Historia Ilustrada de la Revolución de Octubre. Junio 1917.
Junio de 1917: ¡Ese Partido existe!
El 1 de junio, el periódico Dielo Naroda (“La Causa del Pueblo”), órgano del partido de los eseristas (según la expresión de Lenin, “periódico oficioso de los Kerenski, Chernov y Cía.”), publicó eI editorial La “autodeterminación” de Grecia, en el que la injerencia de los imperialistas ingleses en los asuntos de ese país y su influencia en el cambio de Gobierno en Grecia se indentificaban con la agresión de Alemania contra Bélgica y la de Austria contra Servia.
¿De quién os reís? ¡De vosotros mismos! Así tituló Lenin su artículo en respuesta a la intervención del periódico eserista. Señalaba que al colaborar en el Gobierno burgués, que apoya activamente a sus aliados ingleses, los eseristas y mencheviques contribuían a la estrangulación de Grecia. “… El partido de los socialistas revolucionarios, precisamente los Kerenski y los Chernov, en su calidad de líderes del mismo, son quienes apoyan al Gobierno de la estrangulación… de Grecia, en compañía de los ciudadanos Tsereteli y Skóbelev… Agresión bandidesca: en eso, precisamente, tomáis parte, ciudadanos eseristas, ciudadanos mencheviques, con vuestra participación en el Gobierno.
De vosotros mismos os reís, señores eseristas y mencheviques ¡De vuestra propia política de confianza en los capitalistas y en el Gobierno de los capitalistas!”
El artículo de Lenin se publicó en el Pravda el 3 de junio, justo cuando se inauguró el I Congreso de los Soviets de Obreros y Soldados de toda Rusia. Los delegados bolcheviques al Congreso explicaban la situación del país y la “consciente lucha revolucionaria”.
De la octavilla de N. Krilenko, delegado al I Congreso de los Soviets de Diputados y Soldados de toda Rusia, dirigida a los soldados, obreros y campesinos, explicando la plataforma política de los bolcheviques
Camaradas:
Debéis decir vuestra palabra
¡No se necesita coalición con la burguesía!
¡Todo el poder al Soviet de Diputados Obreros y Soldados!
Esto no significa que sea necesario derrocar ahora mismo y no supeditarse al Gobierno. Mientras marche tras él la mayoría del pueblo y piense que los cinco socialistas serán capaces de dominar a los demás, no podemos fraccionar nuestras propias fuerzas por medio de motines aislados.
¡Nunca!
¡Protejan las fuerzas! ¡Reúnanse en mítines! ¡Propongan resoluciones! ¡Reclamen el paso total del poder al Soviet de Diputados Obreros y Soldados! ¡Convenzan a los que no estén de acuerdo!
… ¡Teman a los provocadores que trataran de exhortarlos –encubriéndose con el nombre de bolcheviques- a participar en disturbios y revueltas, deseando ocultar su propia cobardía! Sepan que, marchando ahora con ustedes, los venderán al antiguo régimen en el primer momento de peligro.
Los bolcheviques verdaderos no los llaman al motín, sino a la lucha revolucionaria consciente.

En el primer día de trabajo del I Congreso de los Soviets de toda Rusia, su mayoría eserista y menchevique (285 eseristas, 248 mencheviques y 105 bolcheviques de los 777 delegados) tuvo tiempo de confirmar la característica anti-internacionalista que dio Lenin al Gobierno de los capitalistas. El tema fundamental de la primera sesión del congreso fue expulsar del país al socialista suizo Robert Grimm, en lo que insistían Tsereteli, Skóbelev y Kerenski. Ellos acusaban a Grimm de estar involucrado en los intentos del ministro suizo Hoffman de sondear las condiciones alemanas de la paz con Rusia. Por mayoría de votos, se adoptó una resolución ultrapatriótica que aprobaba el destierro del socialista por los ministros socialistas.
El segundo día (4 de junio) estuvo consagrado fundamentalmente a la actitud hacia el Gobierno Provisional. El informante M. I. Líber, representante del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado y uno de los líderes del Bund, justificaba la entrada de los mencheviques y eseristas en el Gobierno Provisional y se pronunciaba contra el paso del poder a los Soviets, declarando que las tareas inmediatas del Gobierno deberían ser el fortalecimiento del poder, la lucha contra la “anarquía”, la elevación de la capacidad combativa del ejército, etc. Al complementar y desarrollar los principales preceptos del informe de Líber y defender al Gobierno Provisional y la política de ofensiva, el ministro socialista Tsereteli afirmaba que en Rusia no existía un partido político dispuesto a tomar el poder en sus manos.
