Agosto de 1917: En el orden del día, la insurrección armada
Al caracterizar la situación política en el país después de las jornadas de julio, Lenin señaló:
“La lucha de clases entre la burguesía y el proletariado se ha exacerbado hasta límites extremos: tanto el 20 y 21 de abril como los días 3, 4 y 5 de julio, el país estuvo a un paso de la guerra civil… La burguesía echa chispas contra los Soviets, pero es todavía impotente para disolverlos de golpe, y los Soviets, prostituidos por los señores Tsereteli, Chernov y Cía, son ya impotentes para oponer una seria resistencia a la burguesía.

Los terratenientes y los campesinos también viven en una situación de vísperas de guerra civil: los campesinos exigen tierra y libertad…
Agreguen a esto el momento de las derrotas militares provocadas por la aventura de la ofensiva, en el que están singularmente en boga las frases sobre la salvación de la patria (que encubren el deseo de salvar el programa imperialista de la burguesía)…”
Lenin llamaba “filisteísmo obtuso” las ilusiones respecto a que: la nueva composición del Gobierno Provisional estaría, tal vez, más a la izquierda que los anteriores; la crítica benévola de los Soviets podría corregir los errores del Gobierno; fueron contadas las detenciones arbitrarias y los cierres de los periódicos; era de esperar que no se repitieran, y un largo etcétera. “No —subrayaba Lenin—, para combatir a la contrarrevolución burguesa son imprescindibles cordura y capacidad de ver y decir lo que existe en realidad”.
El VI Congreso del Partido Bolchevique demostró esta cordura y capacidad para ver y decir lo que existe.

Respecto a la comparecencia de Lenin ante los tribunales, una de las primeras cuestiones discutidas, el congreso señaló : “Considerando que los procedimientos empleados en las persecuciones policíacas y la actividad de la fiscalía restablecen —como lo reconoció también el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados— las costumbres del régimen scheglovitiano[1]; considerando que en tales condiciones no hay garantía alguna, del procedimiento judicial imparcial, ni de la seguridad elemental de los enjuiciados, el Congreso del POSD(b)R expresa su tajante protesta contra el indignante acosamiento fiscal-delatador-policíaco a los guías del proletariado revolucionario…”
- Ordzhonikidze presentó el informe y demostró la imposibilidad de que Lenin compareciera ante los tribunales debido a la ausencia total de garantías de seguridad. Le apoyaron F. Dzerzhinski, N. Skrípnik, N. Bujarin, A. Shlíjter y otros. “… ¿Tiene derecho el partido a privarse de las indicaciones de sus principales guías? —preguntaba Shlíjter en su intervención—. En este Congreso no está presente el camarada Lenin y no hay esperanzas de que situación se aclare plenamente. Está mal que nos encontremos tan atados, pero es un hecho… Es necesario que Lenin, aun viviendo en clandestinidad, dé sus indicaciones. En la resolución debemos señalar que rechazamos con desprecio las calumnias y comunicamos —no como pancistas temerosos de las represiones—que no entregaremos a Lenin. Como representantes del proletariado, no lo entregamos porque lo necesitamos, porque la revolución no ha terminado”.
El Congreso envió un mensaje a Lenin y le eligió su presidente de honor.
- Kuráiev, miembro del partido desde 1914 y delegado del grupo bolchevique en el Comité Ejecutivo Central de los Soviets, dijo en la primera sesión: “Presento un saludo en nombre del grupo bolchevique en el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. Como nadie, sentimos los golpes que se dan a nuestro partido. Los acontecimientos eran tan serios que nos obligaban a meditar sobre el cambio de táctica, y por ello esperábamos con tanta impaciencia el Congreso que deberá trazar las nuevas consignas. A pesar de los inmensos sufrimientos y de que se han arrancado a unas de las mejores personas, con un trabajo cohesionado tenemos la posibilidad de conducir nuestra causa hasta el final”.
El Congreso determinó: “Conducir la causa hasta el final” significa combatir la presente contrarrevolución y la traición de los Soviets actuales; la transición y el desarrollo pacíficos del poder a los Soviets son imposibles. Esta conclusión se apoyaba en el profundo análisis del alineamiento de las fuerzas de clase en el país, hecho por Lenin en varios artículos escritos en la clandestinidad. Ellos ayudaron al partido A dar una apreciación justa de la situación creada después de las jornadas de julio, a determinar las formas de trabajo partidario y las vías de lucha por el triunfo de la revolución.

