hacia la fase superior del comunismo, es decir, la creación de las condiciones para la desaparición del Estado, cuando la humanidad sea capaz de concretar la fórmula: “¡De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades!”[2]
En 1920, Lenin tuvo la oportunidad de enfatizar la importancia de un Partido verdaderamente revolucionario y disciplinado, inseparablemente asociado con la clase obrera y disfrutando de su confianza y apoyo:
“Ciertamente, casi todo el mundo hoy ve que los bolcheviques no se habrían mantenido en el poder, no digo dos años y medio, ni siquiera dos meses y medio, sin la más rigurosa disciplina, una auténtica disciplina de hierro dentro de nuestro Partido, sin el apoyo total e inquebrantable concedido a este último por la masa de la clase trabajadora, es decir, por todos sus elementos reflexivos, honrados, dedicados hasta el sacrificio, ligados a las masas, y aptos para conducir tras de sí o para arrastrar a las capas más atrasadas”.[3]
Para establecer, mantener y extender la dictadura del proletariado, es necesario “crear en las masas proletarias cohesión y un baluarte contra la influencia corrosiva de las fuerzas del elemento pequeñoburgués y de los hábitos pequeñoburgueses”[4]. Es necesario inculcar en las masas proletarias el espíritu de disciplina y organización. Es necesario ayudar al proletariado a educarse a sí mismo para convertirse en una fuerza capaz de guiar a la humanidad hacia su objetivo de una sociedad comunista sin clases. Pero no se puede llegar a una sociedad sin clases sin haber pasado por una era verdaderamente obstinada de lucha de clases en la que el proletariado necesitará su Partido, un Partido de hierro templado en la lucha.
“La dictadura del proletariado, dijo Lenin, es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa, contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre en millones y decenas de millones de hombres es la fuerza más terrible. Sin un Partido de hierro, forjado en la lucha, sin un Partido que disfrute de la confianza de todo lo que hay de honesto en esta clase en cuestión, sin un Partido que sepa cómo observar el estado de ánimo de la masa e influir en ella, es imposible sostener esta lucha con éxito.”[5]
Cuando hablamos de disciplina de hierro dentro de un Partido de vanguardia verdaderamente revolucionario del proletariado, ¿esto significa «disciplina ciega»? ¿Tal disciplina de hierro excluye cualquier discusión, cualquier posibilidad de conflicto de opinión dentro del Partido? Claro que no. La verdadera disciplina de hierro no solo no excluye la discusión, la crítica y la posibilidad de conflicto de opinión dentro del Partido, sino que, por el contrario, presupone tal crítica, discusión y conflicto de opinión. La disciplina de hierro de un Partido verdaderamente revolucionario descansa en la sumisión consciente y voluntaria de sus miembros, y en su unidad de voluntad y unidad de acción. Sin esa unidad de voluntad y de acción, sin esta sumisión voluntaria y consciente, la disciplina de hierro es imposible. Esto es lo que dice Lenin sobre el mantenimiento de la disciplina en un Partido revolucionario:
“La primera pregunta que surge es la siguiente: ¿cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado? ¿Cómo se comprueba? ¿Cómo se refuerza? Primero, por la conciencia de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de ligarse, de acercarse y, hasta cierto punto, si queréis, de fundirse con las más amplias masas trabajadoras, en primer término con las masas proletarias, pero también con las masas trabajadoras no proletarias. Tercero, por lo acertado de la dirección política que ejerce esta vanguardia, por lo acertado de su estrategia y su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por su propia experiencia. Sin estas condiciones es imposible la disciplina en un partido revolucionario verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar una disciplina se convierten inevitablemente en una ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose solamente a través de una labor prolongada, de una dura experiencia; su formación se facilita con una acertada teoría revolucionaria que, a su vez, no es un dogma, sino que sólo se forma de manera definitiva en estrecha conexión con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario.”[6] (es Lenin quien enfatiza).
Para los marxistas-leninistas, para los revolucionarios realmente proletarios, nunca se podrá insistir lo suficiente sobre el papel de un Partido de vanguardia y las conexiones e inseparables que debe mantener un Partido de este tipo con la masa más amplia posible de trabajadores. Pero para los intelectuales pequeño-burgueses, es casi imposible comprender la importancia de un Partido revolucionario del proletariado. Estos intelectuales pequeñoburgueses nunca han sido y nunca serán (incluso si se describen a sí mismos como «socialistas») capaces de comprender el importante papel desempeñado por el Partido Bolchevique en todas las etapas, antes, durante y después de la revolución. La masa de la intelectualidad pequeñoburguesa solo puede ver a los líderes y a una multitud de discípulos: Lenin hizo esto o Stalin hizo lo otro. Su rechazo obstinado, como intelectuales propensos al individualismo, a reconocer la importancia y el papel del Partido, el papel de este instrumento único creado bajo la dirección de Lenin, que condujo al pueblo ruso a través de todas las dificultades para establecer la dictadura del proletariado, combatiendo contra la agresión armada de los imperialistas extranjeros asociados con los reaccionarios internos y traidores -los guardias blancos- y en última instancia construyendo el socialismo en un país atrasado, fue precisamente esta incapacidad de la intelectualidad pequeñoburguesa e incluso de algunos «socialistas» la que animó a Lenin a insistir, una y otra vez, en el importante papel desempeñado por el Partido Bolchevique y sus vínculos y relaciones con las masas. Esto provocó la observación de Lenin:
“Las aclamaciones dirigidas al poder de los Soviets y a los bolcheviques, ¿no convendría acompañarlas un poco más a menudo de un muy serio análisis de las causas que permitieron a los bolcheviques forjar la disciplina esencial del proletariado revolucionario?”[7] (es Lenin quien enfatiza).
Hemos mostrado arriba la importancia de una vanguardia revolucionaria, de un Partido del proletariado, que esté indisociablemente ligada a masas trabajadoras, proletarias o no. Y repetimos que los intelectuales pequeñoburgueses (y, entre ellos, conviene incluir a los trotskistas) solo pueden plantear cuestiones organizativas y políticas a nivel personal e individual. Son incapaces de considerar la lucha entre dos líneas sobre cuestiones políticas, organizativas y tácticas que no sean una lucha entre dos individuos. Por eso, desde 1923, la hermandad antes mencionada solo ha visto una lucha entre Trotski y Stalin por la dominación personal.