- ¡Existe! -dijo resueltamente Lenin desde su escaño.
— Él decía que no hay en Rusia ningún partido político que esté dispuesto a asumir por entero el poder –repitió más tarde Lenin desde la tribuna del Congreso-. Pues bien, yo contesto: ¡Sí, ese partido existe! Ningún partido puede renunciar al poder, y el nuestro no renuncia: está dispuesto en cualquier momento a tomar todo el poder.
A la táctica sin principios y cobarde de los mencheviques, Lenin opuso la línea firme, valiente, de los bolcheviques. Muchos delegados le conocían sólo por los artículos calumniosos de los periódicos burgueses y eserista-mencheviques. Les era interesante escuchar al guía del partido, sobre quien escribían tanto y con furor los periódicos conciliadores. Deseaban escuchar de él la exposición de los puntos de vista bolcheviques.
Al advertirlo, los cabecillas del Congreso acogieron con risas la declaración de Lenin.
Reíd cuanto queráis –respondió Lenin-, pero si el ministro nos coloca ante un problema como éste, al mismo nivel que a un partido de derecha, recibirá la contestación adecuada… Depositad en nosotros la confianza y os ofreceremos nuestro programa. Nuestra conferencia ha trazado el 29 de abril ese programa. Desgraciadamente, no se lo toma en consideración ni se rigen por él. Es necesario, por lo visto, exponerlo de una manera sencilla y clara.
Y Lenin expuso de una manera clara las resoluciones fundamentales de la Conferencia de Abril del Partido Bolchevique sobre la actitud hacia el Gobierno Provisional. Durante el discurso también cambiaba poco a poco la actitud de los delegados, sobre todo la de los soldados, quienes escuchaban con ansiedad las palabras sobre la guerra de rapiña que continuaba el Gobierno, y sobre la paz. Paso a paso, Lenin dispersaba la bruma de mentiras y calumnias, exponiendo un programa lógico y comprensible.

Expiró el tiempo que se le había concedido. En las filas delanteras se escuchó una voz: “No le concedáis más tiempo”. En la sala comenzó un bullicio increíble. Se oyeron protestas y exigencias de prorrogarle el tiempo. Sonaron aplausos y éstos iban creciendo, abarcando a una masa cada vez mayor de delegados. Teniendo en cuenta la disposición de ánimo de los reunidos, la presidencia se vio obligada a concederle la prórroga. La cuestión la solucionaron los delegados de base: los soldados y obreros.
Bajo los aplausos de este grupo de delegados al Congreso, Vladimir Ilich terminó su discurso
— El paso del poder al proletariado revolucionario, apoyado por los campesinos pobres, es el paso a la lucha revolucionaria por la paz bajo las formas más seguras y menos dolorosas, que haya conocido nunca la humanidad, el paso hacia una situación en que quedarán asegurados el poder y el triunfo de los obreros revolucionarios en Rusia y en el mundo entero.
Los oradores de los partidos conciliadores que hicieron uso de la palabra después de Lenin, ante todo Kerenski, Chernov, Skóbelev y otros, intimidaban a los delegados con perspectivas lóbregas, que ellos se figuraban ocurrirían en caso de romper con el Gobierno Provisional. Consideraban que la revolución había terminado y, en su opinión, no se podía hablar de su desarrollo.
La segunda intervención de Lenin en el Congreso (9 de junio) estuvo dedicada directamente a los problemas de la guerra y la paz. Al criticar la hipocresía de las frases “superrevolucionarias”, recordó a los asistentes el llamamiento del Soviet de Petrogrado a los pueblos del mundo, del 14 de marzo, en el que se indicaba: “Niéguense a servir de instrumento de anexión y de violencia en manos de reyes, terratenientes y banqueros”. Dirigiéndose a los líderes eseristas y mencheviques del Soviet Lenin recordó:
— Si les decís: “negaos a servir de instrumento en manos de vuestros banqueros”, mientras dejáis entrar a vuestros propios banqueros en el Gobierno y los sentáis con los ministros socialistas, reduciréis a la nada todos vuestros llamamientos, refutaréis en realidad toda vuestra política.
En otro momento de su discurso, volvió a subrayar:
— Os habéis enredado en contradicciones insolubles… Vosotros habláis de la guerra contra anexiones y de la paz sin anexiones, pero proseguís dentro de Rusia la política de anexiones. Este carácter contradictorio se reflejó también en las resoluciones del Congreso, el cual se negó a tomar el poder en sus manos y a adoptar medidas resueltas para terminar la guerra imperialista. La resolución aprobada condenaba de palabra la guerra, pero en realidad desataba las manos a las clases gobernantes para continuar la misma política imperialista.