Sólo de forma condicional se puede decir que el Congreso transcurría sin la presencia de Lenin, señaló E. Yaroslavski (representante de la Organización Militar del POSD(b)R de Moscú, miembro del partido desde 1898); en realidad, “él dirigía el Congreso, participaba en sus labores; los documentos más importantes se elaboraban con su participación y conocimiento”.
- Dzhaparidze, N. Podvoiski y Ya. Rovinski recordaban que Lenin envió sus tesis al Congreso. Shotman escribió que en el Congreso se ponían a votación resoluciones escritas por Lenin. Lamentablemente, no se ha encontrado el original del texto de Lenin. Hace poco, A. Sovókin, colaborador del Instituto de Marxismo-Leninismo adjunto al CC del PCUS e investigador de la historia de Octubre, logró revelar estas “ideas básicas” o tesis del informe sobre la situación politica, que fueron la base de la resolución del Congreso. Las descubrió en el periódico Krasnoyarski Rabochi (“El Obrero de Krasnoyarsk”), del 8 de agosto de 1917, en la correspondencia enviada desde Petrogrado por B. Z. Shumiatski, representante de las organizaciones partidarias de Siberia Central en el VI Congreso. Los mensajes fueron escritos el 29 de julio, es decir, por lo menos un día antes de que el Congreso escuchara el propio informe.
Al efectuar un análisis comparativo de dichas tesis con el proyecto de resolución del VI Congreso sobre la situación política, que los bolcheviques de Kiev publicaron en su periódico Golos Sotsial-Demokrata (“La Voz del Socialdemócrata”), del 13 de agosto (ellos no tenían todavía el texto definitivo de la resolución aprobada por el Congreso) y al releer distintas partes de las actas del Congreso y descifrar con sus camaradas algunos ap
untes, desconocidos hasta entonces, de los delegados, Sovókin demostró que la correspondencia de Shumiatski contenía el texto de las tesis leninistas. Las publicó en su trabajo En el umbral de Octubre (Moscú, 1973).
De las tesis Ideas básicas del informe sobre la situación política, presentado al VI Congreso del POSD(b)R
… 6) En virtud del desarrollo actual de los acontecimientos, el poder estatal en las cuestiones decisivas, a saber, en el frente y en Petrogrado, se encontró de hecho en manos de la burguesía contrarrevolucionaria, apoyada por la camarilla militar del personal de mando del ejército. Es esta dictadura la que ha adoptado y adopta las medidas enumeradas para destruir las libertades política
s, aplicar la violencia contra las masas y perseguir implacablemente al proletariado internacionalista, siendo total la desintegración, la impotencia y la falta de actividad del Gobierno, así como del Comité Ejecutivo Central, órgano central de los. Soviets.
7) Los demócratas constitucionalistas juegan con los eseristas y los mencheviques igual que el gato con el ratón; salen del Gobierno, reanudan el regateo para entrar en él, organizan al mismo tiempo y de prisa a la contrarrevolución de la burguesía y disparan con las acusaciones más repugnantes: hoy contra los bolcheviques, después contra Chernov, incluso contra el hipócrita… de Tsereteli y otros.
Los guías de los eseristas y mencheviques pierden la cabeza, se degradan hasta expresar confianza, e incluso los mejores elementos provinciales de estos partidos que menos se han aproximado a la
contrarrevolución, temen aprobar la pena de muerte, pero temen aún más reprobarla, para no divorciarse de “sus” ministros.
8) Mientras tanto, el país sufre la agonía dolorosa y detestable de los Soviets, que se descomponen en vida debido a que no tomaron a su tiempo el poder estatal en sus manos.
9) La consigna de entregar el poder a los Soviets, que propagaba nuestro partido, era la consigna del desarrollo pacífico de la revolución, la transición pacífica del poder de la burguesía a los obreros y campesinos pobres, la superación pacífica de las ilusiones de la pequeña burguesía.
Ahora, son ya imposibles el desarrollo pacífico de la revolución y el paso sosegado del poder a los Soviets, pues el poder ya
está en manos de la dictadura militar, apoyada e inspirada por la burguesía y encabezada por el partido de los demócratas constitucionalistas.
La consigna del momento actual no puede ser sino la liquidación total de la dictadura de la burguesía contrarrevolucionaria. Sólo el proletariado revolucionario, siempre y cuando le apoyen los campesinos pobres, está en condiciones de cumplir esta tarea, tarea de turno de la nueva revolución en Rusia.
10) El éxito de la nueva revolución depende de si la mayoría del pueblo toma conciencia con bastante rapidez y firmeza de l
o desastrosas que son las esperanzas de conciliación con la burguesía, expresadas y apoyadas por los partidos de los eseristas y los mencheviques.
El desarrollo de los acontecimientos refuta estas esperanzas de una manera categórica.
11) La tarea primordial del partido de los bolcheviques en este momento, consiste, por lo tanto, en no ceder ante las provocaciones de la contrarrevolución (que con gran deseo y todo el tiempo aspirará a ello) a desafiar al proletariado —precisamente ahora— a que inicie un combate prematuro, que traería consecuencias irreparables para él. Consiste sí en orientar todos los esfuerzos a fin de organizar y preparar las fuerzas para el combate decisivo, cuando la crisis nacional y el profundo auge de las masas creen las condiciones propicias para ello y atraer a los pobres d
e la ciudad y del campo al lado de los obreros, contra la burguesía.
12) En beneficio del proletariado, ahora sería más importante prepararlo de manera sistemática y prolongada para la nueva revolución, con el fin de que la experiencia propia de las masas las haga comprender su necesidad y se desenmascare por completo a la dictadura militar, respecto a la cual el Gobierno de coalición formado hace poco no es más que un encubridor.
Pero tampoco se puede olvidar que la crisis militar y alimentaria, así como otras condiciones, pueden provocar una catástrofe enorme, de extraordinaria fuerza.
El deber del proletariado, particularmente en la capital, será entonces tensar todas las fuerzas para tomar en sus manos el poder estatal y orientarlo, en alianza con el proletariado revolucion
ario de los países avanzados, hacia la paz y la reorganización socialista de la sociedad.