Esto era un error y sigue siéndolo, y esperamos probarlo basándonos en hechos históricos y documentación sólida (y no utilizando el método trotskista, un método basado en rumores y mentiras). La lucha entre Stalin y Trotski no fue una lucha entre dos individuos sino una lucha entre dos líneas; fue una lucha entre el leninismo revolucionario y el trotskismo contrarrevolucionario; fue la continuación, después de la muerte de Lenin, de la misma lucha entre el leninismo y el trotskismo que tuvo lugar durante la vida de Lenin y durante un período de veinte años. La única diferencia, después de la muerte de Lenin, fue que el leninismo estaba dirigido por el Partido Bolchevique, a la cabeza del cual se encontraba Stalin. Trotski y sus seguidores, en vista de la posición débil del trotskismo, consideraron necesario adoptar un cambio de táctica. Ya no era posible para los trotskistas atacar al leninismo abierta y directamente como lo habían hecho antes de 1917. Por lo tanto, adoptaron la táctica sutil e insidiosa -y por lo tanto más dañina- de atacar las líneas leninistas del Partido Bolchevique, mientras afirmaban atacar al «estalinismo» para, por supuesto, «defender» al leninismo. He aquí cómo Trotski y sus seguidores trataron de desacreditar las líneas políticas leninistas del Partido Bolchevique dirigido por Stalin. De hecho, fue un ejemplo clásico del uso del nombre de Lenin para luchar contra el leninismo -contra la totalidad de su contenido, un ejemplo obvio de cómo ondear la bandera roja para combatirla mejor, así como un ejemplo evidente de los subterfugios habituales usados por los trotskistas.
Es en este contexto que debe entender el ataque de Trotski contra Stalin.
Este ataque no iba dirigido contra Stalin como individuo, sino contra alguien que, durante la lucha, había surgido como el portavoz más representativo del Partido Bolchevique, el cual propugnaba, defendía y aplicaba el leninismo. El principal objetivo de los ataques de Trotski, por lo tanto, no era Stalin sino el Partido Bolchevique. Era el bolchevismo revolucionario, es decir, el leninismo, el objeto de este ataque. Se trataba de un ataque a los métodos y formas de organización del Partido Bolchevique, un ataque a las líneas fundamentales leninistas seguidas por el Partido.
No es Trotski contra Stalin, sino el trotskismo contra el leninismo, lo que constituye la verdadera fórmula de las relaciones de Trotski con la revolución rusa; Trotski contra el Partido Bolchevique y su política leninista. Así es como están las cosas en las relaciones de Trotski con el Partido Bolchevique, antes y después de la revolución, tanto antes como después de la muerte de Lenin.
Con respecto a cualquier cuestión de importancia, la línea de Trotski estaba en conflicto con la adoptada por el Partido Bolchevique, y la práctica demostró que en cada una de estas ocasiones su línea era totalmente incorrecta y terminó en bancarrota completa. Esto, sin embargo, no evitó que Trotski, después de la muerte del gran Lenin, alegara, con su habitual modestia, que el Partido Bolchevique se había equivocado y que él, Trotski, había tenido razón en toda la línea. Se puede entender que cuando los trotskistas de hoy mienten e incurren en el egoísmo pequeñoburgués, ellos sólo aplican los principios, o más bien, tratan de aplicar los principios, de su propio jefe Trotski.
La lucha de Lenin para construir un Partido revolucionario del proletariado y la lucha de Trotski para evitar la construcción de tal Partido
Después de la revolución bolchevique, Trotski naturalmente fingió estar de acuerdo con el Partido Bolchevique, el mismo Partido que antes de 1917, intentó impedir que se constituyera. Durante el período en que Lenin estaba ocupado construyendo el Partido, Trotski atacó violentamente a Lenin y agotó su vocabulario de insultos -que no era pobre- oponiéndose a todo lo que Lenin estaba tratando de hacer. Lenin estaba tratando de construir un Partido revolucionario centralizado, capaz de continuar su tarea a salvo de la policía zarista. Bajo las condiciones imperantes en ese momento en la Rusia zarista, era imposible construir tal Partido sobre la base de una democracia abierta sin, al mismo tiempo, someter a los miembros del Partido a frecuentes arrestos por parte de la policía secreta zarista. Esta es la razón por la cual Lenin creía que la afiliación partidaria no debía estar abierta a todos aquellos que simplemente querían unirse[8]. Varios comités urbanos del Partido fueron seleccionados por el Comité Central y todos los comités tenían el derecho de cooptación. En el Segundo Congreso del Partido Obrero Socialdemócratas de Rusia (P.O.S.D.R.), que se celebró en Londres en 1903, este conflicto alcanzó su clímax y Trotski, en compañía del ala derecha del Congreso, se opuso violentamente al punto de vista de Lenin en cuestiones de organización. Lenin fue derrotado en esta cuestión por una mayoría de dos o tres votos.
Camaradas, sería bueno para nosotros examinar los debates de este congreso con un poco más de detalle. Los tres temas principales en la agenda de este congreso fueron los siguientes:
– la adopción del programa del Partido,
– la adopción de los estatutos (constitución) del Partido, y
– la designación de responsables.
Aunque, en el momento del congreso, los oportunistas se habían opuesto con uñas y dientes al programa del Partido, y especialmente a la inserción en el programa del Partido de la cuestión de la dictadura del proletariado, de las demandas sobre la cuestión campesina y del derecho de las naciones a la autodeterminación, no concentraron su principal oposición en la cuestión de la adopción del programa. El principal conflicto entre las dos alas (una era el ala revolucionaria liderada por Lenin y apoyada por Plejanov[9] y los otros iskristas estables; la otra era el ala oportunista liderada por Mártov y apoyada por Trotski y otros iskristas inestables, por el centro, -es decir, el «pantano»-, y los anti-iskristas, -es decir, los economistas y los bundistas-) representadas en el 2º Congreso del Partido, se refirió a la cuestión de los estatutos del Partido y la elección de responsables. Los desacuerdos más fuertes surgieron en relación a la fórmula del primer párrafo de los estatutos que tratan de la afiliación al Partido. ¿Quién podría ser miembro del Partido? ¿Cuál sería la naturaleza y composición del Partido? ¿Cuál sería la naturaleza organizativa del Partido? Éstas fueron las preguntas que surgieron sobre el primer párrafo de los estatutos del Partido.