Del artículo de Lenin La política exterior de la revolución rusa, publicado en el periódico Pravda el 14 (27) de junio de 1917
No hay idea más errónea ni más nociva que separar la política exterior de la política interior. La monstruosa falacia de esta separación se hace más monstruosa aún precisamente en tiempos de guerra. Pero la burguesía hace todo lo posible e imposible para inculcar y apoyar esta idea. El desconocimiento de la política exterior por las masas de la población está incomparablemente más extendido que su ignorancia en materia de política interior. El “secreto” de las relaciones diplomáticas se observa como cosa sagrada en los países capitalistas más libres, en las repúblicas más democráticas.
En el país crecía el descontento con la política del Gobierno coalicionista. En Petrogrado se gestaba una manifestación de protesta. El 5 de junio, el CC y el Comité petrogradense del POSD(b)R celebraron una reunión con los funcionarios de las organizaciones distritales del partido, en la que se examinó la cuestión referente a los estados de ánimo de los obreros. Se acordó no adoptar ninguna disposición, abstenerse de realizar acciones aisladas y convocar el 8 de junio una reunión más amplia.
Las masas se pronunciaban activamente contra la ofensiva en el frente que preparaba el Gobierno. En la reunión del Comité Ejecutivo del Frente Occidental (1 de junio), el bolchevique Alexandr Miasnikov exhortó al ejército a defender los intereses de la revolución. En Kiev, miles de soldados del 148 Regimiento de Infantería aprobaron ese mismo día, en una declaración, que la ofensiva en el frente sería desastrosa para el país. El 2 de junio, el mitin de soldados y oficiales de la guarnición de Tsarítsino votó por la resolución bolchevique, contra la ofensiva que se preparaba, etc.
El problema de las nacionalidades se agudizó. El Congreso Extraordinario del Partido Socialdemócrata Finlandés, que sesionó en Helsingfors del 2 al 6 de junio, exigió la independencia política total de Finlandia. El 3 de junio, la Rada Central Ucraniana[1], junto con el Soviet de Diputados Campesinos de Ucrania y el Comité Campesino de las Tropas, examinó la negativa del Gobierno Provisional de cumplir las reivindicaciones de la Rada sobre la autonomía y acordó, en la asamblea general, dirigirse al pueblo ucraniano exhortándolo para comenzar de inmediato la materialización de los planes de autonomía. En Riga se publicó el programa del Partido Radical Democrático Estonio, en el que se proclamó la reivindicación de convertir a Rusia en una república democrática federada, integrada por Estados de distinta nacionalidad, incluida Estonia.
La situación en Petrogrado se complicaba debido a los intentos del Gobierno de pasar a la ofensiva contra las fuerzas revolucionarias. En este sentido, los antiguos miembros liberales de la Duma ejercían una presión abierta. Comenzaron a exigir de los conciliadores el pago de las letras de cambio. En la sesión ampliada de los miembros de la IV Duma, convocada el 3 de junio, Miliukov declaró que “toda la sociedad rusa debe cohesionarse en la lucha contra el peligro del bolchevismo”. Al final de su largo discurso subrayó: “En la lucha contra este peligro, el Gobierno Provisional debe recurrir a otros medios, además del convencimiento”. Shidlovski, conocida personalidad de la Duma, terrateniente y octubrista, exigía “situar las aspiraciones de las masas en los marcos de la legalidad y materializarlas de manera paulatina”. Dirigiéndose a los ministros socialistas, el que con mayor claridad se expresó fue Maklakov, colega de Miliukov en el partido, quien declaró: “…Ellos pueden aplicar la legislación más extrema, pero ésta debe ser una legislación estatal, y no el ahondamiento de la revolución. Ellos obtuvieron el derecho de promulgar leyes y por eso deben castigar de manera implacable su incumplimiento. Y por eso es necesario que ellos se deshagan de la ideología revolucionaria; no hablo de la fraseología revolucionaria: no importa el modo de expresión que se emplee”.

Ante esta situación, el ministro de Justicia ordenó el 7 de junio desalojar de inmediato el chalet de Durnovo, antiguo ministro zarista, ahora sede de la federación distrital de los anarquistas y de varias organizaciones obreras. Las huelgas en algunas fábricas del distrito de Víborg obligaron al Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado a promulgar con urgencia un llamamiento para aclarar que la disposición del Gobierno concernía sólo a los anarquistas, quienes habían ocupado parte del chalet, y proponer que se reintegraran al trabajo.