Por encargo del Comité Central, el informe sobre la situación política (así como el informe político del CC) lo presentó J. Stalin. Sobre la base de los artículos y tesis de Lenin, expuso una característica precisa de las fuerzas motrices de la revolución y su desarrollo desde el derrocamiento de la monarquía; reveló las direcciones fundamentales en la actividad del Comité Central. Al detenerse en los sucesos de junio y julio, Stalin subrayó: “Nuestro partido marchaba siempre con las masas”. Contestando a los reproches hechos por los conciliadores y aparecidos en la prensa eserista-menchevique, respecto a que los bolcheviques se inmiscuían en el movimiento masivo en julio, y de que esto condujo al derramamiento de sangre, el informante dijo: “¡Qué partido de masas es ese que pasa por alto el movimiento de las masas!.. Tsereteli y otros, que nos acusan de habernos inmiscuido en el movimiento, firman así su sentencia de muerte. Hablan del derramamiento de sangre, pero éste habría sido aún más terrible si el partido no hubiera desempeñado el papel de regulador”.
En el informe se destacaba que si hasta el 3 de julio eran posibles la victoria y el paso pacífico del poder a los Soviets, esta posibilidad dejó de existir cuando la contrarrevolución se organizó. “La etapa pacífica de la revolución ha terminado, comenzó la etapa no pacifica, la etapa de refriegas y explosiones…” Se retiró la consigna de “¡Todo el poder a los Soviets!” (por cuanto se trataba de la entrega de todo el poder al Comité Ejecutivo Central conciliador).
“Pero si nosotros proponemos retirar la consigna de “¡Todo el poder a los Soviets!”, de aquí no se desprende “¡Abajo los Soviets!” —dijo Stalin respondiendo a las preguntas de los delegados—. Y nosotros, que retiramos esta consigna, no abandonamos siquiera el Comité Ejecutivo Central, a pesar del lamentable papel que desempeñó en los últimos tiempos… La anulación de la consigna de la entrega del poder a los Soviets no significa “¡Abajo los Soviets!”… Nuestra actitud respecto a los Soviets donde estamos en mayoría es la más positiva. ¡Pues que vivan y se consoliden semejantes Soviets! Pero la fuerza no está ya en los Soviets. Antes, el Gobierno Provisional promulgaba un decreto y el Comité Ejecutivo, un contra-decreto, y este último tenía fuerza de ley. Recuerden la historia de la Orden Nº 1. Pero ahora el Gobierno Provisional no tiene en cuenta al Comité Ejecutivo Central. La participación de dicho Comité de los Soviets en la comisión para investigar los sucesos del 3-5 de julio no fue anulada por el Comité Ejecutivo Central de los Soviets; no se cumplió por orden de Kerenski. El asunto ahora consiste no en conquistar la mayoría en los Soviets, hecho de por sí muy importante, sino en eliminar a la contrarrevolución”.
La resolución del Congreso planteó como tarea inmediata luchar a fin de abolir la dictadura de la burguesía contrarrevolucionaria y que el proletariado en alianza con el campesinado pobre, mediante la insurrección conquistara el poder. Se necesitaba no sólo preparar de manera detallada y multilateral a las fuerzas para la lucha armada, sino también determinar con precisión el momento cuando el auge de la revolución creara las condiciones propicias para ello. La táctica del partido se orientaba a propiciar estas condiciones, paralizar con habilidad y frustrar cualesquiera intentos de la contrarrevolución de excitar a la clase obrera a la acción armada antes de que esto fuese dictado por las posibilidades reales.
El Congreso se dirigió con un manifiesto a los trabajadores, a los obreros, soldados y campesinos de Rusia, exhortándolos a prepararse —bajo las banderas del Partido Bolchevique— para el combate decisivo que liquidaría la contrarrevolución. Este documento decía: “Nuestro partido va a ese combate con las banderas desplegadas. Él las ha mantenido firmemente en sus manos. No las ha rendido ante los violadores y sucios calumniadores, ante los traidores de la revolución y los servidores del capital. En lo sucesivo las mantendrá en alto, luchando por el socialismo, por la fraternidad entre los pueblos. Pues sabe que estallará un movimiento nuevo y al mundo caduco le llegará su última hora”.