La fórmula de Lenin contra la de Mártov sobre las condiciones de afiliación al Partido
De acuerdo con la fórmula de Lenin, uno podría convertirse en miembro del Partido sólo al satisfacer las siguientes tres condiciones:
(a) aceptar el programa del Partido, (b) apoyar financieramente al Partido, y
(c) pertenecer a una de las organizaciones del Partido, es decir, participando activamente en la organización.
Pero de acuerdo con la fórmula de Mártov, con el apoyo de Trotski y otros oportunistas, solo las dos primeras condiciones debían cumplirse para postular su afiliación al Partido. En su opinión, la tercera condición era absolutamente inútil y, por lo tanto, podía prescindirse fácilmente de ella.
Lenin consideraba al Partido como un destacamento organizado de la clase trabajadora y, por lo tanto, consideraba que sus miembros no podían simplemente apuntarse al Partido. Por el contrario, tenían que ser admitidos en el Partido por una de sus organizaciones y, por lo tanto, tenían que someterse a la disciplina partidaria. Pero, de acuerdo con la fórmula de Mártov, uno podía apuntarse en el Partido y, en la medida en que uno no pertenecía a una de sus organizaciones, uno no tenía que someterse a la disciplina del Partido.
Por lo tanto, la fórmula de Mártov, a diferencia de la de Lenin, contenía todas las condiciones previas para abrir completamente el Partido a todo tipo de elementos oportunistas, inestables y no proletarios, para transformar de esta manera el Partido de una organización disciplinada, monolítica y militante de la clase obrera, a una organización heterogénea, amorfa y relajada de tipo burgués, es decir, para transformarlo de destacamento de vanguardia de la clase obrera, en destacamento de retaguardia de la clase obrera. Fue tan así que Mártov y otros oportunistas exigieron que cualquier huelguista automáticamente recibiera el derecho de unirse a las filas del Partido. De manera similar, proclamó que cualquier intelectual que simpatizara con el Partido, cualquier profesor simpatizante, cualquier estudiante universitario o cualquier participante en una manifestación tenía derecho a declararse miembro del Partido.
Con la adopción del programa, el Congreso sentó las bases de la unidad ideológica del Partido. También tuvo que adoptar los estatutos del Partido para sentar las bases de la unidad organizativa y poner fin al amateurismo y al estilo parroquial de los círculos, a la falta de unidad organizativa y a la ausencia de una disciplina estricta en el seno del Partido.
La fórmula de Mártov hacía todo lo contrario. No solo dejaba abierta la puerta del Partido a elementos inestables, anarquistas e individualistas, sino que también borraba la línea divisoria entre el Partido y la clase. La distinción entre el destacamento de vanguardia y el resto de la clase obrera no puede desaparecer hasta que las clases mismas hayan desaparecido. Cualquiera que defienda otro punto de vista, cualesquiera que sean sus intenciones, trata de borrar la distinción entre el Partido y la clase, y al hacerlo, intenta privar al proletariado de su «estado mayor general». Como dijo Stalin:
“La clase obrera, sin un Partido revolucionario, es un ejército sin un «estado mayor general». El Partido es el estado mayor de combate del proletariado”.[10]
Al comentar la fórmula de Mártov, Lenin escribió:
“Somos el Partido de la clase, y es por eso que casi toda la clase (y en tiempo de guerra, en el momento de la guerra civil, absolutamente toda la clase) debe actuar bajo la dirección de nuestro Partido, debe cerrar filas tanto como sea posible a su alrededor. Pero sería manilovismo[11] y «seguidismo» pensar que bajo el capitalismo casi toda la clase o toda la clase un día serán capaces de elevarse hasta el punto de adquirir el grado de conciencia y la actividad de su destacamento de vanguardia (…) esto sólo sería engañarse a uno mismo, pasar por alto la inmensidad de nuestras tareas, restringir estas tareas, el hecho de olvidar la diferencia entre el destacamento de vanguardia y las masas que giran alrededor de él, de olvidar la obligación constante para el destacamento de vanguardia de elevar capas cada vez más grandes hasta este nivel avanzado.”[12]
“Si la fórmula de Mártov se hubiera impuesto en el Partido Bolchevique, «inevitablemente hubiera llevado a llenarlo en exceso de profesores y estudiantes universitarios, y al hacerlo a degenerar en una» formación» vaga, amorfa, desorganizada, perdida en un océano de `simpatizantes´, borrando toda distinción entre el Partido y la clase, malogrando la tarea del Partido, que es elevar las masas desorganizadas al nivel de destacamento de vanguardia»”.[13]
Trotski desempeñó un importante papel oportunista en esta controversia[14] y se puso del lado de Mártov para lanzar ataques violentos contra la fórmula de Lenin. Se oponía a la opinión de Lenin de que el Partido era la suma total de las organizaciones del Partido y que cada miembro del Partido era miembro de una de las organizaciones del Partido. Se opuso a la idea del Partido como simple conjunto con cuerpos dirigentes superiores e inferiores. Refutó el principio de que la minoría se sometiera a las decisiones de la mayoría. Ésta fue, entonces, la posición oportunista adoptada por Trotski y Mártov sobre la cuestión de la organización. Su posición no era otra que la expresión concentrada del espíritu de círculo y del individualismo pequeño-burgués que se considera por encima de la disciplina y que se revuelve ante la idea de la minoría se someta a las decisiones de la mayoría.
De hecho, la aplicación del principio de que la minoría se someta a la mayoría y del principio de que los órganos dirigentes inferiores vinculen sus decisiones a las de los órganos dirigentes superiores, así como el principio de dirigir el trabajo del Partido desde un centro, condujo a acusaciones de «burocratismo», «formalismo», «piñones y engranajes», etc., lanzadas por los señores Trotski, Mártov y otros oportunistas. Así es como Lenin describe a estos anarquistas en su libro Un paso adelante, dos pasos atrás:
“Este anarquismo señorial es particularmente propio del nihilista ruso. La organización del Partido le parece una monstruosa «fábrica»; la sumisión de la parte al todo y de la minoría a la mayoría le parece una «servidumbre» (…); la división del trabajo bajo la dirección de un organismo central provoca en él clamores tragicómicos contra la transformación de los hombres en «ruedas y resortes» (…); el simple recordatorio de los estatutos de organización del Partido provoca en él una mueca de desprecio y el comentario desdeñoso (…) de que uno podría prescindir totalmente de los estatutos.”[15]
“Parece obvio que las lamentaciones sobre el famoso burocratismo simplemente tienden a disimular el descontento hacia los cuadros de los organismos centrales; no es más que una hoja de parra (…) Tú eres un burócrata, porque fuiste designado por el congreso en contra de mi voluntad; tú eres un formalista, porque te apoyas en las decisiones formales del Congreso y no en las mías; actúas de una manera groseramente mecánica, porque te reclamas parte de la mayoría «mecánica» del congreso del Partido y no tomas en cuenta mi deseo de ser cooptado; Tú eres un autócrata porque no quieres entregar el poder en las manos de la vieja y buena compañía (…)”[16]
Notaremos que este sería el tema recurrente de Trotski y sus colaboradores en sus ataques contra el Partido Bolchevique bajo la dirección del camarada Stalin. Pero vamos a demostrar que «estos lloriqueos sobre el famoso burocratismo» sólo tendían a «disimular el descontento» por la derrota de su teoría fallida según la cual era imposible construir el socialismo en U.R.S.S.