El 5 de junio, los órganos del Gobierno Provisional detuvieron a M. Jaritónov, miembro del Partido Bolchevique, acusándolo de que siendo comisario del distrito Kolómenski no hizo nada cuando los anarquistas asaltaron la casa del duque Lijtenberg, donde se encontraba la imprenta del periódico Russkaia Volia. Esta detención, como señalaba el Pravda, se realizó para “hacer creer que los bolcheviques tienen algo que ver con el ataque a Russkaia Volia y, en general, con los anarquistas”, y fue aprovechada por la prensa burguesa para acosar más al Partido Bolchevique, aunque ocho días después el Gobierno se vio obligado a excarcelar a Jaritónov como resultado de las resueltas protestas de los trabajadores.
Teniendo en cuenta la actitud de las masas, la reunión ampliada del CC y el Comité petrogradense del POSD(b)R, junto con representantes de los distritos, unidades militares, sindicatos y comités de fábrica (en total, unas 150 personas), convocada el 8 de junio, se expresó por organizar una manifestación pacífica. Esta propuesta fue respaldada por los dirigentes de los sindicatos y el Consejo Central de los Comités de Fábrica. El CC del POSD(b)R acordó realizar la manifestación el 10 de junio.
En el llamamiento ¡A todos los trabajadores, obreros y soldados de Petrogrado!, que se difundió en los barrios obreros de la capital, el partido exhortó a las masas a participar activamente en la manifestación. En el documento se daba una diáfana característica de la política imperialista del Gobierno Provisional y de la contrarrevolución en ofensiva, se proclamaron consignas que reflejaban las reivindicaciones del pueblo, entre otras : “¡Abajo la Duma zarista!”, “¡Abajo los diez ministros capitalistas!”, “¡Todo el poder al Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos de toda Rusia!”, “¡Revisión de la Declaración de los derechos del soldado!”, “¡Abajo la anarquía en la industria y los capitalistas organizadores del cierre de empresas!”, “¡Viva el control y la organización de la industria!”, “¡Es hora de terminar la guerra!”, ¡Que el Soviet de Diputados anuncie las condiciones justas de paz!”, “¡Pan! ¡Paz! ¡Libertad!” y otras.

En la sesión vespertina del I Congreso de los Soviets de toda Rusia, Chjeídze, quien trataba de prevenir cualquier acción antigubernamental masiva, hizo una declaración extraordinaria sobre la manifestación que se preparaba. Después de escuchar su informe, el congreso, a propuesta de los mencheviques y eseristas, prohibió celebrar la manifestación en los próximos tres días, aprobó un llamamiento a los obreros y soldados, exhortándolos a no participar en el acto organizado por los bolcheviques, so pretexto de que los contrarrevolucionarios aprovecharían la oportunidad.
Debido a que el Congreso de los Soviets prohibió la manifestación, en la tarde del 9 de junio se celebró una reunión del grupo bolchevique en el I Congreso de los Soviets de toda Rusia y después otra del CC del POSD(b)R. El CC dispuso cumplir la decisión adoptada por el Congreso y anular la manifestación prevista para el 10 de junio.
En la madrugada del 10 de junio, la redacción de Pravda, con la participación de Lenin, preparó el número matutino del diario y las directivas a las organizaciones partidarias de base con motivo de la decisión del CC de suspender la manifestación. El llamamiento al acto de masas fue sustituido por el aviso de la suspensión.
En la noche del 9 y por la mañana temprano del 10 de junio, sábado, miembros del CC, del Comité petrogradense y de la Organización Militar adjunta al CC del POSD(b)R, así como del grupo bolchevique en el Congreso de los Soviets de toda Rusia, visitaron unidades militares y grandes empresas para explicar a los soldados y obreros la decisión del Comité Central.
Como resultado de la labor aclaratoria bien organizada, los bolcheviques lograron detener a las masas. Sin embargo, ello no impidió que el 11 de junio los líderes mencheviques y eseristas intentaran adoptar –en la reunión conjunta de todos los miembros del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, miembros del presídium del Congreso de los Soviets y de todos los grupos participantes en el Congreso- medidas severas contra los bolcheviques. Así, el menchevique Dan, miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, presentó una resolución que concedía a la mayoría conciliadora del Soviet el derecho de veto a cualesquiera manifestación organizada por los partidos que integraban este organismo. Se planteaba incluso expulsar del Soviet a quien violara esta orden. De hecho, esta medida estaba dirigida contra los bolcheviques, que componían la minoría del Soviet.