En el informe sobre la actividad organizativa del Comité Central, Yakov Sverdlov señaló que la victoria temporal de la contrarrevolución después de las jornadas de julio no detuvo en medida alguna el crecimiento del partido, y por el contrario, promovió el ingreso de nuevos miembros obreros y campesinos. Desde abril de 1917 aumentó en tres veces el número de miembros del partido y en más de dos veces el de organizaciones bolcheviques en las localidades.
Apuntes acerca de los delegados al VI Congreso
Elizaveta Drábkina
… Yo trabajaba en el distrito de Víborg, y Sverdlov me propuso ayudar a los camaradas que organizaban el Congreso. El único documento que se conservó de las labores del foro es un breve apunte de la secretaria: el partido no disponía de medios para mantener taquígrafas y, además, no se podía permitir la presencia de personas ajenas en este Congreso semilegal.
Dicho apunte indica que el Congreso lo inauguró M. Olminski, como el delegado más antiguo, quien pronunció el discurso de salutación. Después se escucharon palabras de obreros petrogradenses, se eligió la presidencia y se aprobaron el orden del día y el reglamento.
En efecto, todo transcurrió así. Pero este apunte parco no transmite la profunda emoción que sentían los reunidos en esa indigente sala con las paredes mal blanqueadas. No narra los encuentros entre delegados, sus atentas y penetrantes miradas, a veces sin reconocer de repente al antiguo camarada de celda; ni sus recuerdos —como si se tratara de algo habitual— de los acontecimientos trágicos vividos, los fracasos, las detenciones, los años en el calabozo, los motines en la prisión, las palizas, los trabajos forzados, las evasiones; ni el intercambio de noticias acerca de la lucha que llevaban a cabo hoy en aras de la victoria del socialismo.
Se me encargó entregar los cuestionarios a los delegados al Congreso, después recoger los ya respondidos y hacer un resumen. En estas hojas de papel gris, áspero, estaba escrito un poema de las mejores personas de nuestro partido, de nuestro pueblo.
Llenaron sus cuestionarios 171 delegados al Congreso. En total, habían trabajado 1.721 años en el movimiento revolucionario. Fueron detenidos 549 veces, o sea, un promedio de tres veces cada uno; cerca de 500 años estuvieron encarcelados, desterrados, cumpliendo trabajos forzados. La mitad de ellos tenía enseñanza superior o media; la otra mitad sólo enseñanza primaria; algunos —y no pocos— calificaron su enseñanza como “carcelaria”. Unos meses antes de celebrarse el Congreso, muchos de los que ahora bromeaban y me entregaban los cuestionarios respondidos, se encontraban entre rejas o hacían sonar sus grillos “en la profundidad de las minas siberianas”.
Eran personas muy diferentes debido a la edad, apariencia, hábitos, manera de comportarse, de hablar, de bromear, de sonreír. Pero sobre estas diferencias predominaba algo general: una expresión particular, difícil de transmitir con palabras, en la que se fusionaba en un todo la firme decisión de marchar hasta el final, la jovialidad incontenible y las huellas de una vida llena de dificultades; el animado arrojo y la energía combativa; la agudeza de la mirada, acostumbrada a ver la verdad cara a cara, por muy amarga que fuera, y la indudable fe en el futuro. Todo esto era común para estas personas, igual que la palabra que decían cuando les preguntaban su pertenencia partidaria: ¡bolchevique!
Ante la nueva situación, los bolcheviques se convirtieron en núcleo en torno al cual se agrupaban todos quienes se pronunciaban —aunque fuera con timidez e inconsecuencia— contra el oportunismo y el nacionalismo en el movimiento obrero.
En el VI Congreso se concedió el ingreso en el POSD(b)R a la “Organización interregional de los socialdemócratas”, que contaba con unos 4.000 miembros. Se había constituido en 1913 y, oficialmente, no tenía carácter fraccionista. Respecto a la guerra, los de la “interregional” mantenían una posición internacionalista, cercana a la de los bolcheviques. Entre quienes el Congreso aceptó en las filas del partido se encontraban V. Volodarski, A. loffe, A. Lunacharski, D. Manuilski, L. Trotski, M. Uritski, K. Yurénev y otros.
Se intentó también la unificación con el grupo de mencheviques-internacionalistas encabezados por L. Mártov, quien envió a la atención del VI Congreso su saludo. En nombre del Buró Central de los mencheviques-internacionalistas, escribió:
— Saludamos al congreso de su partido que se reunió en un tiempo tan difícil para él, en el fragor de persecuciones y acosamientos, a los que se somete la corriente que él representa en el socialismo ruso. No dudamos de que esas persecuciones y acosamientos no podrán quebrantar la influencia de las ideas del internacionalismo en la parte del proletariado ruso organizado bajo la bandera de su partido y aprovechamos la ocasión para expresar una vez más nuestra profunda indignación con motivo de la campaña calumniadora que trata de presentar a toda una corriente en la socialdemocracia rusa como a agentes del Gobierno alemán…
Lamentablemente, la unión no llegó a alcanzarse por culpa de los líderes de este grupo de los mencheviques, quienes presentaron varias condiciones inaceptables.
El VI Congreso prestó gran atención a las cuestiones de la organización de la juventud. M. Jaritónov, delegado al congreso por la organización de Petrogrado, miembro del partido desde 1905, alegaba ante todo en su informe el ejemplo de las organizaciones juveniles de Suecia y Alemania.
Recordó que la unión socialdemócrata de la juventud de Suecia, que dirigía Zeth Höglund, había surgido ya en 1903 y era la organización más revolucionaria de la socialdemocracia sueca, en torno a la cual se agrupaban todos los elementos oposicionistas de izquierda en el Partido Socialdemócrata de Suecia. Durante la I Guerra Mundial, el trabajo de la unión estaba dirigido a luchar contra el militarismo. En 1916, cuando en el país había adquirido amplias dimensiones la propaganda de los llamados “activistas”, que se pronunciaba por el ingreso de Suecia en la guerra al lado de Alemania, fue precisamente la unión de la juventud la que convocó el congreso de los adversarios de la contienda, a pesar de que había sido prohibido por el Partido Socialdemócrata. Este congreso se celebró el 18-19 de marzo de 1916, en el que 265 delegados representaban a cerca de 40.000 obreros de más de 100 organizaciones partidarias, sindicales y juveniles. El congreso promulgó el manifiesto Paz a toda costa, mostrando qué fuerza podía ser la juventud socialista organizada.
También trabajaban activamente las organizaciones juveniles oposicionistas de Alemania, dirigidas por Carlos Liebknecht.
- Jaritónov dijo en su informe:
— También deben ser organizaciones libres e independientes nuestras uniones de la juventud.
En la resolución de la cuestión “Sobre las Uniones de la Juventud”, el VI Congreso del partido señaló:
— … En la actualidad, cuando la brega de la clase obrera pasa a la fase de lucha directa por el socialismo, el congreso considera que la contribución a crear organizaciones socialistas clasistas de la juventud obrera es una de las tareas apremiantes de la actualidad e impone a las organizaciones partidarias la obligación de prestar a este trabajo la máxima atención posible…
Después de discutir la cuestión “Sobre el movimiento sindical”,. el VI Congreso del partido de los bolcheviques sometió a una crítica acerba la teoría de la neutralidad de los sindicatos e indicó que ellos, interesados profundamente en conducir la revolución proletaria hasta el final victorioso, podrán cumplir las tareas planteadas ante la clase obrera de Rusia sólo en caso de que sigan siendo organizaciones combativas de clase, que reconozcan la dirección política del partido.
El congreso, clausurado el 3 de agosto, centró toda su atención en la tarea fundamental: preparar a las masas para el triunfo de la revolución socialista.