Trotski y Mártov no pudieron entender el significado de la disciplina de una organización proletaria y someterse a ella. Según su criterio, la disciplina era para la «gran multitud» y no para las «almas de élite». Y, por supuesto, ellos se consideraban parte de éstas últimas. Cuando los delegados durante el 2º Congreso designaron al Comité Central y al Comité Editorial de Iskra (el congreso se había negado a avalar al antiguo Comité Editorial como le exigían estos señores, lo que explica las burlas de Lenin sobre la cooptación en el pasaje citado más arriba), ellos se rebelaron porque la composición de estos dos órganos no los incluía. Se negaron a aceptar las decisiones del Congreso justificándose mediante el uso de expresiones del tipo de «no somos siervos», socavando así la base misma de la unidad de las filas del Partido. Ningún Partido puede mantener la unidad en sus filas, sin imponer una disciplina proletaria (en cuanto a la naturaleza de esta disciplina, véase más arriba) igual de vinculante para todos los miembros del Partido, tanto los dirigentes como los simples miembros ordinarios; igual de vinculante para las «almas de élite» que para «la multitud». Sin esto, el Partido nunca podrá mantener su integridad ni la unidad en sus filas.
“La ausencia total de argumentos razonables contra la redacción, designada por el Congreso, se ilustra mejor, en Mártov y compañía, por esa palabreja que pertenece a ellos: «¡Nosotros no somos siervos!» (…) La mentalidad del intelectual burgués que se clasifica entre las «almas de élite» colocadas por encima de la organización de masa y la disciplina de masa, aparece aquí con un relieve notable (…)”
“El individualismo de la gente intelectual interpreta como servidumbre, toda organización y disciplina (…)”[17]
Y, más abajo:
“Pero, a medida que se forma en nosotros un verdadero Partido, el obrero consciente debe aprender a distinguir entre la psicología del combatiente del ejército proletario y la del intelectual burgués, que hace alarde de la frase anarquista; debe aprender a exigir el cumplimiento de las obligaciones que incumben a los miembros del Partido, no solo a los simples adherentes, sino también a las «gentes de arriba»; (…)”[18]
Tal es la importancia de la disciplina proletaria dentro de un Partido proletario. Hemos hecho una revisión bastante detallada de la controversia que surgió en torno al tema de la afiliación en el 2º Congreso del P.O.S.D.R., y el propósito de esta revisión fue mostrar:
- Que la posición de Mártov, Trotski y otros, sobre los problemas de organización fue oportunista y que si hubiera sido adoptada, sin duda habría causado un gran daño, confusión y desorganización en el Partido. Lenin dice:
“Por el contrario, según el punto de vista del camarada Mártov, los límites del Partido quedan absolutamente indeterminados, porque «cualquier huelguista» puede «declararse miembro del Partido» ¿Cuál es la utilidad de esta imprecisión? La amplia difusión de una «denominación». Tiene esto de perjudicial que contiene una idea desorganizadora: la confusión de la clase con el Partido.”[19]
- Que el individualismo pequeñoburgués y el «anarquismo señorial» de Mártov y Trotski les imposibilitaron rectificar su posición oportunista en problemas organizativos.
- Que la mentalidad pequeñoburguesa de Mártov y Trotski, con su suprema aversión y desprecio por la disciplina proletaria y los estatutos de la organización, les imposibilitó someterse a ellos y respetarlos.4. Que, por lo tanto, Mártov, Trotski y compañía se opusieron a cualquier forma de organización que habría hecho de la imposición de esta disciplina (proletaria) uno de estos principios organizativos.
5. Que, para estos intelectuales pequeñoburgueses, un Partido de hierro con una disciplina de hierro no significa nada más y nada menos que «burocratismo».
- Que objetivamente (los deseos subjetivos están fuera de lugar aquí), Mártov y Trotski se oponían a la revolución, porque sin un Partido disciplinado y revolucionario no puede haber revolución, y7. Que, organizativamente, Trotski no sólo era un «antiestalinista» que luchaba contra la «burocratismo estalinista», sino también un antileninista que había luchado durante mucho tiempo contra el «burocratismo» leninista.
El odio de Trotski por la disciplina le hizo adoptar una visión oportunista sobre los principios organizativos, hasta el punto de oponerse a Lenin en el II Congreso. El individualismo pequeñoburgués mismo, que puede describirse como «anarquismo aristocrático» con su extremo odio a la disciplina, empujaría a Trotski a oponerse una y otra vez, al Partido Bolchevique y a sus métodos y formas organización y, en última instancia, a formar una alianza con los fascistas con el objetivo de derrocar al Estado soviético. Volveremos sobre esto más tarde.
Más tarde, Trotski afirmaría que «la revolución había sido traicionada» en la Unión Soviética por Stalin. Simplemente señalaremos que, si las ideas oportunistas de Trotski sobre la organización hubiesen prevalecido, no habría habido un Partido, y por tanto, ninguna revolución que hubiera podido ser «traicionada».