Tsereteli, quien pidió la palabra fuera de turno, fue más allá. Acusó a los bolcheviques de conspiración y declaró con aire amenazante:
—… Que nos perdonen los bolcheviques, pero ahora pasaremos a otras formas de lucha… Hay que desarmar a los bolcheviques.
A Tsereteli le apoyó Líber, quien exigía con gritos histéricos, adoptar medidas más resueltas para reprimir, extirpar, castigar con todos los medios a los obreros indisciplinados. En el apogeo de su “discurso”, de los escaños de los mencheviques martovistas[2] brotó:
¡Miserable!
La sala lanzó un grito y se quedó pasmada, junto con la presidencia y el orador…

Resultó que Mártov no llamó “miserable” a Líber, sino “versallés”[3], comparando su actitud con la posición antipopular del Gobierno de Versalles, que en su tiempo comenzó la guerra civil contra los comuneros de París.
La sesión se suspendió hasta la noche y rechazó no sólo los planteamientos de Tsereteli y Líber, sino también la resolución de Dan. El Acta aprobada al día siguiente no contenía acusación alguna contra los bolcheviques. Esta vez, los “liberdanos” –apodo que tenían estos líderes del menchevismo después de aparecer uno de los versos satíricos de Demián Biedni- recibieron su escarmiento.
Al sentir el apoyo de los líderes conciliadores en el Soviet, el Gobierno Provisional también se envalentonó: publicó una disposición que prohibía las manifestaciones durante tres días y llamó a mantener tranquilidad, amenazando con emplear la fuerza contra las acciones callejeras. El general Pólovtsev, jefe de la Región Militar de Petrogrado, ordenó: “En cumplimiento de la disposición del ministro de Guerra, el 10 de junio las tropas no podrán participar –con armas o sin ellas- en ninguna manifestación…”
El 10 de junio no salieron a la calle los obreros de ninguna fábrica, ni los soldados de ningún regimiento. La situación en que se preparó y luego fue suspendida la manifestación era una muestra del ánimo popular. Cuando crecía el descontento de las masas, el Congreso de los Soviets de toda Rusia se vio obligado a autorizar la manifestación en Petrogrado para el 18 de junio.
La noticia apareció el 13 de junio en Izvestia Petrográdskogo Sovieta. Para participar en la manifestación, durante la cual se depositarían coronas en la fosa común de las víctimas de la revolución rusa, se invitaba a todos los “partidos revolucionarios”, organizaciones profesionales y cooperativas, clubes, obreros, unidades militares (sin armas), etc. Era evidente que los organizadores se proponían realizarla bajo la consigna de confianza al Gobierno Provisional.
En la reunión extraordinaria del Comité petrogradense del POSD(b)R se decidió comenzar de inmediato la preparación de dicho acto, tratando de concederle carácter nacional. Pravda publicó el 14 de junio el editorial Nuestras consignas en la próxima manifestación. Además de las promovidas por el partido para el 10 de junio, el Comité Central formuló otras complementarias: “¡Contra el desarme de los obreros!”, “¡Contra la disolución de los regimientos revolucionarios’ “, “¡Contra la política de ofensiva!”, ¡Viva el armamento de todo el pueblo, ante todo de los obreros!”
Del llamamiento emitido por el Comité Central y el Comité petrogradense del POSD(b)R, el Consejo Central de los Comités de Fábrica de Petrogrado, el grupo bolchevique en el Soviet de Petrogrado, las redacciones de los periódicos Pravda y Soldátskaia Pravda, exhortando a manifestarse con las consignas bolcheviques
17 de junio de 1917
…Camaradas:
¡No se puede continuar aguantando en silencio este orden! ¡Es un delito guardar silencio después de todo esto!
Somos ciudadanos libres, tenernos derecho a protestar, y debemos utilizar este derecho antes de que sea tarde.
¡Que el día de mañana (18 de junio), día de la manifestación pacífica, se convierta en el día de una protesta severa del Petrogrado revolucionario contra la opresión y la arbitrariedad que vuelven a surgir!
¡Que mañana se enarbolen las banderas victoriosas para que teman los enemigos de la libertad y el socialismo!
¡Que nuestro grito, el grito de los combatientes de la revolución, recorra todo el mundo para alegría de todos los oprimidos y esclavizados!