Pero la contrarrevolución no dormitaba. Comenzó una movilización abierta de todas las fuerzas antiproletarias, antirrevolucionarias, para asestar un golpe más a los bolcheviques. Esto se lo dijo confidencialmente Kerenski al antiguo emperador cuando lo visitó en Tsárskoe Seló en las postrimerías de mayo. Al comunicarle a Nicolás II la decisión del Gobierno Provisional de trasladar a su familia a Tobolsk, el Primer Ministro le explicó que eso se debía a las inminentes medidas más enérgicas contra los bolcheviques. Según Kerenski, serían inevitables los enfrentamientos armados, en los que la familia del zar podría ser la primera víctima, y él consideraba un deber suyo protegerla de cualesquiera eventualidades posibles.
No es casual que se hubiera elegido Tobolsk. En primer lugar, esta ciudad, situada bastante lejos de las capitales revolucionarias y de los centros proletarios, se consideraba el lugar tradicional de destierro y era dudoso de que suscitara la protesta de las amplias masas; en segundo lugar, desde allí sería más fácil sacar al extranjero —a través de Japón y EE.UU. — a la familia imperial.
En la mañana del 1 de agosto, la familia real llegó en automóviles, custodiada por dragones del 3 Regimiento del Báltico, a la estación Alexándrovskaia, donde esperaban dos trenes con bandera japonesa. En los lujosos vagones había un letrero: “Misión japonesa de la Cruz Roja”.
Los trenes llegaron a Tiumén el 4 de agosto por la tarde. En el desembarcadero esperaban a la familia Románov tres barcos: dos grandes —Rus (“Rusia”) y Kormilets (“Bienhechor”)— y un pequeño, el remolcador. Es dudoso de que alguien hubiera escogido especialmente los barcos con esos nombres, pero por ironía del destino recordaban con amargura a quien hasta no hacía mucho se denominaba “dueño de la tierra rusa”; que Rusia y su bienhechor —el mujik— le habían indicado ese camino a Siberia.
A las 5 de la mañana del 5 de agosto, los barcos zarparon río abajo. Pasaban frente al pueblo de Pokróvskoe, donde nació Rasputín. Su casa, la más grande y bonita, se divisaba desde la cubierta.
— Recordamos a nuestro amigo”, escribió Nicolás en su diario. El 6 de agosto, los Románov llegaron a Tobolsk[2].