Después del segundo congreso de la POSDR, Trotski escribió un controvertido texto titulado Nuestras tareas políticas, en el cual atacaba toda la línea política de Lenin de la manera más virulenta e insultante posible. Como, anteriormente, Lenin había hablado de una división del trabajo en el Partido basada en el hecho de que las diversas ramas de la actividad revolucionaria requieren diversas capacidades, Trotski organizó un ataque a gran escala contra Lenin, denunció la división del trabajo en la fábrica moderna por reducir a los trabajadores a simples engranajes de la máquina. Y añadía que ése era el verdadero objetivo de Lenin: unos pocos dirigentes dictatoriales en la cúspide, y los trabajadores del Partido reducidos al papel de meros «engranajes» en el seno de la máquina del Partido. Trotski iba a repetir este agravio a cada vez que no lograba sus propios fines. Cuando el Partido estaba de acuerdo con Trotski, todo lo que se hacía en el Partido era perfecto; tan pronto como los puntos de vista de Trotski eran rechazados por el Partido, éste se transformó bruscamente en una monstruosidad atroz, terrible, insoportable, y en una «burocracia» que había que combatir y liquidar a cualquier precio. Tal es la manifestación del individualismo pequeñoburgués desplegado por Trotski, quien concluía el controvertido texto mencionado anteriormente de esta manera:
“Esta desconfianza de Lenin, maliciosa y moralmente penosa, esta caricatura plana que él ofrece de la intolerancia trágica del jacobinismo (…) estos métodos (…) ahora deben ser liquidados cueste lo que cueste, de lo contrario amenazarán a nuestro Partido con una descomposición completa: política, moral y teórica.”[20]
Este párrafo es suficiente, por sí solo, para mostrar lo siguiente: el Trotski que, en nombre del leninismo pretendía liquidar el “estalinismo” y expulsar a Stalin, era el mismo que, en la época en que Lenin estaba construyendo el Partido Bolchevique, tenía la intención de liquidar el leninismo y expulsar a Lenin.
El Partido revolucionario centralizado que Lenin estaba tratando de armar tenía cierto parecido con los jacobinos, el Partido revolucionario de la pequeña burguesía en la Revolución Francesa. Pero también mostraba una diferencia significativa con los jacobinos en que era el Partido de la clase obrera; que era la vanguardia, no de la pequeña burguesía, sino de la clase obrera rusa, la clase llamada a dirigir al pueblo ruso contra la tiranía y el despotismo. Como ya se ha dicho, era imposible, en los confines de la Rusia autocrática, construir un Partido revolucionario capaz de dirigir a la clase obrera rusa y toda la masa del pueblo sobre la base de una democracia plena y abierta. Por ello, y por la fuerza de las condiciones existentes en Rusia, debía presentar cierta semejanza con los jacobinos, aunque con la importante diferencia que acabamos de mencionar.
Esta acusación de jacobinismo atrajo el siguiente comentario de Lenin y le valió a Trotski el merecido título de oportunista:
“Las «terribles palabras» de jacobinismo, etc. no significan absolutamente nada más que oportunismo. El jacobino, indisolublemente ligado a la organización del proletariado consciente de sus intereses de clase, es precisamente el socialdemócrata revolucionario. El girondino, que suspira por los profesores y los estudiantes, que teme la dictadura del proletariado, que sueña con el valor absoluto de las reivindicaciones democráticas, es precisamente el oportunista.”[21]
Permítanme tomar otro ejemplo, camaradas, en el mismo libro de Trotski, Nuestras tareas políticas, que es una prueba más del menchevismo de Trotski y de su odio a la política bolchevique de Lenin. Trotski cita con aprobación una pregunta planteada por el menchevique Axelrod:
“¿Por qué esta niña traviesa que es historia (dice el camarada Axelrod) no iba a dar a la democracia burguesa revolucionaria un líder formado en la escuela del marxismo revolucionario ortodoxo? (…) ¿Acaso el marxismo legal o semi-marxismo no ha dado un líder intelectual a nuestros liberales?”[22]
En otras palabras, ¡Lenin sería el dirigente probable de la clase burguesa rusa!
Camaradas, os pregunto: para alguien que alimenta tal opinión sobre Lenin y su política, ¿es realmente difícil entender por qué alimentaba una opinión similar de Stalin y su política? Apenas es necesario probar, camaradas, que, para alguien que trataba a Lenin como futuro dirigente de las clases medias rusas, no era en absoluto difícil proseguir y acusar a Stalin de ayudar al campesinado rico, ni lanzar un llamamiento para «liquidar» a Stalin, «cueste lo que cueste, de lo contrario amenazarán a nuestro Partido con una descomposición completa: política, moral y teórica». El hecho es que, en 1906, Trotski lanzó este llamamiento contra el leninismo: contra «esta desconfianza de Lenin, maliciosa y moralmente penosa, esta caricatura plana que él ofrece de la intolerancia trágica del jacobinismo». No dejó de repetir este llamamiento hasta la Revolución de Octubre. La Revolución de Octubre fue al mismo tiempo una profunda refutación del trotskismo y lo debilitó. El trotskismo había «perdido sus plumas» y parecía un poco «andrajoso». Precisamente por esta razón, después de la muerte de Lenin, el trotskismo adoptó la táctica de no atacar abiertamente al leninismo, es decir, una táctica de no lanzar ataques frontales contra el leninismo. En cambio, adoptó la táctica rebuscada de atacar al leninismo en nombre y bajo el disfraz de la defensa del leninismo y la táctica de atacar al «estalinismo» para «defender» al leninismo. Es en este contexto, camaradas, en el que se debe entender el ataque al camarada Stalin. Es una continuación del ataque lanzado por el trotskismo contra el leninismo.
El bloque de Agosto de los liquidacionistas y Trotski
Después de la derrota de la revolución de 1905 en Rusia, un grupo de «socialistas» de derecha, llamados liquidacionistas, pasó a primer plano. Se los llamó liquidacionistas porque querían liquidar al Partido centralizado capaz de dirigir a las masas en la revolución. Los liquidacionistas declaraban que la era de las revoluciones había pasado y que solo eran posibles lentos progresos en el marco de la constitución zarista. Por lo tanto, los liquidacionistas pretendían que el Partido centralizado del proletariado, con su red de organizaciones clandestinas, fuera disuelto, y llamaban a la creación de un Partido obrero liberal, que operara legalmente con vistas a alcanzar reformas en el contexto del zarismo. Los bolcheviques, con Lenin a la cabeza, libraron una feroz batalla contra los liquidacionistas, entre los que se encontraba Trotski. Este último no abogaba abiertamente por el liquidacionismo, pero hizo todo lo posible para prestar asistencia activa a los liquidacionistas por medio de su «complacencia» y de su «capitulación ante los liquidacionistas». He aquí como Lenin describía la posición de Trotski:
“Gentes como Trotski, con sus frases redundantes sobre el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, con su complacencia hacia los liquidacionistas que no tienen absolutamente nada en común con el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, constituyen el mal de la época. (…) En realidad, son los vectores de la capitulación en beneficio de los liquidacionistas, que sólo esperan una cosa, constituir un «Partido Obrero Stolypiniano[23]«.