Allí, en Occidente, en los países beligerantes, despunta el alba de la vida nueva, el alba de la revolución obrera. ¡Que nuestros hermanos de Occidente se enteren mañana que ustedes les llevan en sus banderas la paz y no la guerra; la libertad y no la esclavización!
¡Obreros! ¡Soldados! ¡Tender uno a otro la mano fraternal y adelante, bajo la bandera del socialismo!
¡Todos a la calle, camaradas!
¡En estrecha alianza, cierren filas en torno a sus banderas!
¡Marchen en filas alineadas por las calles de la capital!
Declaren con tranquilidad y firmeza sus deseos:
¡Abajo la contrarrevolución!
¡Abajo la Duma zarista!
¡Abajo el Consejo de Estado! ¡Abajo los diez ministros capitalistas!
¡Todo el poder a los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos!
¡Revisión de la Declaración de los: derechos del soldado!
¡Anulación de las “órdenes” contra los soldados y marineros!
¡Abajo el desarme de los obreros revolucionarios!
¡Viva la milicia popular!
¡Abajo la anarquía en la industria y los capitalistas organizadores de los cierres de fábricas!
¡Viva el control, la organización de la producción y la distribución!
¡Contra la política de la ofensiva!
¡Es hora de terminar la guerra! ¡Que el Soviet de Diputados declare las condiciones justas de paz!
¡Ni la paz por separado con Guillermo ni los tratados secretos con los capitalistas franceses e ingleses!
¡Pan! ¡Paz! ¡Libertad!

El Gobierno Provisional comenzó a preparar apresuradamente la ofensiva en el frente, confiando en que los primeros rumores acerca de los éxitos militares desorganizarían a las filas de los adversarios de la guerra y que la manifestación se convertiría en un apoyo incondicional a la política estatal y los partidos conciliadores. Se preveía utilizar esta ofensiva contra las fuerzas revolucionarias tanto en caso de ganarla como de perderla: la victoria debería silenciar la desarticulación de las organizaciones revolucionarias, mientras que la derrota sería un pretexto para nuevas acusaciones contra los bolcheviques. “Es dudoso que se pueda poner en tela de juicio —escribió cínicamente el 20 de junio el diario Rech, órgano de los demócratas constitucionalistas— el hecho de que la ofensiva asestará al enemigo interno —los bolcheviques- un golpe no menos duro que al enemigo externo”.
Una de las medidas para preparar la ofensiva eran los viajes de agitación que realizaban los representantes del Gobierno Provisional a las unidades militares. En la campaña para macerar políticamente a los soldados, desarrolló particular actividad Kerenski, ministro de la Guerra y la Marina, quien prometía a los aliados “restablecer el entusiasmo y la disciplina” en el ejército ruso. Realizó un viaje especial por los frentes, donde pronunció decenas de discursos, exhortando e induciendo ir a “la muerte honrosa ante la vista de todo el mundo, en aras de la libertad y la revolución”. No es casual que en esos días el ex emperador escribiera en su diario esta característica de Kerenski: “No cabe duda de que en el momento actual ese hombre se encuentra en su lugar; cuanto más poder tenga, tanto mejor será”.
Los discursos y órdenes de Kerenski son modelos insuperados de narcisismo y cinismo.
— Yo conozco la verdad de la vida en Rusia –declaraba con arrogancia en Riga, en la reunión solemne de los Soviets de Diputados Soldados y Ofíciales del 12 Ejército-. Yo sé lo que necesita Rusia, y teniendo conciencia de mi derecho y poder, digo la verdad…
Nunca decía la verdad. A él pertenecen estas palabras:
— Nuestra consigna no deben ser las personas, sino las ideas…
Y él, olvidándose de las personas y de la verdad, predicaba las ideas de la ofensiva (“…en las puntas de sus bayonetas llevarán la paz, el derecho, la verdad y la justicia–); jugaba al llamado “defensismo revolucionario” de las masas (“…liberemos la patria y el mundo de los opresores y agresores”).
Al intervenir en Odesa, Kerenski presentó un brillante modelo de aseveraciones demagógicas, francamente embusteras. Al contestar a la declaración de uno de los oficiales acerca de que el ejército no confiaba en los tratados internacionales del zarismo y de que quería conocer por qué luchaba, Kerenski, con indulgencia, dejó escapar estas palabras:
— Inglaterra y Francia revisan junto con nosotros las tareas de la guerra, y no hay por qué endosar sobre las inocentes masas de soldados de los aliados el odio al antiguo régimen…
Los representantes de los aliados en Rusia se pronunciaban con frecuencia y de manera activa en ayuda de Kerenski. D. Francis, embajador de EE.UU. en Rusia, escribía a R. Lansing, secretario de Estado de aquel país, sobre la necesidad de realizar en las tropas rusas una propaganda seria por la conducción activa de la guerra. El 12 de junio, Ch. Rusell, representante de la misión extraordinaria norteamericana, pronunció un discurso en la sesión vespertina del Congreso de los Soviets de toda Rusia.