En esos días se comenzaron a preparar las “medidas más enérgicas contra los bolcheviques”, prometidas por Kerenski. En el ejército se formaban unidades de choque, “batallones de la muerte”, uniones de los caballeros de la Cruz de San Jorge, etc. En la “capital intranquila” surgieron el Centro Republicano, la Liga Militar, la Unión del Deber Militar, la Unión para la Salvación de Rusia, la Unión del Honor y la Patria y otras organizaciones contrarrevolucionarias. Las unía el deseo de liquidar a los Soviets, de aplastar la revolución, estableciendo, como escribió periódico Utro Rossii, del 12 de agosto, un poder fuerte, firme, inmutable. “Debe comenzar por el ejército —se subrayaba francamente en ese artículo— y extenderse a todo el país”. La contrarrevolución trataba de materializar sus sueños respecto a un poder fuerte. El ídolo de las fuerzas reaccionarias era el general Kornílov.
Al comunicar el 7 de julio al Gobierno Provisional la huida de las tropas en retroceso, Kornílov exigía la implantación inmediata de la pena de muerte y la institución de tribunales militares de campaña. “Este desastre —indicaba el general, teniendo en cuenta la descomposición del ejército—, o será superado por el Gobierno revolucionario o, si no lo logra, serán promovidas otras personas de acuerdo con el desarrollo inevitable de la historia”.

En estas “otras personas” —decisivas, firmes, que no temían ensuciarse con sangre— se veía a sí mismo. Así lo consideraba también la burguesía rusa. No por casualidad el llamamiento dirigido a Kornílov por el denominado congreso de “personalidades sociales”, convocado por el millonario moscovita P. Riabushinski, presidente del Congreso de la Unión Comercial-Industrial de toda Rusia, decía: “… En la terrible hora de duras pruebas, toda la Rusia pensante (léase: burguesa-terrateniente. A. N.) le mira con fe y esperanza”.
Kornílov, designado comandante en jefe el 19 de julio, elaboró un verdadero programa de “pacificación” de Rusia, como resultado de esfuerzos conjuntos, que incluía medidas para “prohibir la política en el ejército” (previendo la implantación de la pena de muerte y la creación de campos de concentración para los desobedientes), así como para aplastar el movimiento obrero.

La burguesía vinculaba el establecimiento de la dictadura militar con la esperanza de liquidar a las fuerzas revolucionarias por vía armada, “proteger a Rusia frente al peligro del bolchevismo que se aproximaba”. Se planeaba realizar el golpe de Estado entre el 12 y el 14 de agosto, días cuando sesionaría en Moscú la Asamblea de Estado. Al determinar el lugar, la contrarrevolución partía de que, a primera vista, los acontecimientos ocurridos en julio, en la capital, no habían encontrado amplia repercusión en Moscú. Por ello, no esperaba encontrar una seria actitud revolucionaria. Sin embargo, la realidad dispersó estas esperanzas. La enorme labor organizativa de los bolcheviques entre las masas y el fortalecimiento de su conciencia revolucionaria en el país después de los acontecimientos de julio, hicieron que Moscú, así como otros centros industriales, alcanzara a Petrogrado en un plazo corto y ocupara uno de los primeros lugares en el movimiento revolucionario.

En la Asamblea de Estado, la contrarrevolución anunció abiertamente su programa: abolir todos los Soviets, así como los comités en el ejército; entregar las funciones administrativas, “usurpadas por los Soviets”, a los organismos municipales; conducir la guerra “hasta la victoria final en plena unión con nuestros aliados”; renunciar a cualesquiera “reformas y experimentos sociales”; continuar la lucha enérgica contra el Partido Bolchevique, declararlo fuera de la ley y efectuar represiones en masa contra sus miembros. Este programa coincidía por completo con la composición de la Asamblea de Estado.
Comunicado del periódico Noticias del Comité Ejecutivo Central y del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado sobre la composición de la Asamblea de Estado, convocada en Moscú el 12 y 13 de agosto de 1917
15 de agosto de 1917
La municipalidad de Moscú hizo el siguiente resumen aproximado sobre los delegados, por grupos, que acudieron a la asamblea : 488 representantes de las cuatro Dumas de Estado, 100 campesinos, 129 representantes de los Soviets y comités ejecutivos de organizaciones sociales, 147 de las ciudades, 18 de las uniones del zemstvo y urbana, 118 de los zemstvos, 150 de los círculos comercial-industriales y los bancos, 99 de las organizaciones científicas, 83 de la intelectualidad trabajadora, 117 del ejército y la flota, 24 del clero y las organizaciones eclesiásticas, 58 de las organizaciones nacionales, 90 de los comités de abastos, 51 de las sociedades agropecuarias, 313 de las cooperativas, 176 de los sindicatos, 33 de los comisarios gubernamentales, 16 del departamento militar, 4 de las instituciones estamentales, 15 de los miembros del Gobierno y representantes de los ministros.
El 13 de agosto se agregaron más de 100 miembros, incluidos el obispo Evlogi, el general Kornílov, los ministros Skóbelev y Yurénev.
En total, fueron más de 2.500 delegados.
En la tarde del 13 de agosto se determinó el número de oradores de los distintos grupos, distribuidos sobre la base de un acuerdo entre sus representantes. Como el número de ponentes era tan elevado, se decidió prolongar la asamblea hasta el 15 de agosto. Durante dos días se escucharon las declaraciones, celebrándose dos sesiones diarias.
El Primer Ministro socialista, presente en la asamblea, juraba que el Gobierno luchaba contra los bolcheviques “en la medida de sus fuerzas”. Mientras tanto, los líderes conciliadores del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, que no se decidían a replicar contra el oscurantismo abierto, afirmaban con timidez que al poder burgués le convenía conservar por el momento a los Soviets, pues ellos, utilizando el reconocimiento popular, apoyaban al Gobierno Provisional. El monárquico Shulguín constataba con satisfacción: “Hace cinco meses, despedazarían a todo el que se atreviera a decir algo contra la revolución”. Ahora, añadió, ha cambiado su actitud.
Pero Shulguín se equivocaba. Consideró como cambio de actitud la capitulación de los líderes eseristas y mencheviques del Comité Ejecutivo Central, sin tener en cuenta la verdadera posición de las masas.
El 9 de agosto, en la reunión de la directiva de 41 sindicatos de Moscú, celebrada junto con el Buró Central de los Sindicatos, se escuchó el informe de I. I. Skvortsov-Stepánov, representante del Comité moscovita de los bolcheviques, se discutió la actitud ante la Asamblea de Estado en Moscú y se decidió convocar el 12 de agosto una huelga de un día y mítines de protesta.