El verdadero significado de estos métodos es obvio. Se usan frases para encubrir a verdaderos liquidacionistas, mientras se hace todo para obstaculizar el trabajo de los anti-liquidacionistas. (…)
Está claro que Trotski y sus semejantes, los «trotskistas y conciliadores» son más perjudiciales que cualquier liquidacionista, porque los liquidacionistas declarados exponen abiertamente sus concepciones, y les es fácil a los trabajadores ver lo erróneas que son, mientras que los señores Trotski y consortes engañan a los obreros, encubren el mal y hacen imposible desenmascararlo y remediarlo”.[24] (soy yo quien enfatiza – H. B.)
Tal fue la actitud de Trotski hacia el Partido revolucionario durante los años de la reacción que siguieron a la derrota de la revolución de 1905: Trotski ayudó a los liquidacionistas que eran partidarios de la liquidación del Partido. Durante este período, se mostró «más perjudicial que los liquidacionistas» y es por esta razón que Lenin dirigió una lucha implacable contra el liquidacionismo oculto de Trotski, «más perjudicial» que el liquidacionismo abierto de los propios liquidacionistas.
El año 1912 vio el comienzo de la reanudación de la actividad revolucionaria en toda Rusia.
En respuesta a esta recuperación, en enero de 1912, los bolcheviques convocaron una conferencia de todas las organizaciones clandestinas del Partido para discutir la política del Partido y definir las futuras orientaciones de la lucha revolucionaria. La conferencia decidió reforzar las organizaciones clandestinas en Rusia, se hizo saber a las organizaciones del Partido que debían aumentar sus actividades dirigidas a la educación socialista de los trabajadores y esto, con el fin de dar a la clase obrera la oportunidad de dirigir a las masas rusas en su lucha por el derrocamiento de la autocracia zarista y el establecimiento de una república democrática, una dictadura democrática de la clase obrera y el campesinado.
¿Y cuál fue la respuesta de Trotski a la Conferencia de Praga de los bolcheviques en 1912? Su respuesta fue a reunir en agosto de 1912 en Viena, a todos los grupos rusos exiliados que eran hostiles a los bolcheviques. Lo único que unía a estos grupos era su oposición a los bolcheviques. Todos estos grupos eran partidarios de la liquidación de las organizaciones clandestinas del Partido: la liquidación del Partido revolucionario del proletariado y su sustitución por un «Partido Obrero Stolypiniano». Los grupos representados -La Organización socialista judía (el «Bund»), los Socialdemócratas Letones, el Partido Socialista Polaco (pequeño burgués), Trotski y algunos de sus partidarios- fueron llamados el ‘Bloque Agosto’. Éste se hizo famoso porque, en su conferencia en Viena, aprobó resoluciones anti-bolcheviques y contrarrevolucionarias. En cuanto a todos sus objetivos prácticos, la conferencia de Viena del Bloque de Agosto resultó ser un fracaso debido a que ninguno de los grupos representados en la conferencia realmente tenía relaciones verdaderamente dignas de este nombre con las organizaciones obreras clandestinas en Rusia.
Pero la Conferencia de Viena fue de un valor inestimable para delatar el menchevismo oportunista de Trotski y de los demás participantes en lo que sólo fue, de hecho, una parodia de conferencia.
En mayo de 1914, Lenin escribió un artículo titulado Acerca de una violación de la unidad que se encubre con gritos de unidad. En este artículo, Lenin nos proporciona una brillante exposición de las «expresiones grandilocuentes y vacías» de Trotski, su fraccionalismo, su liquidacionismo y la quiebra de su Bloque de Agosto. Lenin termina su artículo con una descripción inolvidable de Trotski. Esta descripción, me parece, es muy importante para la comprensión del oportunismo de Trotski. Por lo tanto, la reproduzco en su totalidad y espero que nuestros camaradas no lo consideren un inciso inútil. Así es como Lenin describió a Trotski en mayo de 1914:
“Los veteranos del movimiento marxista en Rusia conocen bien la figura de Trotski, y para ellos no vale la pena describirla. Pero la joven generación obrera no la conoce, y es preciso hablar, porque es una figura típica para los cinco grupitos del extranjero que, de hecho, vacilan también entre los liquidadores y el partido.
En los tiempos de la vieja Iskra (1901-1903) había un apodo para esos vacilantes y tránsfugas del bando de los ‘economistas” al de los “iskristas” y viceversa: Los “tránsfugas de Túshino” (nombre que en la época turbulenta de Rusia se aplicaba a los guerreros que se pasaban de un bando a otro).
Cuando hablamos de liquidacionismo, designamos cierta corriente ideológica que ha ido creciendo durante años, corriente que ha echado raíces en el “menchevismo” y en el “economismo” a lo largo de veinte años de historia del marxismo y está ligada a la política y a la ideología de una clase determinada: la burguesía liberal.
Los “tránsfugas de Túshino” se declaran por encima de las fracciones por la única razón de que hoy “toman” las ideas de una fracción y mañana de la otra. Trotski era “iskrista” furioso en 1901-1903, y Riazánov calificó su papel en el Congreso de 1903 de “garrote de Lenin”. A fines de 1903, Trotski era menchevique furioso, es decir, se había pasado de los iskristas a los “economistas”; proclama que “hay un abismo entre la vieja y la nueva Iskra”. En 1904-1905 se aparta de los mencheviques y ocupa una posición vacilante, colaborando unas veces con Martínov (“economista”) y proclamando otras la “revolución permanente”, de un izquierdismo absurdo. En 1906-1907 se acerca a los bolcheviques, y en la primavera de 1907 se declara solidario de Rosa Luxemburgo.
En la época de disgregación, después de largas vacilaciones “no fraccionalistas” va nuevamente a la derecha, y en agosto de 1912 forma un bloque con los liquidadores. Ahora vuelve a apartarse de ellos, pero repitiendo, en el fondo, sus mismas ideúchas.
Semejantes tipos son característicos, como detritos de las formaciones históricas de ayer, de tiempos en que el movimiento obrero de masas en Rusia estaba aún aletargado, y cualquier grupito podía presentarse “a sus anchas” como corriente, grupo o fracción, en pocas palabras, como una “potencia” que habla de unirse con otras.