— Les rogamos –declaró-, ¡adelante!
A los soldados rusos les empujaban sin rebozo a la ofensiva en el frente, pensando mejorar de ese modo no sólo la situación general en la batalla contra la parte opuesta, sino también extinguir la ola del auge revolucionario en el país.
El 16 de junio, Kerenski dio la orden al ejército y a la flota y lanzó el llamamiento A todos los ciudadanos de Rusia, acerca de la ofensiva.
De la orden al ejército y la flota, del 16 de junio de 1917. Ejército de operaciones
Teniendo plena conciencia de la responsabilidad ante la patria… yo, en nombre del pueblo libre y de su Gobierno Provisional, llamo a los ejércitos, fortalecidos con la fuerza y el espíritu de la revolución, a pasar a la ofensiva. Que el enemigo no celebre antes de tiempo la victoria sobre nosotros. Que todos los pueblos sepan que hablamos de la paz no por debilidad. Que sepan que la libertad ha aumentado nuestro poderío.
¡Oficiales y soldados! Sepan que toda Rusia los bendice a la proeza militar en aras de la libertad, en aras de un futuro luminoso de la patria, en aras de una paz sólida y honesta.
Les ordeno: ¡adelante!
Los soldados de la 12ª y la 13ª divisiones de Siberia, en el Frente Sudoccidental, se negaron a cumplir la orden de Kerenski. Los soldados de los. 41, 43 y 44 regimientos no salieron a las posiciones delanteras. En el dispositivo del Cuerpo de la Guardia (11 Ejército) declararon que Kerenski no debía ser ministro de Guerra. Por orden del comandante en jefe, la caballería atacó a los soldados del 21 Regimiento de Granaderos Rumiantsevski por negarse a comenzar la ofensiva; en la 36 División del 10 Ejército fueron arrestadas casi 6.000 personas; el 703 Regimiento de Infantería fue cercado por unidades de una expedición punitiva, pero el 704 Regimiento de Infantería que participaba en el desarme de la unidad, “también se amotinó”, etc.

El plan estratégico de la ofensiva comenzada el 18 de junio había sido preparado desde antes de ser derrocada la monarquía. El golpe principal se asestaba al enemigo en la zona del Frente Sudoccidental, en la dirección de Lvov. Al comienzo, la ofensiva se desarrollaba con éxito; después, bajo los golpes de las tropas austro-alemanas que recibieron refuerzos del frente occidental, las tropas rusas comenzaron a retroceder, sin ofrecer casi resistencia. La ofensiva en el Frente Sudoccidental fracasó al cabo de unos días y perdieron la vida varias decenas de miles de personas. El propio Gobierno Provisional caracterizó lo ocurrido como una catástrofe que le costó al país “grandes víctimas humanas y pérdidas territoriales”.
Ni un solo regimiento, ni una sola fábrica salieron a la grandiosa manifestación del 18 de junio en Petrogrado pregonando confianza en el Gobierno Provisional. Sobre el mar de cabezas humanas (participó cerca de medio millón de personas) ondeaban miles de banderas y pancartas con las consignas “¡Todo el poder a los Soviets!”, “¡Abajo los diez ministros capitalistas!”, “¡Ni paz por separado con Guillermo, ni tratados secretos con los capitalistas anglo-franceses!”, “¡Viva el control y la organización de la producción!” Había muy pocas con el llamamiento de confianza en el Gobierno Provisional. Incluso el rotativo menchevique Nóvaia Zhizn (“Vida Nueva”) reconoció: “La manifestación del domingo fue un triunfo total del “bolchevismo” entre el proletariado y la guarnición de Petrogrado”. Y el periódico lzvestia, órgano oficial del Soviet de Petrogrado, constataba el 20 de junio de 1917: “…En la marcha del 18 de junio se sentían la precaución sombría y la desconfianza de la masa obrera… Con tanta furia arrancaban por doquier las banderas con consignas del Gobierno Provisional”. Aquí mismo, reconociendo, por una parte, el predominio de las consignas bolcheviques y, por otra, revelando una enemistad oculta hacia los bolcheviques, el autor del artículo señalaba: “No obstante, la democracia revolucionaria, representada por sus Soviets, debe prestar la más seria atención al hecho de que abundaban las consignas leninistas”.