De la resolución conjunta adoptada por el Buró Central de los Sindicatos y representantes de la directiva de la Unión, sobre la convocatoria de una huelga de protesta contra la Asamblea de Estado en Moscú
9 de agosto de 1917
… En la reunión se ha considerado que el proletariado de Rusia, en primer lugar los obreros moscovitas, debe organizar una campaña de protesta contra la Asamblea de Moscú que celebrará el Gobierno Provisional. Para este fin, es imprescindible organizar mítines multitudinarios de protesta. Además, se ha considerado necesario realizar una huelga de un día, que deberán sancionar los partidos políticos de los socialistas revolucionarios y los socialdemócratas.
El día cuando se inauguró la Asamblea de Estado, en Moscú y sus alrededores se declararon en huelga cerca de 400.000 personas. Dejaron de circular los tranvías, se cerraron restaurantes y cafeterías. La zona adyacente al Teatro Bolshói, donde sesionaba la asamblea, estaba acorralada por un cerco triple de soldados y cadetes. A pesar de las medidas, frente al edificio se conglomeraron más de 10.000 personas en el momento de inaugurarse la Asamblea.

El 12 de agosto se realizaron huelgas de un día, manifestaciones y mítines de protesta en Gus-Jrustalni, Kostromá, Kiev, Tula, Nizhni Nóvgorod, Samara y otras ciudades. En las fábricas de Petrogrado también se celebraron mítines multitudinarios de protesta contra la Asamblea de Estado. La reunión de los obreros del taller de turbinas de los astilleros Putílov exigió la reelección del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, pues éste, sin convocar la reunión general del Soviet, decidió asistir a la Asamblea de Estado en Moscú.
La reunión general de la 2ª Compañía del Batallón de Zapadores de la Fortaleza Naval Pedro el Grande exigió la derogación inmediata de la pena de muerte, la excarcelación de los revolucionarios, la dispersión de la Duma y el Consejo de Estado, la detención de los líderes de los partidos de derecha, la más rápida convocatoria de la Asamblea Constituyente. Los soldados protestaron contra el cierre de los periódicos revolucionarios y la desarticulación de las organizaciones sociales, así como contra la convocatoria de la Asamblea de Estado en Moscú. Declararon que estaban dispuestos a defender la revolución con las armas a la primera llamada del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros y Militares de Réval. La contrarrevolución también se preparaba.
El 12 de agosto, Kornílov ordenó formar regimientos de infantería de reserva, integrados por los caballeros de la Cruz de San Jorge, en Pskov, Minsk, Kiev y Odesa. Precisamente a sus cruces blancas hacía alusión el periódico Utro Rossii cuando afirmaba: “¿Quién otro se necesitará ahora tan imperantemente para defender la causa, para trabajar en aras de salvar al ejército que perece y, junto con él, a la patria, como no sean los héroes populares militares, embellecidos con cruces blancas?”