Es preciso que la joven generación obrera sepa bien con quién trata cuando se presentan con pretensiones inconcebibles personas que no quieren tener en cuenta, en absoluto, ni las decisiones del partido, que desde 1908 han definido y fijado la actitud frente al liquidacionismo, ni la experiencia del movimiento obrero contemporáneo en Rusia, que de hecho ha creado la unidad de la mayoría basada en un reconocimiento completo de las decisiones indicadas”.[25]
Esta es una descripción clarividente, no sólo del mayor «Tránfuga de Tushino» de su tiempo, León Trotski, sino también de sus discípulos en nuestra propia época, a saber, los trotskistas de los Socialistas Internacionales (IS), del Grupo International Marxista (IMG), de la Liga Socialista de los Trabajadores (SLL), etc., que creen en una cosa un día y en otra al día siguiente, que toman prestadas sus ideas de Trotski un día y del Partido Laborista al día siguiente, que denuncian el Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur un día y «lo apoyan» al día siguiente (ver el capítulo sobre la revolución china).
Trotski siguió oponiéndose a los intentos de Lenin de construir el Partido de la vanguardia revolucionaria del proletariado hasta 1917, y fue solo unas pocas semanas antes de la gran revolución socialista de Octubre cuando Trotski se unió al Partido Bolchevique. Sin embargo, este hecho histórico bien conocido es «olvidado», por razones de conveniencia, ignorado y eludido por estos mentirosos trotskistas y por la intelectualidad radical burguesa, por las mentiras de la prensa burguesa y trotskista que desafiando la verdad histórica, afirman, casi a diario y hasta la náusea que Trotski era un bolchevique, es decir, un leninista. ¿Podemos preguntar a la intelectualidad radical burguesa y a la camarilla trotskista cómo es que alguien que siempre ha sido un «bolchevique», un «leninista», se haya opuesto siempre a Lenin? ¡Curioso «bolchevismo-leninismo»! Según esta fórmula, uno debe permanecer fuera del Partido Bolchevique y oponerse permanentemente a Lenin si quiere definirse como «bolchevique-leninista». Extraño, ¿no? No, señores trotskistas e intelectuales burgueses, esto no hay quien se lo trague. La respuesta a nuestras preguntas es que Trotski nunca fue un bolchevique ni un leninista. Era, definitivamente, antibolchevique y antileninista.
Trotski no abandonó su posición menchevique en cuestiones de organización, en otras palabras, sobre el Partido, incluso después de unirse al Partido Bolchevique. En 1921, cuando la propuesta de Trotski de «sacudir» un poco a los sindicatos y de convertirlos en órganos del Estado fue rechazada por el Comité Central del Partido, Trotski abandonó la sala donde se encontraba el CC e intentó juntar algunos partidarios para ir a luchar con el CC. Este incidente muestra el odio y el desprecio profundo que sienten los intelectuales burgueses hacia el Partido y su disciplina.
¿Qué pensaba Lenin de la gente que, como Trotski, ignoraban la disciplina del Partido? Esto es lo que decía:
“Quien debilita, por poco que sea, la férrea disciplina en el Partido del proletariado (especialmente durante su dictadura), en realidad ayuda a la burguesía contra el proletariado”.[26]
Sí, camaradas, Trotski debilitaba la «férrea disciplina del Partido» y no «por poco», sino hasta un grado extremo, tanto antes como después de la Revolución de Octubre.
El incidente sobre los sindicatos y el comportamiento de Trotski hicieron que Lenin dijera:
“Sólo piensen: después que el Comité Central dedicó dos reuniones plenarias (9 de noviembre y 7 de diciembre), a una discusión inusitadamente larga, detallada y apasionada, del primer proyecto de tesis del camarada Trotski y de toda la política sindical que él propicia para el Partido, un miembro del Comité Central [Trotski] se queda solo contra diecinueve; forma un grupo alrededor de él fuera del Comité Central, y presenta su «trabajo» «colectivo» como una «plataforma»,e invita al Congreso del Partido ¡¡»elegir entre dos tendencias»!!”[27]
Lenin continúa:
“¿¿Se puede negar que, incluso si las «nuevas tareas y métodos» de Trotski fueran tan justos como falsos son en realidad (de lo que hablaremos más adelante), su mismo enfoque sería perjudicial para él mismo, para el Partido, el movimiento sindical, la educación de millones de miembros del sindicato y de la República??”[28]
Este incidente le preocupaba tanto a Lenin que hizo que el 10º Congreso de P.C.U.S. (B) aprobara una resolución especial contra la formación de bloques, grupos y facciones en el seno del Partido. Lenin consideraba que los miembros del Partido tenían el derecho de estar en desacuerdo entre ellos y de resolver sus diferencias a través del debate. Pero una vez que se había llegado a una decisión después de una discusión a fondo y que la crítica había sido revisada por completo, la unidad y la voluntad de acción de los miembros del Partido era necesaria, porque, sin esta unidad, un Partido proletario y una disciplina proletaria son inconcebibles. Trotski nunca iba a entender eso. Cada vez que se encontraba en minoría, se lanzaba a formar una facción en el seno del Partido, poniendo así en peligro al Partido y la República Soviética.
En resumen, camaradas, sobre la cuestión del Partido, el trotskismo no elige la posición del leninismo. Él adopta una posición anti-leninista. Sin una organización de vanguardia (el Partido), el proletariado nunca puede conquistar el poder. La organización es el arma más poderosa de la que dispone el proletariado para su propia liberación. Sin organización, sin el Partido, no puede haber revolución proletaria. Sobre esta importante cuestión del Partido de vanguardia del proletariado, la posición de Trotski es similar a la de los políticos burgueses radicales y la de los laboristas liberales. En cuestiones organizativas, el trotskismo está a favor del liberalismo (es decir, de la creación de organizaciones del tipo del Partido Laborista destinadas a fabricar máquinas electorales en el seno del capitalismo) y de la destrucción de Partidos de tipo bolchevique (los verdaderos Partidos comunistas revolucionarios en el seno de los cuales reina una disciplina férrea).
Si están a favor de la desorganización del Partido de vanguardia del proletariado, como es el caso del trotskismo en la práctica, ¿dónde está entonces el bolchevismo en esta gente? Ciertamente, se puede decir de gentes como Trotski, que han trabajado para la destrucción del Partido Bolchevique, que objetivamente han obrado a favor de la continuación de la autocracia zarista y del imperialismo militar-feudal zarista.