El 18 de junio se celebraron manifestaciones en Moscú, Kiev, Riga, Ivánovo-Voznesensk y otras ciudades, las cuales mostraron la creciente influencia del Partido Bolchevique entre las masas y fueron una revista combativa de sus fuerzas.
Del artículo de Lenin El dieciocho de junio, publicado en el periódico Pravda el 20 (3 de julio) de 1917
El 18 de junio pasará, de un modo o de otro, a la historia de la revolución rusa como un día de viraje.
La posición recíproca de las clases, su correlación en la lucha entre ellas, su fuerza comparada principalmente con la fuerza de los partidos: todo se ha puesto de relieve en la manifestación del domingo de manera tan nítida, tan clara, tan impresionante, que sea cual fuere el curso, sea cual fuere el ritmo de desarrollo de las cosas en el futuro, lo que se ha ganado en grado de conciencia y en claridad es gigantesco.
La manifestación ha disipado en pocas horas, como una nubecilla de polvo, toda esa vacua charlatanería sobre los bolcheviques conspiradores, y ha demostrado con irrefutable claridad que la vanguardia de las masas trabajadoras de Rusia, el proletariado industrial de la capital y sus tropas están, en su aplastante mayoría, por las consignas que ha defendido siempre nuestro partido.
Tal fue la segunda crisis política escribió Lenin que, según los propios eseristas y mencheviques, con seguridad habría estallado en la noche del 18 de junio si la ofensiva desencadenada en el frente no la hubiese cortado. Lenin consideraba que el significado de la manifestación consistía en que ella “se convirtió en una manifestación de las fuerzas y de la política del proletariado revolucionario que traza el camino de la revolución, que señala cómo salir del atolladero”.

El proceso encaminado a liberar la conciencia popular de la bruma de la teoría conciliadora y las frases revolucionarias se desarrollaba de forma consecuente y a ritmos crecientes. En el mitin multitudinario de obreros y soldados de Kiev, convocado el 4 de junio, se propusieron dos resoluciones sobre las actitudes adoptadas frente al Gobierno de coalición: la de los mencheviques, por la confianza; y la de los bolcheviques, por el paso del poder a manos de los Soviets. La resolución bolchevique fue aprobada por mayoría de votos.
En Moscú, el 7 de junio, soldados del 36 Regimiento de Reserva exigieron entregar todo el poder a los Soviets, expresaron su protesta contra la guerra imperialista y la actividad de los “ministros socialistas que no se solidarizan con el movimiento obrero y que a nosotros, los soldados, nos privan de los derechos cívicos y nos amenazan con trabajos forzados”.
La reunión de 2.000 obreros de la fábrica “Stari Parviainen”, convocada el 8 de junio, aprobó una resolución que exigía transmitir todo el poder a los Soviets y expresaba plena confianza en el CC del POSD(b)R.
Así pues, crecía sin cesar la tensión general. La ofensiva en el frente, que detuvo durante cierto tiempo la crisis política, agudizó acerbamente las contradicciones de clase, empujando con mucha más fuerza que durante la crisis de abril a las capas semiproletarias y pequeño-burguesas hacia el lado del proletariado revolucionario. Este era cada vez más activo. En junio se preparaba la conclusión del primer convenio colectivo de los metalúrgicos, quienes se proponían convocar una huelga general en apoyo de sus reivindicaciones.
Entre los soldados se fortaleció la actitud revolucionaria. Ellos protestaban contra el plan del Gobierno de enviar al frente a los regimientos de la guarnición capitalina.
Los acontecimientos de junio revelaron la gravedad de la situación en el país, la elevada tensión de la lucha de clases.
[1] Rada Central Ucraniana –organización nacionalista burguesa contrarrevolucionaria-, creada en marzo de 1917: trataba de orientar el movimiento nacional hacia un cauce nacionalista burgués.
[2] Reducido grupo del Partido Menchevique que, bajo la dirección de Yu. Mártov, ocupó una posición internacionalista inconsecuente en los años de la I Guerra Mundial. Tratando de mantener una posición mediadora entre las corrientes oportunista y revolucionaria en el movimiento obrero, los martovistas marchaban en pos de los defensistas. Al triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre, que fue declarada contraria a las leyes, comenzaron junto con todo el Partido Menchevique una lucha activa contra el Poder soviético.
[3] La pronunciación de estos vocablos en ruso se asemeja bastante: merzavets (“miserable”) y versalets (“versallés).