El 24 de agosto se celebró en Moguiliov un encuentro de V. N. Lvov, miembro de la Duma, con el comandante en jefe. En nombre de Kerenski, Lvov pidió a Kornílov que le comunicase su opinión respecto a la formación de un amplio Gabinete “popular”. Kornílov le propuso continuar esta conversación al día siguiente. A la pregunta de si las tropas apoyarían al Gobierno Provisional en caso de que los bolcheviques actuaran, Kornílov le aseguró que las tropas “cumplirán su deber” y apoyarán a Kerenski. Al día siguiente, durante el segundo encuentro, Kornílov declaró a Lvov que para salvar a la patria era indispensable que le entregaran a él, a Kornílov, “el poder militar y civil”. El 26 de agosto se transmitió al primer ministro el ultimátum de Kornílov. Al mismo tiempo, se pusieron en movimiento las unidades con las que Kornílov se proponía realizar el golpe de Estado. Kerenski, que temía perder el sillón de primer ministro y ser liquidado por las masas junto con el general sedicioso, decidió declararle abiertamente la guerra a Kornílov. En la sesión extraordinaria del Gobierno, celebrada por la tarde, Kerenski declaró la ruptura con Kornílov y exigió para sí poderes dictatoriales. Los ministros demócratas constitucionalistas, que pensaban entrar en el próximo Gobierno de Kornílov, dimitieron. El 27 de agosto, tanto Kerenski como Kornílov se declararon, uno al otro, enemigos del pueblo, empleando las mismas expresiones. Por orden del comandante en jefe faccioso, avanzó hacia Petrogrado el 3º Cuerpo de Caballería; hacia Tsárskoe Seló, la División de Caballería (“salvaje”) del Cáucaso; hacia Gátchina, la 1ª División de Cosacos del Don del 3º Cuerpo de Caballería.
Pero los contemporáneos llegaron a la conclusión, expresada por el periódico reaccionario Obschee Dielo, que, en rigor, no existía la “conspiración de Kornílov”, sino la fracasada “componenda de Kerenski con Kornílov”.
El pueblo, en nombre del cual actuaban y al que ellos apelaban, no apoyaba a ninguno.
El peligro que pendía sobre la revolución conmovió a las masas populares, encabezadas por el Partido Bolchevique. El llamamiento del partido a los obreros y soldados de tomar en sus manos la defensa de la revolución, encontró amplia repercusión. Los bolcheviques lograron que la lucha contra Kornílov adquiriera no sólo un carácter popular, sino que también desenmascarara por completo a Kerenski cómo korniloviano oculto, que aplicaba el mismo programa contrarrevolucionario, aunque con otros medios. El Comité Central del partido exhortó a los obreros y soldados a demostrar que ellos eran más fuertes que cualquier intento de la contrarrevolución burguesa de cambiar el curso de los acontecimientos.
Del llamamiento A todos los trabajadores, obreros y soldados de Petrogrado, emitido por el Comité Central y el Comité petrogradense del POSD(b)R, la Organización Militar adjunta al CC del POSD(b)R, el Consejo Central de Comités de Fábrica, el grupo bolchevique en el Soviet de Petrogrado y en el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, exhortando a combatir la contrarrevolución
27 de agosto de 1917
… Población de Petrogrado:
¡La llamamos a combatir más resueltamente a la contrarrevolución! ¡Tras Petrogrado se encuentra toda la Rusia revolucionaria!
En unión fraternal, forjada con la sangre derramada en las jornadas de febrero, mostrar a los Kornílov que no serán ellos quienes aplasten a la revolución, sino que la revolución aplastará y barrerá de la tierra las intentonas de la contrarrevolución burguesa.
En aras de los intereses de la revolución, en aras del poder del proletariado y del campesinado en la Rusia libre y en todo el mundo, ¡recibir como una familia unida, en filas cohesionadas, tomados de la mano y todos como uno, al enemigo del pueblo, al traidor de la revolución, al asesino de la libertad!
Ustedes han derrocado al zarismo: demuestren que no podrán soportar la dominación de Kornílov, testaferro de los terratenientes y la burguesía.

En la reunión extraordinaria del Comité petrogradense del partido, presidida por S. Kosior, en la que presentó el informe A. Búbnov, se trazaron las medidas concretas para movilizar a las masas. A este trabajo se incorporó la Organización Militar adjunta al CC del POSD(b)R. Sverdlov, secretario del Comité Central, se reunió con representantes de las células bolcheviques en los regimientos de reserva de la capital. Petrogrado concedió hasta 60.000 guardias rojos, soldados y marineros para defender la revolución. En los frentes los kornilovianos también recibieron una réplica resuelta. Los comités de ejército establecían su control en los estados mayores, formaban destacamentos mixtos para combatir el motín. En este sentido es interesante recordar las acciones decisivas del Comité Militar Revolucionario y el Estado Mayor .de las tropas revolucionarias de la zona de Minsk, dirigidos por M. Frunze, quienes aislaron a las fuerzas de choque de la contrarrevolución, enviadas por el Cuartel General contra la capital.

La conspiración korniloviana fracasó por completo antes de que sonara el primer disparo. En realidad, sonó uno: se suicidó el general Krimov, a quien Kornílov había puesto al mando de los destacamentos que marchaban contra Petrogrado. Con este disparo confirmó su impotencia el “hombre de hierro”, uno de los principales participantes en la intentona palaciega en los días anteriores a febrero, quien en las jornadas de febrero prometía “despejar Petrogrado en dos días”, participante activo en los complots contrarrevolucionarios clandestinos.
Unos cuantos días de lucha contra los kornilovianos aceleraron de forma considerable la educación política de amplios sectores populares.
[1] Siendo en 1906-1915 Ministro de Justicia I. Scheglovitov se ganó la fama por su burda injerencia en los procesos judiciales después de ser aplastada la primera revolución rusa. Al régimen de presión abierta sobre las investigaciones comenzaron a llamarle “scheglovitiano”.
[2] Los monárquicos se preparaban activamente para liberar a la familia real. En la primavera de 1918, después de triunfar la Gran Revolución Socialista de Octubre, el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia acordó trasladar a los Románov a la ciudad de Ekaterinburgo, bajo la custodia de los obreros uralenses. En la noche del 17 de julio, cuando los guardias blancos se encontraban en las puertas de la ciudad, el Soviet de la región de los Urales acordó fusilar a los Románov. El Presidium del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia aprobó la decisión el 18 de julio.