Incluso si no tuviéramos nada más que reprocharle al trotskismo, camaradas, la posición de éste únicamente en la cuestión del Partido de vanguardia del proletariado lo condena y basta para apoyar nuestra acusación de que el trotskismo es una tendencia antileninista, antibolchevique dentro del movimiento obrero y que, a medida que se desarrolla el movimiento marxista-leninista, una vez más se ve obligado por su lógica interna a convertirse en un destacamento de vanguardia de la burguesía. Pero no se preocupen, camaradas, la posición del trotskismo sobre la organización no es lo único que compone su anti-bolchevismo y anti-leninismo. Y eso me lleva al segundo tema del que quería hablar esta noche, a saber, la teoría de Lenin sobre la revolución y “La absurda teoría izquierdista [de Trotski] de la «revolución permanente».”[29]
[1] Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás.
[2] Marx, Crítica del Programa de Gotha.
[3] Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo.
[4] Stalin, Los fundamentos del leninismo.
[5] Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo.
[6] Idem.
[7] Idem.
[8] Este principio es verdadero en todas las circunstancias y, hoy en día, es admitido universalmente por todos los partidos comunistas del mundo entero. La experiencia histórica y las necesidades de la lucha requieren que la afiliación a un partido de vanguardia no esté accesible a toda persona deseosa de afiliarse al partido: la gente debe ser admitida dentro del partido por el propio partido. Sólo los revisionistas, los trotskistas y los demás elementos burgueses violan este principio leninista de organización.
[9] Después de este Congreso, siguiendo la línea consistente en “matar dulcemente”, abandonó a Lenin y se unió a Mártov y compañía.
[10] Stalin, Los fundamentos del leninismo.
[11] Manilovismo, del nombre de Manílov, personaje del libro Las almas muertas de Gógol, tipo de filisteo sin principios, dulzón, con mentalidad quimérica.
[12] Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás.
[13] Stalin, Los fundamentos del leninismo.
[14] Comentando las “concepciones anarquistas” contenidas en la fórmula de Mártov y describiendo los puntos de vista oportunistas de Mártov, Trotski y compañía, Lenin declaró lo siguiente a este propósito, específicamente, de los argumentos oportunistas de Trotski:
“A estas elucubraciones, que inevitablemente surgen cuando se trata de fundamentar la fórmula de Mártov, pertenece en particular la frase del camarada Trotski (págs. 248 y 346) de que «el oportunismo se debe a causas más complejas (o es determinado por causas más profundas) que tal o cual punto de los estatutos: se debe al nivel relativo de desarrollo de la democracia burguesa y del proletariado. . .» No se trata de que los puntos de los estatutos puedan dar lugar al oportunismo, sino de forjar, con ellos, un arma más o menos afilada contra el oportunismo. Cuanto más profundas sean sus causas, tanto más afilada deberá ser el arma. Por consiguiente, justificar por las «causas profundas» del oportunismo una formulación que le abre las puertas, es el más genuino de los seguidismos. Cuando el camarada Trotski estaba en contra del camarada Líber, comprendía que los estatutos son «la desconfianza organizada» del todo hacia la parte, del destacamento de vanguardia hacia el atrasado; pero cuando el camarada Trotski resultó estar al lado del camarada Líber se olvidó de ello, e incluso llegó a justificar la debilidad e inconstancia en nuestra organización de esta desconfianza (desconfianza hacia el oportunismo), con «causas complejas», con el «nivel de desarrollo del proletariado», etc. Otro argumento del camarada Trotski: «a la juventud intelectual, de uno u otro modo organizada, le es mucho más fácil incluirse (subrayado por mí) en las listas del Partido». Precisamente. Por esto adolece de vaguedad intelectual una formulación en virtud de la cual incluso elementos desorganizados se declaran miembros del Partido, y no la mia, que elimina el derecho a «incluirse» en las listas. El camarada Trotski dice que si el C.C. «no reconoce» las organizaciones de oportunistas, ello se debe sólo al caracter de las personas, y si estas personas [cont. en pág. 90. — DJR] son conocidas como personalidades políticas, no son peligrosas, se las puede alejar por medio del boicot de todo el Partido. Esto sólo es verdad para aquellos casos en que es preciso alejar del Partido (y aún es una verdad a medias, porque un partido organizado aleja mediante el voto y no por medio de un boicot). Pero es absolutamente inexacto para los casos, mucho más frecuentes, en que es absurdo alejar, en que es preciso solo controlar. Para fines de control, el C.C. puede incluir intencionadamente en el Partido, con ciertas condiciones, una organización no completamente segura, pero que sea capaz de trabajar, para probarla, para intentar encauzarla por el correcto camino, para paralizar mediante su dirección las desviaciones parciales, etc. Incluir de este modo no es peligroso, siempre que no se consienta en general el «incluirse a sí mismo » en las listas del Partido. Una inclusión de esta índole será muchas veces beneficiosa, para que se expresen (y se examinen) con franqueza y responsabilidad, bajo control, los puntos de vista equivocados y la táctica equivocada. «Pero si las definiciones jurídicas han de corresponder a relaciones reales, la fórmula del camarada Lenin tiene que ser rechazada», dice el camarada Trotski y lo dice de nuevo como un oportunista. Las relaciones reales no son una cosa muerta, sino que viven y se desarrollan. Las definiciones jurídicas pueden estar a tono con el desarrollo progresivo de esas relaciones, pero (si estas definiciones son malas) pueden también «corresponder» a una regresión o a un anquilosamiento. Este último caso es precisamente el «caso» del camarada Mártov.” (Un paso adelante, dos pasos atrás)
[15] Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás.
[16] Idem.
[17] Idem.
[18] Idem.
[19] Idem.
[20] Trotski, Nuestras tareas políticas.
[21] Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás.
[22] Trotski, Nuestras tareas políticas.
[23] Que cuente con la simpatía del ministro zarista contrarrevolucionario P. Stolypin.
[24] Lenin, Procedente del partido “obrero” stolypiniano.
[25] Lenin, Acerca de una violación de la unidad que se encubre con gritos de unidad.
[26] Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo.
[27] Lenin, Nuevamente sobre los sindicatos, la situación actual y los errores de Trotski y Bujarin.
[28] Idem.
[29] Lenin, Acerca de una violación de la unidad que se encubre con gritos de unidad.